¿Quién dijo que ser un ángel es fácil? No lo es, mucho menos tener diecisiete años y padecer los cambios que todo ángel tiene a temprana edad: salida de alas, habilidades superiores a las humanas e incluso ser buena hasta para respirar.
Se supone que los ángeles son seres perfectos, seres de luz admirados por su belleza y gentileza, ¡Pura mierda! Los ángeles que conozco son todos unos egoístas y perfectos idiotas, son todo lo contrario a la belleza y gentileza con la cual los describen, ¡Hasta un demonio es mucho más amable que un ángel! No lo digo yo, lo dice la ciencia angelical.
Soy Serena, hija de un demonio y un ángel. ¿No debería ser una hibrida entonces? Pues no, soy un ángel hecho y derecho, un ángel puro de nacimiento, mi hermano Alastor es un demonio puro y mi pequeña hermana Rosa es la hibrida. Exacto, la tercera ha salido mal de la fábrica.
Los híbridos no son la gran cosa en este mundo, pueden ser hadas, brujos o hechiceros, muy pocos son una mezcla extraña entre un ángel y un demonio como mi hermana, ella posee dotes de ambos bandos pero está neutra entre el cielo y el infierno, no posee lugar alguno en el mundo por ende, Rosa suele ignorar los temas angelicales y vivir una vida "normal". La vida que a mí me gustaría tener.
Alastor, a diferencia de mi tranquila hermana menor es un completo idiota, todo el tiempo contradice a nuestra madre e incluso la rechaza, ha llegado a levantarle la mano más de una vez pero mi padre siempre ha estado allí para castigarlo como es debido, huy no les aconsejo hacer enojar al demonio padre, sus castigos dan miedo.
Nuestra madre es pura dulzura, amabilidad y amor, es un ejemplo de ángel con dotes maternales, todo lo contrario a nuestro padre, debo de admitir que muchas veces me da miedo molestarlo para hablar con él, tiene una mirada profunda que... incomoda.
No poseo un cuerpo de dios griego, tampoco soy obesa, estoy en una etapa intermedia por lo tanto debo de cuidarme, si como algo que engorde subiré de peso y rodaré como una pelota aunque es inevitable no comer comida chatarra sabiendo eso. Maldita Rosa, mi hermana nunca engorda, de hecho vive comiendo todo lo que encuentra en la casa y siempre la verás con la misma linda figura femenina que posee.
Hace muy poco me han nacido las alas por lo tanto debo de tener un extremo cuidado hasta con lo que como, no se controlarlas, no se cuidarlas mucho menos sabía cómo nacerían; durante ese periodo he estado discutiendo con mi padre hasta el punto de no hablar con él, hasta el punto en el cual he tenido que irme de casa y vivir sola, por mi cuenta por unos meses.
Si no hubiera sido por Jeremías, viejo amigo suyo, no sé qué habría sido de mí.
Volaba de fiebre, mi espalda ardía, una comezón infernal se hizo presente en mis omoplatos, me había rascado hasta traspasar mi piel, hasta lastimarme y hacerme sangrar, no tenía fin, mis uñas estaban llenas de piel y sangre, fue horrible. El sufrimiento que padecí es indescriptible, lloraba del dolor, no podía mantenerme de pie, comer ya no era lo primordial en mi vida y dormir... dormir era una tortura, la herida poco a poco parecía podrirse y tomar un horrible dolor.
No fue hasta que pedí ayudas a gritos a Jeremías que me enteré que mis alas estaban naciendo, no es algo lindo y mágico como las películas lo muestran, no te salen de la nada y ya puedes comenzar a volar. Jeremías ha tenido que desgarrar mi piel, tomarlas desde el hueso y extenderlas de urgencia, si seguía así moriría.
Estoy exagerando, lo sé. Realmente no tengo ni idea de que hubiera pasado.
Ese día he estado al cuidado de Jeremías, me ha sanado las heridas y ayudado a mover por primera vez mis alas, algo doloroso por cierto. Fue gentil y delicado conmigo, lentamente y usando las suyas de apoyo he podido moverlas, fue entonces que me di cuenta que él era una buena persona y me arrepentía de los apodos tontos que le he puesto toda mi vida como "emplumado" o "pajarito"; mi padre apenas se enteró de la noticia mató el momento lindo que pasábamos con Jeremías llegando y tomándome de las alas como si fuera algún tipo de juguete sin importarle lo delicadas que estas eran.
Por un momento pude ver orgullo en sus ojos, me sentí feliz, una de sus hijas era un ángel puro, el retraso al nacimiento de mis alas había valido la pena.
A partir de ese momento mi sufrimiento con Jeremías comenzó, me contradeciré por lo que diré pero... ¡Ese maldito emplumado me tortura con sus enseñanzas de cómo ser un ángel!
Y por si fuera poco, ha complicado mi vida normal hasta el punto de volverla un lió, Jeremías, cariño, si lees esto quiero decirte una cosa: Eres el peor ángel que he conocido, no solo revuelves mis hormonas de adolescente en desarrollo si no que pones de cabeza mi vida al igual que el hecho de ser un ángel.