“[…] Sus ojos bruñidos están hechos de minerales encantadores;
y en esta naturaleza extraña y simbólica donde el ángel inviolado
se mezcla con la antigua esfinge, donde todo no es sino oro,
acero, luz y diamantes, resplandece por siempre,
como astro inútil […]” Charles Baudelaire. Con sus ropas onduladas y nacaradas.
Nos acabábamos de despedir de los señores Oliveira cuando Jared ideó un plan – Arielle, ¿Está disponible tu casa? – preguntó mientras me abrazaba – ¿A qué te refieres? – Cuestioné sonsacada – A que si podemos ir a dormir a tu casa – explicó sacando las llaves de su auto – Supongo que sí, pero, ¿Por qué? – Respondí un poco dubitativa – Sólo pensaba que, por ser tu cumpleaños, deberíamos hacer una pijamada, ¿No crees? – No sonaba tan descabellado, sonreí – Sería buena idea, pero hay que decirle a tu papá y a mi tía – indiqué con cierta malicia, ¿realmente quiere que vayamos a mi casa, solos? – ok, vamos – sin pensarlo, me jaló del brazo – Papá, ¿Podemos hacer una pijamada en la casa de Arielle? – Preguntó mientras me volvía a abrazar, él sonreía socarronamente, mi tío estuvo a punto de reírse de su hijo, apretó los labios y sonrió – ¿Ya le dijiste a Verenice? – Jared sacó la lengua – No, ¿Se lo dices tú? – Mi tío se rió con fuerza, lo que llamó la atención de mi tía, ella se acercó junto a mi primo – ¿Qué sucede? – Preguntó con una sonrisa curiosa – quieren hacer una pijamada en casa de Arielle – comentó con una sonrisa pícara, mi tía miró a Samuel, él ladeó la cabeza – Supongo que los tres, ¿Verdad, niños? – No parecía convencida – Sí – le respondió Jared, mi tía hizo un gesto, considerándolo – hagamos un trato, ustedes van a la casa de Arielle y mañana nos vemos en el parque, ¿Hecho? – Sam lo dudó un momento, al final accedió – De acuerdo, pero, ¿Me das dinero? – Sonrió travieso – ¿Y el tuyo? – Preguntó sorprendida – No he retirado – se excusó – ¿Y tú, Jared? – Lo miró – Sólo tengo cincuenta pesos – mi tía abrió su bolso, sacó su cartera y de ahí retiró el dinero, nos lo repartió a los tres, en eso me percaté de que mi tío bostezaba – ¿Nos vamos? – Pidió – Sí, ve abriendo el auto – le respondió mi tía y él se fue obedientemente – Compórtense, no se duerman muy tarde, mañana les mando ropa – mi tía se dirigió a Jared, él asintió – Buenas noches… – susurré.
Jared, Sam y yo nos dirigimos a mi casa, aún tengo la costumbre de traer mis llaves. Sam se había recostado en el asiento trasero, oí un suspiro por parte de él – ¿Qué te parecieron los señores Oliveira, Arielle? – Preguntó sin destapar sus ojos, los cubría con su antebrazo, Jared miró el retrovisor – Demasiado cordiales, ¿así son de por sí? – Pregunté confusa, Sam volvió a suspirar, miró a Jared en el espejo – Sí, así son todos los amigos de papá – se talló los ojos, se veía agotado – Oh, ¿Ustedes conviven mucho con ellos? – intenté disimular la sensación de incomodidad, los recuerdos con mis padres – No, sólo con sus hijos, ¿No hacían algo similar tus padres? – Jared se detuvo en luz roja, me observó – Sí, bueno, era diferente, con mi madre muy rara vez eran en un restaurante, siempre en talleres o en la casa y con mi papá…bueno, todo era por computadora o en las mismas construcciones – conté lo poco que recordaba, desde la secundaria dejé de participar en esas “reuniones”, demasiada tarea arruina la relación familiar, suspiré frustrada – Con razón estabas muy callada – comentó Sam un poco distraído, ¿en qué andará pensando? – Supongo…y bueno, ¿Qué quieren hacer cuando lleguemos a mi casa? – mala idea, entre los dos me cuestionaron – ¿Qué sugieres? – No sé, ¿Quieren ver una película, leer o jugar? – ¿Jugar qué? – No sé, videojuegos o juegos de mesa – ¿Leer qué? – Un libro de mi biblioteca personal – ¿Qué película podemos ver? – Tendrían que escoger de la gran colección que tenemos repartida entre la habitación de mis padres y la mía – Sugiero que cuando lleguemos, vayamos a ver y a votación se escoja la actividad – hecho.
