Seres Almáticos. Fuerza Espiritual. Inari Masga.

12. Raat. Parte 2.

Una vez que se hubo marchado aquel ser de luz en forma de mujer, la muchacha supo lo que debía hacer para destruir a la secta que la quería traicionar, desde el teléfono del hotel llamó a la casa de Luis, quien no tardó en responder, "¿qué es lo que sigue?",preguntó a modo de saludo, adivinando quién era la que lo llamaba, "escribirás a computadora una carta anónima diciendo que encontrarán a la secta ofensora en la caverna de ganesha, debes entregarla por la mañana, después convencer a la secta de rezarle a ganesha por la oposición de personas que los inculpan en su cara ante todo el país", ordenó con un tono de voz demasiado frío que Luis no la reconoció, "Maharatta, ¿estás segura?", vaciló el hombre al otro lado de la línea, "estoy segura de que destruiremos esa secta, ganesha está molesto de que hayan despreciado sus dones", indicó explicando letra por letra las palabras del ser, el cual se proclamaba ser ganesha y le molestaba perder el control de los hombres que habían jurado obedecerle al crear esa secta, "de acuerdo, lo haré, ¿cuándo regresas?", preguntó al cabo de unos instantes de reflexión, "no lo sé, mis padres arreglan unos negocios", respondió con frustración, ella debería encargarse de la secta, no estar perdiendo la razón cerca de aquel joven que enloquecía su joven corazón.

 

Pasado un tiempo, se percató de que no lograba conciliar el sueño, la caja de los pastelillos estaba inerte en el contenedor de basura, no había nada qué comer, suspiró; se vistió con ropa sencilla, tomó la llave de su habitación, el dinero que cambió a la moneda nacional y bajó tranquilamente por las escaleras en dirección al restaurante, confió en que hubiese alguien que pudiese tener un poco de compasión por aquella pobre alma que buscaba un poco de alimento para ocultar su tristeza. Estando en la entrada vio las luces apagadas, por lo que buscó el reloj, eran las dos de la mañana, suspiró caminando a la entrada del hotel, vio al recepcionista, "¿puedo ayudarle en algo?", preguntó con una sonrisa amable, ella se aclaró la voz y trató de hablar en español, no era que se le dificultara, sino el choque de emociones que la atormentaba, "si, quiero saber a qué hora abre el restaurante", indicó con pena fingida, "abre a las ocho de la mañana, señoria", respondió el recepcionista mirando el reloj de su muñeca, ella suspiró, "¿habrá algún problema si salgo a la calle y regreso dentro de un par de horas?", preguntó dubitativa, "no, señorita, sólo debe registrarse con el guardia, él la dejará salir y entrar sin problemas", indicó sonriente, con un gesto la muchacha agradeció tranquilamente, pensó por unos momentos lo que debía hacer, suspiró, caminó hacia el guardia, quien leía el periódico, "disculpe, me dijeron que debo registrarme para salir y entrar", comentó la muchacha con voz inocente, el viejo guardia la miró por unos segundos y luego le ntregó un lapicero, señaló la línea donde debía escribir en un libro abierto, ella colocó su nombre, su habitación y la hora de salida; recorrió las calles silenciosas, buscaba una tienda que estuviese abierta; después de avanzar cuatro o cinco cuadras, visualizó una tienda, estaba muy iluminada, entró lentamente, los muchachos del mostrador tenían la mirada absorta en una revista, ella se dirigió por el pasillo de las frituras, cogió algunas bolsas, luego tomó botellas de jugo, unos chicles y chocolates; colocó todo en el mostrador y uno de los jovenes se vio obligado a dejar la revista para atenderle, ninguno de los dos expresó palabra, cogió su bolsa y salió de vuelta al hotel; no había caminado tanto cuando escuchó a un gato llorar, caminó en busca del sonido y halló a dos muchachos golpeando al pobre e indeciso animal, se enfureció la chica soltando su compra de manera silenciosa, sacó su daga del pantalón y arremetió contra ambos jóvenes, "si van a torturar a alguien, que sea de su tamaño, cobardes", su voz denotaba el odio que le provocaban con semejante acto; una vez que estos salieron corriendo con el miedo en cada fibra de su piel, la muchacha examinó las heridas del pequeño felino, hallándolas de gravedad y suspirando ante lo inevitable, le dio un par de caricias amables, un beso y sin que el pequeño lo esperara le clavó la daga en el cuello dandole el descanso eterno que acabaría con su agonía.

En la entrada se encontraba el viejo guardia dormido, firmó la hora de entrada y sin hacer ruido volvió a su habitación; teniendo contra su pecho la bolsa con sus compras, encendió las luces, abrió la bolsa de frituras y vio que estaban rotas, ¿habrán caído sobre ellas? Suspiró, comió algunas, se levantó y tomó la carta que había guardado en su equipaje, la leyó...

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Estimada señorita Oliveira, realmente espero que sea grata su estadía en México;

 si usted y sus padres están de acuerdo, me gustaría invitarla a salir, pero no una salida de negocios o de compromisos;

sino una salida para conocerla. Espero su respuesta.

Siempre suyo:

Samuel Pérez Cortés.

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Sus ojos lagrimaban, no podía creer que esas palabras de cortesía su madre las haya interpretado como un deseo de compromiso; se acercó al baño junto a la cama, había unas hojas y un lapicero, escribió...

 

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Estimado joven Samuel, me halaga su interés por conocernos, pero me temo, que sus palabras han sido mal interpretadas.

En nuestra religión indica que si un joven se interesa por conocer a una doncella, éste debe comprometerse; grande es mi temor, de que mis pdres sugieran nuestra unión sin siquiera explicarle la tradición religiosa, por lo que me tomo la libertad de explicarselo, así, cuando lo inevitable suceda, sus padres y usted estén enterados.




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