Seres Almáticos. Fuerza Espiritual. Inari Masga.

3. Apuntes de un científico

He perdido un sinnúmero de días escolares, he ignorado las constantes llamadas de Milagros, sé que ha venido a diario a dejarme comida con algunas notas que procuro responder con delicadeza para evitar ser inoportuno con la investigación que realiza al mismo tiempo que evito mencionar mi descubrimiento. 

Se ha vuelto desalentador el leer los tomos de mi padre, cada día me cuestiono más y más las enseñanzas de ellos, sus exigencias y sus determinantes decisiones; no he podido dejar de llorar entre cada etapa, más por las emociones que me generan sus palabras y recuerdos, que por la información en sí misma. Me hes complejo admitir y comprender que mi padre ha estado inmerso en el mundo que "juró destruir"; e incluso, tratar de aceptar el hecho de que no fui deseado por mi madre hasta que vio un uso en mí, es tan corrosivo que me hace cuestionar la razón de mi existencia; ahora no puedo interrogarla ni reclamarle por la sencilla razón de que ha fallecido, se llevó todos los secretos como mi padre se aseguró que hiciera.

La rabia me asfixia a tal punto que abandono el estudio secreto, dirigiéndome con ímpetu al jardín, buscando aire fresco para tratar de respirar y sobrellevar la carga emocional que se siente como una sobredosis de contradicciones; con la mezcla de energías luchando en mi interior, busco desesperadamente el celular para llamar a Milagros, más la voz no me da y comienzo a toser, el cuerpo no reacciona, siento que me voy perdiendo, la voz de ella se escucha lejana a pesar del altavoz que tengo casi pegado al oído, caigo al suelo haciendo un esfuerzo por recuperar la respiración perdiendo totalmente la batalla.

 

 

Despierto en mi habitación, me han colocado un suero por intravenosa, respiro aliviado de recuperar la consciencia; Milagros se acerca al notar mis movimientos - ¿Cómo te sientes? - su voz suena dura, posiblemente preocupada - aliviado de poder respirar - admito colocando mis manos sobre mis párpados - ¿Qué sucedió? - suaviza su tono de voz y siento su calor en mis manos - no lo sé, estaba recordando a mis padres y me sentí excedido de emociones, salí al patio cuando de pronto dejé de respirar, como si me ahogara - ella asintió en silencio - ¿irías con un psicólogo? - su pregunta me tomó desprevenido - no estoy loco - respondí a la defensiva - no lo estás - asintió dándome la razón, la miré confundido - ¿por qué habría de ir con un psicólogo? - interrogué desorientado - por lo que mencionaste, podría considerarse como un ataque o crisis de ansiedad, lo razonable sería a causa del traumatismo del fallecimiento de tus padres - explicó calmadamente y con el brillo en sus ojos que surje cada vez que me trata como niño; bajé mis defensas comprendiendo su preocupación. 

Una vez que me aseguraron que no necesitaba el suero, fui dirigido al primer centro de rehabilitación que mi padre reconstruyó cuando comenzó su labor, se lo compró a una doctora que sigue siendo la directora - Buenos días, joven James - saluda la hermosa doctora - buenos días, doctora Esther - correspondí educadamente - tenía tiempo que no nos otorgaba su presencia, ¿Cómo se encuentra? - bajó la tabla de madera que llevaba, fijándose en su reloj de pulsera y centrando su mirada en mi - me encuentro desorientado, he venido a buscar de tu asesoría - su sorpresa ante mis palabras directas es tal, que suelta la tabla, y es Milagros quién se acerca a levantarla - buenos días, doctora, tiempo sin verla - saluda con una expresión arrogante; desconozco su relación, más estoy al tanto de su mutuo conocimiento - detective - Esther acepta la tabla y cambia su expresión a seriedad - acompáñenme a la oficina - nos dirige una mirada de complicidad y camina delante de nosotros, Milagros me arrastra del codo cuando se percata de mi nula intención de avanzar.

La oficina de papá es inmensa, el ventanal permite una imagen completa del patio central de la clínica, las cortinas son corridas por Esther, encendiendo la lámpara de escritorio para alumbrar de manera exclusiva la pila de papeles - ¿Qué tramas, Milagros? - su actitud desencaja con la amabilidad acostumbrada - sabes perfectamente que llevo más de una década trabajando para los Howard, por lo tanto, estoy al corriente de tus pacientes y del perfil de cada uno de tus empleados - Milagros se sienta en una de las sillas frente a la doctora, toma una postura relajada, saca un cigarro y lo enciende bajo la mirada fulminante de la mujer de bata - ¿Qué tramas? - insiste en voz dura - no estoy aquí para llevarme a nadie, si esa es tu principal preocupación - suelta el humo en medio de una sonrisa que denota burla - ¿Qué tramas? - por unos instantes, la mujer ruda guarda silencio, disfrutando del cigarro hasta que esté se apaga en sus dedos - requiero los servicios de Abril - se levanta a encender la luz y jala el bote de basura, para nuevamente tomar asiento, la doctora suspira aliviada - ¿Tenías que ser tan arrogante para solicitar ayuda profesional? - saca la pistola de su cinturón y lo guarda en el cajón del escritorio, sentándose más tranquila, extiende la mano señalando la silla vacía en una clara invitación a sentarme, y lo hago sintiéndome incómodo con la escena que acabo de presenciar.

Milagros le narra a la doctora a grandes rasgos lo acontecido con mamá y los descubrimientos del laboratorio, incluso le da detalles de la crisis de ansiedad que acabo de experimentar, los delirios que desconocía del tiempo que estuve inconsciente. A cada parte, Esther asentía con calma, generando la sensación de estar consciente o, con mayor información sobre el tema. Comentan algunos casos que evaluó la mencionada Abril, más en ningún momento aclaran si es psicóloga, asesora o doctora; escucho atento de cada fragmento sin interferir en la charla, ya que la confianza de ambas mujeres es tal que se entienden hasta en lenguaje selectivo, pareciera que tienen algún código. Mi instinto quiere investigar y comprender la conversación que sostienen, más la sensación de inutilidad comienza a crearme una adrenalina que me hace salir a buscar algo que golpear. Por instantes pierdo la razón, destruyendo los vidrios de los pasillos, asotando las macetas y buscando la salida para huir de este malestar que no logro contener.




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