“Se diría que tu mirada está velada por un vapor;
tus ojos misteriosos (¿Son azules, grises o verdes?),
a veces tiernos, a veces soñadores, a veces crueles,
reflejan la indolencia y la palidez del cielo”
Charles Baudelaire. Cielo nublado.
Todo era oscuridad, no había nada que ver, nada que saber, nada que sentir, cuando de pronto una luz se encendió y un tacón gigante pasó muy cerca de mí; me encontraba en una enorme habitación, esperen, es mi recámara, en casa de mis padres, y la niña gigantesca era yo, pero… ¿Cómo es que soy tan diminuta y a la vez tan gigantesca? Mi yo enorme vestía de negro, una blusa desgarrada y una falda, llevaba unas calcetas por encima de la rodilla de líneas, negro y morado, y unos tacones de aguja; su rostro estaba pálido y su maquillaje me dio terror, ella se sentó en un rincón y apoyando la cabeza en la pared del librero comenzó a llorar, sin pensarlo, escalé por su pierna para poder verla más cerca, estando en su rodilla pude apreciar que el brazo derecho sangraba…fue entonces que escuché un estruendo, las ventanas se habían abierto y entró una ráfaga de aire muy frío seguido de unos rojizos relámpagos, los cuales hicieron que la gigante desapareciera y yo cayera en el vacío…
Me levanté sobreexcitada, he tenido una pesadilla; al ver mi habitación tan tranquila me dirigí a la ventana, caí en cuenta de que estaba lloviendo y uno de los truenos me había despertado. Regresé a mi cama y debajo de la almohada saqué mi teléfono, eran escasamente las dos y media de la madrugada. Me acurruqué en mi cama, cubriéndome con las sábanas y al poco tiempo volví a un sueño profundo.
Unas horas más tarde, sonó mi alarma, hoy es el último día de clases, mi primo Sam ha planeado una fiesta de fin de cursos en la escuela, por lo que hoy tendré que ir con vestido a petición de él. Mi nana se ha encargado de costurarme un vestido que fuese cómodo y hermoso para lucir en los primeros días de verano… Hace exactamente un año fue el accidente que me arrebató a mi padre… Mi nana se dio cuenta de mi cambio de estado y me animó dándome a elegir el peinado que usaría, no fue difícil decidir, yo quería uno sencillo, así que escogí una coleta alta con trenzas a los lados.
Una vez que estuve lista tocaron a mi puerta, Ceci la abrió y dejó pasar a Sam antes de retirarse – te ves hermosa, prima – me alagó, sonreí – Gracias, tú también te ves bien – le devolví el cumplido, Sam vestía de traje, color azul navy, una camisa blanca y su corbata color azul celeste – Vamos…no, espera – Sam se dirigía a la puerta cuando de pronto se paró en seco y volvió a mirarme – ¿Qué? ¿Qué pasa? – Pregunté confundida – Déjame tomarte una foto – pidió sacando su celular del saco – Ay, Sam, ¿Para qué? – Negué con la cabeza indiferente – ¿Fin de cursos? – Él en cambió se burló sarcásticamente – Oh, bueno – sonreí derrotada ante su insistencia, Sam me tomó una foto – Ahora sí, vamos – Me extendió su brazo para que lo tomara, nos dirigimos a la cocina donde mis tíos nos esperaban con el desayuno servido – Buenos días, papás – saludó Sam al entrar – Buenos días, hijo, Arielle – saludó mi tío sonriente en su silla – Buenos días – respondí – Se ven muy guapos – dijo mi tía a modo de saludo – Gracias – sonreí – ¿Verdad que se ve hermosa? – preguntó Sam, está desarrollando ese pequeño hábito de sobrevalorar las cosas que hago o visto – Si, ¿Les tomo una foto? – mi tía sonrió ante el entusiasmo de mi primo – Sam ya tomó una – respondí tratado de evitar otra foto – Pero otra, los dos juntos – pidió Sam, suspiré tratando de no mostrar mi negativa y asentí, mi tía tomó la cámara mientras Sam y yo nos colocábamos para la foto, luego nos la mostró; Sam se veía muy apuesto, sus chinos se veían muy coquetos cayéndole a los lados, su piel brillaba como reflejo de la luz y sus ojos al igual que su sonrisa eran muy lindos, en verdad mostraba alegría, sin embargo, yo me veía bien, mi fleco, mi peinado, el maquillaje y el vestido hablaban por sí solas, pero mis ojos se veían apagados, tristes y mi sonrisa era fingida…
Después de desayunar, mis tíos nos llevaron a la escuela y al llegar, me sorprendí con la asombrosa decoración, mi primo se había lucido – ¿Y bien…qué te parece? – Preguntó alegre a mi lado – se ve impresionante, ¿tú lo diseñaste? – Me impresionaban los pequeños detalles que cada letra llevaba – sí, diseñé y dirigí – su sonrisa era bellísima, se reflejaba todo el orgullo que sentía; sin más, bajamos y nos dirigimos a nuestro salón, en el camino me fui asombrando de la decoración, el tema que se había elegido era el de un casino, realmente parecía uno.
Nuestro salón parecía ser una sala donde en el centro había algo tapado con una manta, en el lado de la puerta se encontraban tres mesas acomodadas; varios chicos estaban asomándose por debajo de la manta – ¡Hey, chicos! Esperen hasta después del concurso – Sam les gritó – Perdón, Sam, la curiosidad va por delante – se disculpó Esteban al ver a mi primo – Entonces, frénale, no se te vaya a escapar – bromeó, todos en el salón comenzaron a reírse, yo sonreí al ver la cara sorprendida de Santiago – ¿De qué se ríen? – Preguntó pestañeando rápido, confuso – De un pésimo chiste de aquí de los presentes – le respondí con cierta indiferencia – Oh, bueno, ¿Cómo estás? – Santiago se acercó, me saludó con un beso en la mejilla y un abrazo, Sam al percatarse me soltó para darme más libertad de movimiento; Santiago estaba muy guapo, su traje era grisáceo contrastaba con las mechas plateadas que se había hecho en su cabello castaño oscuro; su camisa blanca llevaba un bordado en el cuello, un par de estrellas azules.