Seres Almáticos. Fuerza de Voluntad. Inari Masga.

2. Accidente.

 

“La muerte nos consuela, ¡ay!, y nos hace vivir;
es la meta de la vida, y única esperanza
que, como un elixir, nos eleva y embriaga,
[…]” Charles Baudelaire. La muerte de los pobres.

 

 

Era un día soleado de verano, ese día no había tenido clases y fuera de ello no había nada inusual aquella mañana, eran como las diez del día y yo me encontraba en uno de los sofás que tengo en el mini vestíbulo de mi enorme habitación, estaba leyendo uno de mis libros favoritos, para entonces, ya había llegado a la sección de reptiles, y el cocodrilo me llamó mucho la atención por lo que leí con ansias de aprender más sobre este asombroso reptil. Cuando estuve a punto de terminar de leer esta sección, escuché la voz de mi padre – ¡Arielle! Baja cariño, tenemos visitas –.  Bajé a ver de quienes se trataba dicha visita y una vez en el vestíbulo decorado con las pinturas contemporáneas de mi madre, me di cuenta que se trataba de toda la familia que se había reunido para darme una sorpresa o eso fue lo que me dijeron, mis primos estaban en el comedor presumiéndose unos a otros las nuevas aplicaciones que habían descargado, o los juegos que están de moda que ya habían conseguido, mientras que mis padres y mis tíos estaban en la sala y por lo que vi los hombres estaban felices puesto que se les podía notar por la enorme sonrisa, pero las mujeres estaban serias, daban la impresión de estar inconformes, al ver semejantes expresiones, pregunté la razón. La cual, se trataba de que se organizó una salida a nadar – Empaca una pequeña maleta, con lo que vayas a necesitar en el viaje –. Obedientemente empaqué mis cosas en una pequeña maleta negra; una vez terminada bajé y no vi a nadie en el vestíbulo, así que supuse que ya se encontraban afuera; todos estaban en sus respectivos automóviles, mis tíos Víctor y Susana iban acompañados de mis primos Paúl y Yesenia en su volvo capuchino, mientras que mis tíos Roberto y Verenice tan sólo llevaban a mi primo Sam, ya que Jared se quedó en su casa haciendo una tarea, ellos usaban un Mustang azul eléctrico, por último, mis padres y yo nos fuimos en el jaguar negro.

El camino se me hizo eterno, por lo tanto, decidí dormirme durante el transcurso del viaje; sin embargo, tuve un sueño muy raro, soñé que estaba en la casa de mi tía Verenice con dos maletas enormes, ella junto con mis dos primos me miraban con ojos llorosos. Cuando desperté quise entender si había algún significado para este sueño, pero no lo encontré.

Verenice es muy seria en mi presencia;

Sam es muy extrovertido, por él si creería que llorase…pero, ¿Por qué lloraría? 

Jared es muy orgulloso, así que debería de haber pasado algo muy grave para dejarse ver llorando.

Al llegar a dicho lugar, ya eran las seis de la tarde y empezaba a oscurecer, lamentablemente no era un balneario, sino que resultó ser una laguna. Cuando bajé de mi automóvil – ¡Ay, no! ¿Cómo se les ocurre? ¿No ven el peligro que hay aquí? – Exclamé alterada, lo cual, nadie comprendió por qué me comportaba así – Dramática, va a estar divertido. – Me contradijo Paul, él es el mayor de todos y el más atrevido.

Gracias a mi libro, yo sabía en donde había cocodrilos y que se encontraban totalmente escondidos, o bueno, eso creí. Había mucha gente nadando en aquel lugar, parecía que nadie se percataba del peligro hasta que, se escuchó un grito de dolor que provenía de una mujer joven.

