Seres Almáticos. Fuerza Espiritual. Inari Masga.

1. Entre el pasado y el presente.

¿Quién diría que la vida esconde tantos misterios? ¿Cómo habría de imaginar que puedes tenerlo todo y después perderlo? Es más simple pensar que alguien pobre o de escasos recursos puede llegar a la fortuna, sin embargo, ¿alguien tiene idea de lo que se siente perderlo todo? Realmente no sé cómo sucedió, pero aquí estoy, huyendo de la policía mexicana, esta bolsa de dinero pesa más de lo que creía, ahora, debo ocultarme...

Me escondo en un bote de basura, ¡Qué denigrante! ¡Apesta a muerto! Sostengo la respiración unos instantes, escucho que las sirenas se alejan y me escabullo por un callejón, ¿qué pensaría mi madre si se enterase de lo que he hecho? Quiero que se recupere, ¿Será suficiente razón para mentirme y decir que todo estará bien?

 

Ocho años antes.

- Agradezco su asistencia a este magno evento científico, me complace llamar a tribuna al hombre más asombroso de nuestra generación, un hombre que sacrificó su juventud para lograr este avance científico que hoy podemos admirar, recibamos con un fuerte aplauso al Doctor Christian Howard, ¡Fundador de esta empresa biotécnica! - todos aclamaban a mi padre, el maestro de ceremonia le estrechaba la mano izquierda mientras la derecha la extendía hacia el logotipo de "Biohoward" iluminado; mi padre vestía de esmoquin plateado, mandado a confeccionar con un diseñador reconocido, llevaba sus lentes característicos de él y esas canas plateadas que combinaban con su traje, él, a los cuarenta y cinco años fundaba su quinta empresa, él que comenzó bastante joven su carrera como empresario, él que había sido reconocido como un genio a sus tan solos diez años, él que era mi padre...

 

Tiempo actual. 

Entré con prisa a mi casa, una casa demasiado amplia para los que vivimos aquí, mi madre estaba confinada a su cama, hasta dar con la cura de su extraña e inusual enfermedad, me dirijo a paso veloz a mi recámara, lanzo la bolsa de dinero dentro del armario, azoto la puerta y me introduzco con el ceño fruncido a la regadera, dejo que las gotas de agua humedezcan la ropa apestosa y mi cabello oscuro chorrea el agua caliente, de manera imprevista mis lágrimas comienzan a abrirse paso por mis párpados y caen en el suelo, perdiéndose en el charco que se amontona debajo de mí, suspiro, ¿a tal grado hemos llegado? ¿Habitar en una mansión sin nada que comer? Me enrabieto, me arranco la ropa con brusquedad, la lanzo contra la pared y alzo la cara para que el agua limpie las lágrimas, cierro los ojos perdiéndome en ese preciso momento... sin más, termino de ducharme y salgo rápidamente a vestirme, mi celular comienza a sonar, es un recordatorio de que debo darle de cenar a mi madre y sus respectivas medicinas. 

 

Tres años antes. 

- ¡¿Qué tan difícil se te hace entender que quiero una casa suficientemente grande?! ¡Maldición! Nuestra moneda es mucho más valorada en ese país, ¡quiero una casa que lo demuestre! - mi padre discutía por teléfono, llevaba meses diciendo sus especificaciones sobre la casa que quiere comprar  en México, no sé cuál sea su obsesión por vivir en ese país; siento un peso sobre mi hombro y me sorprendo de pronto, era mi madre, sonreía al mirarme, me dio un besoen la mejilla y sin más, entró en la oficina de mi padre, él no se percató, miraba por la ventana sin soltar el teléfono, ella hojeo las impresiones que tenía sobre el escritorio y lo que vio hizo que comenzara a reír, intentó disimular, pero mi padre la vio, ladeó la cabeza confuso, mi madre tomó una hoja y se dirigió hacia él, le brindó un beso cariñoso y se la mostró, sonrió - cállate, al parecer tu trabajo no fue en vano, mi esposa quiere la casa con la decoración griega, encárgate de calendarizar la cita con el dueño y mi abogado - habló de manera autoritaria al que estaba del otro lado de la línea, colgó y abrazó a mi madre...

 

Tiempo actual. 

Mi madre dormía plácidamente en su recámara, su cabello no era ni la décima parte de lo que fue en otro tiempo, su piel blanca era más traslúcida, se veía demacrada, el ambiente comenzaba a ser pútrido, era sin duda el inevitable final; coloqué la bandeja con comida en una mesa cerca de su cama, luego me senté en una silla enfrente, la observe unos segundos y suspiré, volví a acercarme a ella, pero esta vez, tomé su mano, se movió lentamente, despertó - Hola, cariño - saludó, su voz débil era muy baja, suspiré - Hola, madre - correspondí con una sonrisa llena de pesar - te he traído la cena, pronto llegará Milagros para revisar tus ondas vitales - anuncié mirando los cables conectados en sus manos, se nubló mi vista, me hinqué en el suelo y lloré sobre su mano, ella acarició mi cabello, silenciosa comprendiendo lo inevitable...

 

Cinco años antes.

 Mi madre acariciaba mi cabello mientras yo tocaba el piano, interpretaba una pieza de Mozart, aquel artista que provocaba en mi madre una sensación de paz; en el salón de la casa se llevaba a cabo una fiesta, en honor al nuevo producto de la empresa de mi padre que habían sacado al mercado y teniendo un inmenso éxito; algunas parejas bailaban con la música que interpretaba, otros degustaban los alimentos de la mesa del banquete; de cuando en cuando, miraba en dirección a la mesa de postres, y fue ahí, donde vi a una pareja de niños de mi edad, una chica morena, de complexión delgada con un llamativo lunar en la frente, junto a ella, un muchacho más alto con tez blanca y rizos castaños, no dejaba de tocar cuando vi que se asercó un joven ligeramente mayor a aquella pareja, él era de piel blanca, igual al otro muchacho, pero este era aún más alto y en vez de rizos como cabello lo tenía lacio y bien peinado; terminé la pieza de Mozart, agradecí los aplausos, le di un abrazo a mi madre y me dirigí a la mesa de postres, tomé un pastelillo en el momento en que percibí que alguien se acercaba a donde me encontraba, al alzar la mirada con mi pastelillo en mano, me percaté que era el muchacho de rizos - Hola, fue una excelente interpretación - me halagó, sonreí - Gracias - agradecí y enseguida mordí el pastel, era de chocolate con merengue de zarzamora; el muchacho me imitó, estuvimos en silencio unos instantes, al terminar de devorar el pastel, dejé la basura del capacillo en un pequeño bote que había debajo de la mesa, él hizo lo mismo, lo miré desconfiado - ¿Y bien...? - pregunté una tentativa - mucho gusto, me llamó Pérez, Samuel Pérez - se presentó - Howard, James Howard - estreché su mano con una sonrisa - ¡eres de México? -pregunté indeciso, él tomó una copa de sidra - Sí, así es, mexicano de hueso colorado - respondió bromista - ¿hueso colorado? - no comprendía a qué se refería, él se rió disimuladamente - es una expresión de mi país, es como decir que llevo la sangre de mi país - replicó animado observando el resto del salón, sonreí - vaya, así se identifican - dije a la deriva comprendiendo.




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