Un buen café y una manta calentita es todo lo que mi cuerpo necesito luego de un buen baño. Jeremías me ha traído a casa nuevamente y mi padre... él se ha quedado para enfrentar al demonio, apenas me ha tomado en brazos Jeremías me he desmayado, no puedo quitarme de la cabeza la horrible imagen de los cuerpos descuartizados de esos ángeles, por un momento me da miedo que mi padre termine así pero... pero él es uno de los pocos que quedan desde los tiempos de la creación, es poderoso y tiene un rango alto entre los de su clase, por lo tanto nunca puedo verlo.
Jeremías camina hasta mi lado con una taza de café entre sus manos, la deja en la mesita de noche y toma la manta con la cual me cubro mientras contemplo el televisor apagado, estoy envuelta en esta por lo tanto no deseo dállesela. Tironea un poco y se sale con su cometido, se sienta a mi lado tomando un sorbo de su café en silencio respetando mi espacio.
A pesar de tener la edad de mi padre Jeremías tanto en actitud como en apariencia parece un chico de mi edad, realmente llego a confundirlo por momentos.
Suspiro, no puedo creer que he llegado a meterme en ese lugar, he cometido varias estupideces en mi vida pero esta ha sido el colmo, me parece extraño que el demonio me haya dejado ir sin más, realmente extraño el hecho de que no se ha esforzado por capturarme, simplemente termino haciendo sufrir a los cadáveres y luego me ha dejado escalar sin más hasta que mi padre ha llegado a rescatarme.
¿Y si realmente no intentaba hacerme daño? ¿Y si realmente el demonio quería ver a mi padre y me ha usado de carnada? Ya es demasiado tarde, he estado encerrada por horas dentro de esa grieta sin darme cuenta, ahora comprendo a Jeremías cuando me decía que esos lugares suelen distorsionar el espacio y tiempo.
Jeremías prende el televisor y mientras toma su café cambia de canal buscando algo interesante que podamos ver hasta quedarnos dormidos, no hemos cruzado palabra alguna, prefiero no hablarle por ahora de lo sucedido ni en la escuela ni con el demonio, no me siento cómoda, me da vergüenza.
Si, como han leído, Serena Cambrell tiene V-E-R-G-U-E-N-Z-A de ambas cosas.
Tomo el celular de la pequeña mesa de noche y observo los mensajes desde la pantalla de bloqueo, Jeremías está concentrado en la televisión por lo tanto no husmeará mis conversaciones como suele hacerlo con el fin de fastidiarme.
«¿Mañana irá a la escuela? Se te ha extrañado, Dante.» JODER, ¡Es un mensaje de Dante! ¿Cómo ha conseguido mi número?
No estoy en ninguno de los grupos de la escuela, tan solo tengo un grupo con Dylan y Megan, y otro familiar (Donde casualmente está metido Jeremías). Tal vez alguno del equipo de fútbol se lo habrá pasado o lo habrá robado de mi Facebook, sea cual sea el caso su mensaje me ha alegrado un poco.
No realmente que responderle, mis padres han discutido por esa cuestión y dudo mucho que papá me deje asistir luego de lo ocurrido por más que Jeremías esté conmigo, él me ha descuidado el día de hoy y conociendo a papá castigará a Jeremías de la peor manera posible, lo que el pobre ángel debe de enfrentar al ser mi ángel, ¿Qué tanto le cuesta dejar ese puesto e irse por donde ha venido?
Ahora que lo pienso, Jeremías no ha de pasarla bien conmigo cuando no cumple su trabajo pero eso no lo hace rendirse, a pesar de todo sigue a mi lado intentando cuidarme y enseñándome que es ser un ángel, ¿Por qué yo he de rendirme a la primera broma pesada que me hacen? Debería de seguir el gran ejemplo de Jeremías y no hacerlo, enfrentar mis problemas en vez de escapar de ellos, creo que mañana volveré a la escuela, debo de hacerle caso omiso a lo que me digan o aprovecharme de esa situación.
Mi padre entra al cuarto peinando su cabellera castaña, Jeremías se aparta de mi lado rápidamente y levanta de la cama sin decir nada, mi padre está realmente enfadado con él, le lanza una mirada de reojo y mi ángel custodio sale del cuarto sin más, ni siquiera me ha mirado, ni siquiera se ha despedido. Lo típico cuando mi padre está enojado.
Camina hacia mí, dejo el teléfono bajo la almohada y tomo el último sorbo a mi café mientras mi padre se sienta en la cama, sus ojos negros recorren mi cuarto detenidamente y terminan por posarse en la puerta de mi armario donde tengo varias fotografías familiares pegadas en esta.
— No puedo creer que te haya descuidado de esta manera, otra vez. —se siente culpable, sus ojos lo dicen todo.
— ¿Lo has enviado al infierno? ¿Será castigado? —mi padre suspira y ladea la cabeza.
— Ha escapado, pero no descansaré hasta encontrarlo, tu madre ha quedado traumatizada luego de ese incidente, no deseo que te pase lo mismo, no quiero que mi familia corra peligro.
Lo que dice se cumplirá, mi padre siempre ha cumplido su palabra, el no descansará hasta encontrar a ese demonio y verlo muerto, no descansará hasta ver a su familia tranquila, así tenga que someterse a los peores castigos que Satanás o Lucifer les tengan preparados.
Mi madre no ha podido superar lo ocurrido esa noche, el castigo que le siguió luego de eso ha sido tal que no ha querido hablar, comer ni dormir por días, solo estaba recostada en la cama, en silencio, hasta el día en el cual intentó levantarse y se dio con que ya no podía caminar como antes.
Los médicos le diagnosticaron el síndrome de Guillain-Barré cuando mi padre la cargo en sus brazos y la llevó al hospital más cercano para encontrar una explicación del por qué ella no podía mover sus piernas, allí nos dimos cuenta que ese ha sido el castigo que el Trono le ha dado. Mi madre poco a poco ha ido empeorando, perdiendo la fuerza de los músculos de las piernas, hasta el punto en el que a mi padre le aterra la simple idea que ella vaya a dormir y no despierte por que ha dejado de respirar a causa de ese síndrome. Mamá no reencarnará, no después de haber sido ángel, será su última vida y papá moriría con ella.