Ella gritó al sentir un mordisco en la pierna seguidamente por un jaloneo grotesco hasta que se sumergió y se vio en el agua un ligero color rojizo. Por mi parte, al escuchar semejante grito de dolor, me hinqué en el suelo, – A esto me refería... ¡¿ya ven?! Les dije que no era seguro nadar aquí. – exclamé, se me escapó una lágrima al ver cómo la gente salía lo más rápido que podía, luchando contra el agua para poder escapar del peligro. En ese instante, escuché otro grito, éste sonó muy familiar, uno de mis primos estaba en la laguna y había sido mordido, él se sujetaba a un árbol cercano, intentando zafarse por sí mismo, sin embargo, al ver que no podía, pidió auxilio, siendo respondido por mi padre y mi tío Roberto, quienes corrieron para ayudarle.

Mientras que mi padre trataba de abrirle el hocico al cocodrilo con todas sus fuerzas, mi tío intentaba sacar la pierna izquierda de mí primo Sam, gracias al cielo lo consiguieron; mi tío se llevó a mi primo en brazos a la orilla y salieron rápidamente para atender la herida. Mi primo realmente estaba grave, pero se olvidaron de que mi padre aún sujetaba al cocodrilo, éste tenía más fuerza que mi padre, se sacudió y consiguió morderlo en el antebrazo derecho, por lo que sin importar cuán fuerte le pegara con el izquierdo, el cocodrilo logró sacudirlo muy, muy fuerte y se lo llevó con él. Todo esto sucedió en una fracción de segundos, así que deduzco que fue tan rápido que mi padre no pudo gritar para pedir ayuda. – ¡Papá! ¡No, ayúdenlo! ¡Mamá! ¡Tía! ¡No! – Nadie se dio cuenta de lo sucedido a pesar de mis gritos, pero como ya es común, nadie me escuchó ni me pusieron atención. Después de un rato de mucho gritar, – ¡Ya cállate! Mejor ayuda a tu... – mi madre por fin volteó a verme y en su mirada se podía ver enojo y preocupación – ¿Qué te pasa, por qué lloras? – al darse cuenta, se hincó a mi lado, yo le puse una cara de pocos amigos, pues no podía creer que me preguntara eso, cuando es más que obvio, pero al mismo tiempo, es lógico puesto que ella lo sabría si me pusiera la más mínima atención – Ay, bueno ¿Qué caras son esas? ¿Dónde está tu papá? Necesitamos su ayuda – miró a todas partes sin levantarse, el lugar se encontraba tranquilo ya que éramos los últimos – Ah, pues, ahorita le llamo, voy a ver si ya terminó su cita con doña cocodrilo... ¡¿Dónde quieres que esté?! ¡Está en el fondo del lago! Nadie lo ayudó a salir... Él también necesitaba ayuda, no solo mi tío y mi primo. –  A mi mamá se le escaparon las lágrimas – ¡No digas eso! De seguro fue a pedir ayuda... – intentó sobreponerse a la realidad, haciendo creer que no era cierto lo que decía – ¡No mamá! Yo lo vi sumergirse y patalear para intentar salir, pero no les importó... – comencé a reprocharle – ¡¿Qué?! No, no te creo nada – negó con fuerza – Ay mamá, es una broma, ha – me reí sarcásticamente, pero luego tomé una mirada dura y seria – ¡Es en serio, se lo llevó! – ¿Qué? ¡Ay! Con cuidado, ¿Qué dices Arielle? – Sam interrumpió mi pequeña discusión con mi madre – ¿Yo? Nada, nada, solo que mi papá está en la pansa de don cocodrilo – le respondí sin ánimos de hacerlo, sino sarcástica y sínica, creo que es frecuente que me ponga en esta actitud cuando me enojo por alguna situación que me esté hiriendo en lo más profundo de mi alma– ¡¿Qué?! No, he... cuanto lo siento. – Mi tío Roberto se llevó a Sam a su Mustang, mientras que mi tío Víctor, se acercó a nosotras para hacer que nos paráramos y fuéramos a nuestro auto, ya que él dirigiría el camino hacia el hospital. Mi madre se levantó un poco paranoica, pero ya de pie tomó seriedad y se dirigió al jaguar sin decir nada, al poco tiempo me subí con el ceño fruncido y con las lágrimas surcando mi cara en contra de mi voluntad. No acostumbro llorar, pero esta vez, sobrepasaron el límite, perdí a mi padre, a mi mejor amigo.




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