Seres Almáticos. Fuerza Espiritual. Inari Masga.

7. De agresor a estudiante modelo...

He intentado de todo para acercarme a Arielle, y sigo asustándola cada vez que tengo un arranque de ira, me ha visto tomar mis pastillas después de una rabieta; sin embargo, eso no justifica que mi inestabilidad la aleje, no sé cómo hacerle entender que su energía tormentosa me ha hecho sentir vivo, que me levantó del suelo cuando ya no encontraba fuerzas para hacerlo.

Cada vez que un profesor propone un debate, ella es la que argumenta más, grita más, se enoja más y hace lo que quiere en cada ocasión; saca su lado filosófico, histórico, y, hasta el infantil cuando va perdiendo o siente que no logra imponer sus ideas.

Sigo peleándole a Sam el que no me la haya presentado antes, sigo peleándole que no me ayude a enamorarla, sigo peleándole que no me permita acercarme.

Saludé a mis amigos en la entrada, y con señas me informaron que Sam estaba en mi lugar y que llevaban rato ahí, el cólera se me subió, pierdo totalmente el control sobre mí, y comienzo a gritar que ella es mía, mis amigos me respaldan a sabiendas de que es peor querer pararme; al final de día, son los únicos dos que conocen mis actividades nocturnas.

La besé, la besé a la fuerza, no pude detenerme, no pude contenerme; la lastimé, mi fuerza y mi tamaño impidieron que se soltara de mi agarre y luego la sometí a mi beso colocando mi mano detrás de su cabello; inhalé su perfume, una mezcla entre rosas y cítricos, me estoy volviendo loco con ésta inestabilidad y ésta pasión desenfrenada que tengo al verla.

El impacto de un golpe en mi mandíbula hizo que despertara del estado hipnótico que sentía en sus labios, Sam tomó coraje para confrontarme y por reacción alejé a Arielle, la patada de Sam fue certera a la hora de lastimar mi estómago, me quedé sin aire el suficiente tiempo para encender mi instinto de sobrevivencia – ¡Alto ya! – el grito de Arielle me sacó de mi ira –…estaré contigo… – lloró –…pero deja en paz a Sam – intenté sonreír por el alivio que sentía, aunque no estaba seguro del por qué me sentía fatal al mirarla en ese estado vulnerable, di un paso hacia ella y la chica misteriosa se interpuso en mi camino – Ni lo intentes, no dejaré que pase, ella no te ama, ¿Entiendes eso? – me enfrentó, sus palabras fueron un golpe de realidad – Aprenderá a hacerlo – la contradije en un intento de reprimir la ansiedad que comenzaba a doler en el pecho, vi cómo se enfureció más apretando los puños – ni lo intentes – repitió, y la risa nerviosa me paralizó, sé que estoy mal, que debo parar, que necesito el medicamento, volver con Abril y sacar esto que duele – ¡Yo no peleo con mujeres! Ustedes nada más sirven para complacernos – las palabras salían como dagas, era una sarta de mentiras, yo no pienso eso, estoy repitiendo palabras sin sentido y mi maldito nerviosismo provocó más a Samuel, quiero parar, necesito parar; el tono rojizo de su cara era encendido, no es la primera vez que lo veo con ese color, cada que pierden un partido anda así hasta las regaderas, al levantarse se colocó a lado de Daxne – ¿Tienes miedo de perder contra mí, Shek? – ella tronó los dedos de la mano en torno a una amenaza, se escuchó un murmullo en todo el salón, nuevamente se encendió mi enojo – ¿Cómo me llamaste? – Dax sonrió – ¿Estás sordo? Te llamé Shek – la sonrisa de ella era indescriptible, entre satisfacción y cierto pesar, por otro lado, Sam tenía el cuerpo rígido – Te enseñaré a quedarte callada – me quité el suéter completamente cegado, luego me aventé en dirección de ella, Sam la empujó en un segundo, Dax retrocedió sorprendida, y aunque no logré a tocarla, sí me liberé del agarre que intentó hacer Sam aplastando los lentes de la chica misteriosa en el acto; la maestra llegó precisamente en ese momento, no dijo nada, el estruendo de un cristal fue lo que nos llamó la atención, un vaso se derramó en el suelo, a los pies de ella.

Los ojos de Daxne me transportaron a mis recuerdos, su mirada era igual de salvaje a la chica que nos rescató a mis padres y a mí, aquella que idolatraba a Ganesha, salí del salón directo a la enfermería, llamando a Milagros – me encuentro mal, no he podido detener la crisis de ansiedad y me he encontrado con una situación complicada – me encerré en una de las habitaciones del área médica donde realizamos nuestras actividades académicas; lloré amargamente, cada maldita palabra que dije, cada maldita palabra recibida, su llanto, su miedo; la mirada felina de esa mujer, el recuerdo de aquella niña, no pueden ser la misma persona, ¿o sí?

Milagros apareció detrás de la puerta, su cabello caía al asomar la cabeza – ¿tranquilo? – su voz sonaba preocupada, otra vez la he alarmado – ¿por qué soy un monstruo? – cuestioné con la voz entrecortada – no lo eres – me sobó la espalda mientras volvía a colocar mi cabeza sobre mis brazos – cada vez que trato de acercarme a la chica que me gusta, termino montando un número de terror, se me cae la cara de vergüenza, ha de pensar que soy un monstruo – expliqué en resumen, suspiró – todos aquí saben que has estado enfrentando un sinnúmero de eventualidades traumáticas, todos aquí saben que no actúas por ti mismo, seguramente comprende la situación – sus palabras logran calmarme – pero, eso no hará que justifique el sentimiento enfermizo que tengo por ella, parece obsesión en lugar de enamoramiento – me seco las lágrimas y trato de respirar con más calma – con el tiempo lograrás estabilizarte y así pensar en cómo enmendar los errores que cometas, el primer amor no es perfecto, así que, no te preocupes de más, recuerda lo que dijo Abril – me abraza – un día a la vez – respondo – un día a la vez – repite.




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