“[…] Un relámpago… ¡y la noche otra vez! –Fugitiva belleza
cuya mirada me ha hecho de pronto renacer,
¿no volveré ya a verte más que en la eternidad?
[…]” Charles Baudelaire. A una que pasa.
Como ya lo había soñado unos meses antes, después del funeral de mi madre, yo me encontraba en la casa de mi tía Verenice, ella estaba en la sala, acompañada de mis primos Sam y Jared (éste último, se negó a ir a nadar), los tres me miraban con ojos llorosos. El silencio duró minuto y medio, hasta que, por fin, Jared me recibió con un abrazo muy cariñoso – Bienvenida Arielle – dijo a modo de saludo – Hola...gracias... – fue lo único que logré decir, su abrazo me sacó el aire de pronto. Mi tía tan exagerada y preocupada como siempre, hiso que Jared se apartara – Jared, ¿la sueltas? Se está poniendo azul; hola nena, ¿Cómo te sientes? – Luego ella me abrazó de manera rápida – Supongo que bien, realmente no sé, quizás un poco cansada – Respondí después de tomar un poco de aire – ay prima, ¡cuánto lo siento! – Sam me abrazó con ternura y se le escapó una lágrima– Ya enano, suéltala, ya oíste, está cansada, la llevaré para que pueda estar a solas...ven Arielle, te llevaré a tu habitación – Ahora fue Jared el que me salvó del abrazo, lo miré, él me guiñó el ojo, fácilmente entendí – He, si...me quiero dar una ducha y dormir un rato – Contesté lo más rápido posible, mi tía y Sam esperaban mi repuesta.
Una vez en la puerta de la habitación, Jared la abrió – Ésta es tu habitación, espero que te guste, Sam y yo la decoramos como creímos que te gustaría – exclamó con una sonrisa apenada, al mirar adentro observé detenidamente el cuarto – ¡Wow! Se lucieron, Jared. – Me puse de puntitas y le di un beso en la mejilla, esto hizo que se ruborizara.
La habitación era grande y estaba pintada de color violeta con detalles en negro, una de sus paredes era de cristal, la cama se encontraba en medio hermosamente adornada con cojines de corazón. En una esquina, en medio del enorme cristal y toda la pared donde está la puerta, se encontraban repisas de diferentes tamaños, unos parecían de tamaño exacto para varios libros pequeños.
Ambos entramos en la habitación y me mostró el enorme closet que estaba al fondo, estaba hecha de caoba y tenía grabados muy finos; después, ambos nos acostamos en mi enorme cama – ¿Y bien? ¿Qué te parece? – Me preguntó un poco apenado pero seguro – ¡Asombroso! ¿Quién tuvo la grandiosa idea de decorarla así? – respondí alegre – Yo… – él contestó en un suspiro. A su lado, me levanté para verlo a los ojos al mismo tiempo que jugaba con su largo y lacio cabello oscuro. – ¿Te gustó? – me preguntó al cabo de unos segundos – Pues, claro, me dejaste con la boca abierta, y ahora por tu culpa… – enfaticé cada palabra, luego me acerqué un poco y permanecí cerca de él por un par de segundos, para después alejarme de su cara lentamente, conservando mi sonrisa – … ya no sé cómo te lo voy a pagar. – Jared y yo habíamos comenzado un juego donde cada detalle que diéramos debía ser pagado, es decir, dar detalle por detalle; le puse una mano en los ojos para evitar que me viera, sentía que me había ruborizado. Él sonrió como respuesta a mi “travesura”, su sonrisa es encantadora, sus hoyuelos eran muy tiernos. – ya lo tengo pensado... – se rio divertido – pero creo que aún estas muy chica para eso... – Me contestó con un tono retador y me acarició la mejilla. Yo aún no le destapaba los ojos – Ah, ¿Sí? ¿Qué es? – Le regresé el tono retador, y me acerqué tanto que nuestras narices rozaron. Suspiró y se hiso un silencio profundo, que duró alrededor de cinco a seis segundos. – ¿Para qué hablé...? – Se auto recriminó, tranquilamente se sentó mientras quitaba mi mano de sus ojos. – ¿En verdad quieres saber? – Preguntó indeciso
– Escucho. – Le contesté seria y segura, ya sabía que me iba a pedir, lo había soñado la noche anterior. Bajó la mirada y me tomó la mano que tenía sobre la cama. Se encogió de hombros y con la mirada fija en la mano que sostenía, él tartamudeó un poco – Ok, n…no sé qué opines tú o… – alzó la vista, respiró profundo y me miró a los ojos – o cómo reacciones con mi petición. – lo observé tratando de ocultar una sonrisa burlona – Ajá, escucho. – suspiré entre rizas nerviosas; Bajó su mirada nuevamente - Pues, me gustaría...que me lo pagaras con...un...beso. – por la forma en que hablaba se veía vulnerable, creó un remolino de emociones en mi interior – ¿Eso es todo? – Al escuchar su petición le pregunté algo sarcástico de manera involuntaria. Él me miró con asombro. – S... Si – Volvió a tartamudear un poco y bajó la mirada para esperar mi respuesta. Con la mano libre le volví a tapar los ojos, se puso rígido. Me fui acercando muy despacio, me solté la mano que él me tenía tomada y la puse en su mejilla derecha, en justo momento rocé mis labios con los suyos.
Al instante, él se destapó los ojos quitando mi mano. Me miró atónito y se apartó – Me sorprendes… – suspiró y empezó a acariciar mi mejilla, fue deslizando su mano hasta llegar al borde de mis labios –… no creí que fueras capaz. – su rostro reflejaba duda, la cual no compaginaba con el coqueteo que expresaban sus movimientos – Aún no me conoces lo suficiente... – Jugué, dejé la frase incompleta, tomé la mano que me acariciaba y la puse en mi cintura, mi mano la coloqué en su cuello, junto a la otra. Ambos nos acercamos hasta que nuestros labios se tocaron. Ésta vez el beso fue más largo, nuestros labios se abrieron y nuestras lenguas juguetearon entre sí, tan apasionadamente. Se levantó y se fue poniendo encima de mí, así que yo me tuve que ir haciendo hacia atrás, hasta que terminé acostada. Él fue recorriendo mi piel con sus labios, hasta llegar a mi cuello.