Quedamos en silencio por algunos minutos, disfruté el admirar el cielo y las pocas estrellas que se podían distinguir. Jared conducía y al parecer, estaba perdido en sus pensamientos o sólo estaba concentrado en el camino, mientras que Sam seguía absorto en su mente…
Al llegar, abrí la reja principal con ayuda de Sam, George ya no trabajaba aquí, desde que mi madre partió, literalmente la casa quedó abandonada. Los tres nos dirigimos a mi habitación, entramos a lo que yo le llamo área de entretenimiento, ya que hay una sala, un librero, televisión, películas, etc., pero realmente se le llama vestíbulo, o así le decía mi madre. Sam veía las películas mientras que Jared observaba los libros y yo las fotos de mis padres que aún seguían sobre mis muebles. Dos lágrimas recorrieron mi cara cuando vi la foto donde aparecía mi padre y yo abrazados junto con un peluche de león, Jared se dio cuenta, me arrebató la foto despacio y me abrazó, sin decir alguna palabra – Ya escogí la película… ¿Qué pasa? – Sam se acercó y preguntó al vernos abrazados en silencio – le entró el sentimiento al ver una foto de… – no terminó la oración porque me aferré a él con el abrazo, presioné mis párpados para no dejar salir el mar de lágrimas que ya abundaban en mis ojos –Sam, ve los libros – Sam se fue sin hablar; por mi parte suspiré para tratar tranquilizarme. Jared bajó la mirada para tratar de verme a los ojos, cuando lo logró, alzó mi barbilla y me besó unos segundos; suspiré – ¿Escogiste algo? – Ladeé la cabeza y cerré los ojos mientras sonreía – Sí, este libro – sonrío y me volvió a abrazar.
Colocó su brazo derecho sobre mis hombros y caminamos al estante de las películas – Veamos esta, tiene tiempo que no la veo, ¿Qué dices, Arielle? – Me preguntó mientras me enseñaba el estuche del DVD – Está bien, veámosla, claro, si Sam está de acuerdo…a menos que prefiera leer – mientras hablaba, vi la caja de la película y luego miré a Sam, percatándome de que se encontraba junto al librero, sentado en el suelo leyendo el libro de FRANKENSTEIN de MARY SHELLEY. Ambos nos reímos y esto hizo que Sam se distrajera y el libro se cerrara de golpe – ¿Qué pasa? ¿De qué se ríen? Ah, ya perdí la página… – refunfuñó desilusionado, me acerqué a él – ¿Te gustó ese libro? – le pregunté observando la editorial del libro – Sí, mucho, pero tendré que volver a empezarlo – me senté enfrente de él – dime en qué ibas y diré en qué página estabas – me miró sorprendido – ¿Puedes hacer eso? – Le sonreí – Cuando lees muchas veces un libro y te fijas en las páginas, te aprendes la historia, versos y sus respectivas páginas – sonrió y luego miró el libro, suspiró – me quedé donde dice…<<Esto es lo que me atrae, que es suficiente para vencer todo el miedo al peligro y la muerte…>> – recitó lo que se acordaba – <<…y para incitarme a comenzar este laborioso viaje con la misma alegría que siente un niño cuando se embarca en un pequeño bote, con sus compañeros de vacaciones…>> – al ver que no prosiguió continué con el verso, me reí satisfecha, Sam me sonrió – sí, eso, ¿En qué página está? – Cerré los ojos y pensé por unos segundos – Página 36, primer párrafo – Sam abrió el libro y buscó la página, leyó unos renglones en voz baja – <<Esto es lo que me atrae, que es suficiente para vencer todo el miedo al peligro y la muerte, y para incitarme a comenzar este laborioso viaje con la alegría que siente un niño al embarcar en un pequeño bote, con sus compañeros de vacaciones, para emprender una expedición de descubrimiento por su río natal>>, está en el primer párrafo, oración tres…¿Cómo es que lo recuerdas? – Recitó el verso completo y luego me cuestionó curioso – Ya te lo dije, cuando has leído bastantes veces un libro, te aprendes todo, páginas, frases, oraciones, entre otros, ¿seguirás leyendo o quieres ver una película? – Le pregunté mientras él intentaba continuar leyendo – leer, me encantó este libro… – Sam tomó unos segundos de silencio, leyendo concentradamente – ¿Ustedes que van a hacer? – Sam se acordó que mantenía una conversación y alzó la vista para preguntarle a su hermano, me reí – Está bien, nosotros… ¿Qué vamos a hacer? – Jared me cuestionó, yo lo miré y él me extendió su mano para levantarme – no sé, ¿Quieres leer el libro que traes o quieres ver la película? – Señalé su mano izquierda y luego le mostré la película que habíamos escogido – mmm… ¿Y si mejor platicamos? – Sonreí – Esa también es una opción – respondí – eso haremos – sin pensarlo dos veces, me arrastró tomado de mi mano izquierda hasta mi cuarto personal; mientras tanto, Sam ni enterado, continuó en su lectura.