Maddie
–Entonces, ¿entrarás o no? – volvió a preguntar Ethan, lo miré de malas.
–No lo sé, ya te dije, no soy tanto de moverme.
–Oh vamos– protestó volviendo a ponerse la mochila al hombro.
–Bueno, las pruebas son mañana. Puedo pensármelo bien hoy– respondí moviéndome en el columpio que había en la entrada de mi casa. Reí por lo bajo al ver como las piernas largas de Ethan le incomodaban para moverse de atrás hacia delante.
–Tienes que entrar, aprenderías mucho, sería un conocimiento más a los muchos que ya tienes– me dijo y volvió a poner su mochila al suelo. Ya venía haciendo eso como cinco veces.
Decidí no responderle. Me daba un poco de miedo participar en las pruebas para entrar al grupo de las animadoras. Entrar implicaría que Rebecca sea quien nos dirija. No es que me lleve mal, pero no sé, hay algo que me hace dudar.
Estábamos fuera de casa esperando a que papá salga con Melody, quien se tenia que ir de viaje a Los Ángeles para un asunto de su trabajo. Así que, decidí ir con ellos hasta el aeropuerto. Sin embargo, Ethan, no quiso irse solo hasta el colegio, aun estábamos a tiempo, pero quería llegar conmigo.
–Ethan, falta veinte minutos para la hora de entrada, creo que deberías ir– le comuniqué.
–¿Me estás echando? – preguntó agitándose el cabello.
–No, no. Solo que en serio, llegaré tarde, estoy acostumbrada a eso, pero tú no.
–No quiero, te esperaré.
–Ethan, iré al aeropuerto, demoraré un poco, luego me las arreglo con el conserje.
–¿Siquiera pediste permiso para llegar tarde hoy?
Chasquee la lengua negando con la cabeza.
–No lo creí necesario, es el segundo día de clases, no creo que me expulsen por llegar tarde.
–Sería la primera tardanza de muchas en todo el año.
–¡Oye! –protesté golpeando su brazo–He prometido llegar temprano este año, iremos juntos.
–Ja, ja,ja,ja. Sí, llegaras temprano, claro queee sííííí–respondió con burla.
–El autobús pasa en diez minutos–volví a recordarle. Soltó un resoplido y se levantó.
–Bien, me iré ya–cedió levantando las manos–. Mantenme informado a qué hora llegas, ¿de acuerdo?
–De acuerdoo– respondí alargando la palabra.
–Bien, nos vemos, te quiero–depositó un beso en lo alto de mi cabeza y se giró para salir, pero en ese mismo instante mi hermana junto con papá salía de casa.
–¿Ya te vas? –preguntó Melody al verlo–¿No irás a despedirme? Mira que no tenga fecha de regreso.
–Adiós, Med. Ojalá demores en volver y cuando lo hagas ya sea con pareja, el tren ya te pasa, ¿no?
–¡Que dices! –grita exasperada. Papá suelta una gran carcajada con lo que mi mejor amigo dice.
–Ve ya Ethan, llegarás tarde y Maddie empezará a tener competencia con las tardanzas– le dijo. Lo miré y abrí la boca sorprendida. Todos soltaron risas y se despidieron de Ethan.
–Eso no fue gracioso–protesté levantándome del columpio y poniendo mi mochila al hombro cuando papá empezó a poner las maletas de Med en el coche.
Nos tomó como treinta minutos hasta llegar al aeropuerto y asegurarnos que Melody embarcará en el avión adecuado. A veces se perdía hasta en el super, no queríamos que lo haga aquí. Nos abrazamos entre los tres, deseándole mucha suerte en su trabajo. Melody era diseñadora de bodas, e iba a firmar un contrato super bueno.
–¿Quieres comer algo, cariño? – preguntó mi papá mientras caminábamos de vuelta al estacionamiento. Lo pensé, ya eran las ocho y unos cuantos minutos, podía pedir comida chatarra y no me diría que no.
–Sí, hamburguesa y papitas– respondí. Vi que ladeaba la cabeza con una sonrisa. Ya no era nuevo para papá que, tanto Melody como yo aprovecháramos cualquier momento para comer grasas y todo lo que él en consultorio aconsejaba evitar consumir.
–No puedo decirte que no, vamos, que también quiero una.
–¡Papá! – exclamé riendo, él me acompañó con la misma sonrisa– Rompiendo las reglas, eh.
–No se lo digas a ninguno de mis pacientes– me advirtió divertido. Con una amplia sonrisa entramos en uno de los ciento treinta y cinco lugares de comida y pedimos unas hamburguesas, papitas y una coca cola lingh, porque estamos a dieta. Pensamos si comer ahí en el local o ir comiendo en el camino, papá decidió guardarlo para comerlo en su consultorio, sus citas empezaban a las diez. Yo decidí comer de camino a la escuela, así que, ahora iba en el coche con las piernas sobre el asiento mientras metía un poco de papas a la boca.
–¿Puedo poner música? – pregunté, él asintió.
–Claro, por más joven que seas me gustan tus preferencias musicales– sonreí con vergüenza y conecté el estéreo con mi móvil. Busqué en mi lista de favoritos y I Wanna Be Your Slave de Måneskin se empezó a escuchar en todo el coche. Aquella banda italiana era una de mis favoritas, digamos que mis gustos musicales solo los conocía mi pequeña familia y mi mejor amigo. Laurie por otro lado, compartía sus gustos de reguetón conmigo, no eran músicas que del todo me gustasen, pero las toleraba.