Serena: El torpe ángel aprendiz

10. Cita y castigo

Aleteo, me concentro en levitar, tengo miedo he de admitirlo pero Jeremías está frente a mi levitando asegurándose de atraparme si llego a hacer un mal movimiento. La noche es perfecta, no hay mucho viento y tampoco hace frío, estamos en lo más alto de un edificio, es de madrugada y el único momento en el cual podemos practicar mi vuelo.

Tengo los ojos cerrados mientras estoy en el borde, no quiero dar un paso hacia delante pero debo de hacerlo, debo de intentar volar; suena fácil ¿no? Hacerlo es todo lo contrario, una mierda total, la última vez me he caído y Jeremías ha tenido que rescatarme antes de hacerme puré de papa contra el asfalto.

Trago saliva y me atrevo a dar un paso delante, para mi sorpresa no he caído, abro los ojos y lo primero que puedo ver es la sonrisa orgullosa de Jeremías, ¡Estoy levitando! No quiero ver hacia abajo no obstante debo de afrontar mi miedo a las alturas, mala idea.

¡Volar es una mierda! ¿Para qué debo de aprender a hacerlo si siempre terminaré cayendo a la primera? Me desestabilizo apenas ver la gran altura en la cual estamos, el miedo y los nerviosismos no son una buena combinación, provoca que mis alas se descontrolen. Jeremías logra atraparme antes de que pueda caer y me deja sobre el techo del edificio.

Ha sido una noche de mierda sinceramente, primero Alastor le ha tirado el plato de comida a mi madre en el rostro, le ha gritado y negado ser su hijo, esta vez no he dejado que llegue a lastimarla, discutimos y se ha ido de la casa furioso. Mi madre ha quedado llorando mientras intentaba levantar la mesa, las palabras de mi hermano la han destrozado, la ha llamado inútil y buena para nada sabiendo que su condición es grave.

No puedo creer aún la maldad que poco a poco crece en el interior de mi hermano, lo peor me lo he tenido que comer yo, mi padre ha llegado furioso a casa y al encontrar a mamá en ese estado no ha hecho nada más que enfurecer, ha sido aterrador.

  • Lo mejor será que vayas a dormir, no tienes cabeza como para seguir practicando. —por lo menos Jeremías lo entiende.

Él es el mayor confidente de mi padre por lo tanto sabe que ha sucedido, me abraza con fuerza, cierro los ojos aceptando aquel cálido abrazo. Solo un abrazo, Serena, es lo único que necesitas en este momento, un abrazo suyo. No pasará nada por aceptarlo, una vez todo esto pase seguirás intentando desasearte de él.

Jeremías huele delicioso, entonces es verdad, los ángeles suelen tener una fragancia única y especial, cuando ellos están a tu lado y a pesar de no poder verlos puedes sentir su aroma, en el caso de mi ángel el aroma me es tan familiar, siempre ha estado conmigo, nunca me he dado cuenta de ello, por más que no lograba verlo.

Y así fue como él me ha hecho quedarme dormida, me ha llevado hasta mi cuarto, arropado y dejado durmiendo en mi cama. Jeremías logra hacer que me contradiga mucho, es la única persona que no solo alborota mis hormonas, provoca reacciones extrañas en mí, nunca antes me he sentido así por culpa de alguien, es muy raro e incluso me llega a asustar. Debo de repetirme mentalmente una y otra vez que él es el amigo de mi padre y por lo tanto debo de alejarlo.

El plan B no me ha funcionado, lo único que ha hecho fastidiarlo con la cartulina ha sido acercarnos más y eso personalmente me aterra. Me aterra sentir esto, me aterra estar acercándome a él y sobre todas las cosas me aterra contradecirme tanto cuando estoy a su lado, ¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué estás provocando en mi Jeremías?

Por favor, Trono, dame la fuerza que necesito para afrontar esto, entiéndeme, no deseo la vida de un ángel, ¿Cuál es tu propósito para mí en esta vida?

El teléfono logra despertarme al día siguiente, sin darme cuenta he dormido hasta pasado medio día, tengo una llamada perdida juro que si es Megan la llenaré de insultos, lo tomo de la mesa de noche y reviso con los ojos entrecerrados, ¡El maldito brillo de la pantalla me ha dejado ciega! Apenas puedo leer quien es la persona que me ha estado llamando y enviando tantos mensajes. No deseo salir de la cama, creo que estoy deprimida, si como leyeron, Serena Cambrell también se deprime y ha de dolerme demasiado el estómago, no encuentro una posición cómoda para seguir durmiendo.

«En una hora paso por ti, prepárate. » El mensaje fue enviado hace treinta minutos, ¡Treinta malditos minutos!

Salto de la cama y prendo a tientas la luz de mi cuarto, no tengo tiempo para cambiarme, tampoco sé que me pondré, ¿Por qué las mujeres somos tan complicadas? Saco ropa interior de la cajonera y corro a meterme bajo la ducha para despabilarme. Debo de buscar algo cómodo y bonito, tal vez le quite algún vestido a Rosa o alguna blusa tierna de esas que ella suele usar. Ahora que lo pienso, mi hermana tiene linda ropa, tal vez termine asaltándole medio armario con tal de verme bonita, el único inconveniente es la hora, debo de bañarme rápido.

Me quito el sostén y continuo con las bragas, tengo una horrible puntada en la zona del vientre, es insoportable idéntico a los dolores menstruales… ¿Me están jodiendo? me quito rápidamente las bragas, le ruego a todos los santos que esto no sea verdad, me contengo, las tiro dentro del canasto de ropa sucia de mi baño y al entrar a la ducha cubro mis oídos gritando con fuerza, ¡Esta era la maldita razón por la cual estaba tan deprimida! ¡TENGO EL PERIODO! Todo se ha acabado, la cita con Dante se ha arruinado, los dolores menstruales son fuertes e insoportables, Andrés (Como solemos llamarle Rosa y yo) me ha hecho la visita una semana antes y no me ha dejado siquiera prepararme, ¿Dónde carajos conseguiré una farmacia abierta para comprar un calmante?; ¡¿Por qué castigas a las mujeres con este dolor Trono?!

  • ¡Serena! ¿Qué sucede?—Jeremías aparece en el baño tomando su espada con fuerza, alerta a cualquier peligro.



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En el texto hay: angeles, angelesydemonios

Editado: 13.03.2020

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