"Era una noche lluviosa cuando tú madre llegó a las puertas de ésta Hacienda, ella sabía que aquí educamos a los hijos no deseados pero obligados a parir por nuestra costumbre; tu madre era bastante joven, tenía ambiciones muy marcadas y tu padre era una bestia."
La muchacha se despertó asustada, una tormenta pasaba por fuera de la ventana del hotel, en unas horas regresarían a su país; las palabras de la anciana mujer que la educó siendo una niña pequeña se habían quedado en su mente, no eran un recuerdo agradable y la mayoría de las ocasiones las reprimía para olvidarlas; sin embargo, por más que luchó en volver a dormir, aquellas ideas no salían de su mente.
Se levantó suspirando, encendió las luces y se puso a redactar lo que recordaba de aquellos años, la ropa rota y mugrienta con la que dormía a altas horas de la noche, el sinnúmero de veces que la atraparon al escaparse de la Hacienda, la comida que robaba y las múltiples heridas con las que regresaba después de pelear con bravucones que querían someterla; las lágrimas brotaban en silencio, como siempre han sido, un remolino de emociones silenciosas buscando cómo abrirse paso entre sus ojos de colores extraños, ojos azul y verde que causaron una gran contienda entre sus padres, además de la abuela materna, el hermano de su padre tenía matices de esas tonalidades, por lo que en un arranque de ira, trató de sacarle los ojos a la bebé de tan sólo tres años, creyendo que era el fruto de una infidelidad. Más la abuela materna intervino realizando un estudio de paternidad en el extranjero, con médicos certificados para calmar la furia del señor Oliveira y salvaguardar la vida de la criatura; este, al ver su error, la mandó a la Hacienda a crecer lejos de ellos, ya que la culpa lo atormentaba.
La muchacha se detuvo unos instantes para respirar profundo, era doloroso recordar aquel día en que su propio padre la sujetaba del cuello y buscaba con qué sacarle los ojos, el miedo irracional que sintió y el alivio de vivir lejos de él; más la vida no es un jardin de rosas, dado a que su tranquilidad poco le duraba.
El canto de las aves eran el despertador favorito de la muchacha, se asomó por la ventana a disfrutar de la brisa que había dejado la lluvia a su paso; al poco tiempo se sumergió en la regadera del cuarto de baño, quitar el dolor emocional era casi igual de pesado que el dolor muscular, su cabello rizado era difícil de peinar, por lo que llamó a su madre para que viniera a ayudarle; la señora Denali la frecuentaba en cada cambio de estación, asegurándose de que se alimentara bien, pero, sobretodo, para aliviar su carga emocional por la culpa que llevaba consigo, sí le había sido infiel a su marido, pero después de que la niña naciera; la señora Denali llegó a la habitación con su maleta de maquillaje y algunos vestidos tradicionales, la muchacha ocultó su sorpresa y obedeció las indicaciones.
Al cabo de unas horas, ambas mujeres bajaron al restaurante y visualizaron a la familia Pérez, el joven Samuel vestía con prendas similares a las de ella, su mirada se empañó con alegría silenciosa y él notó ese atisbo de felicidad, solicitando permiso para abrazarla, fue directo a su encuentro, "eres una mujer tremendamente hermosa, no dejes que esto te afecte", le susurró al notar los pequeños temblores, ella asintió; "Señor y señora Pérez, les agradezco su comprensión sobre las costumbres de nuestra familia, y, aún más, por este viejo hombre que intenta complacer los caprichos de su hija para no verla sufrir en un matrimonio desigual, como la señora Denali y yo enfrentamos...disculpen, cómo les decía, le agradezco joven Samuel por interesarse en mi hija, aún son jóvenes, pero, un matrimonio no se planea en poco tiempo, prometemos traer a la novia en tres años para que renovemos el compromiso y llevemos la fiesta de consumación en nuestras tierras", las palabras emotivas del señor Oliveira denotaban mucho nostalgia y esperanza, la muchacha no podía creer lo que observaba, su padre lloraba delante de ella y su, ahora, prometido.
Tomaron fotos para el periódico internacional y firmaron los contratos matrimoniales y empresariales donde unían sus negocios, el señor Oliveira fundaría una sucursal de la empresa de la familia Pérez, y, los nombrados construirían la casa de los jóvenes.
.
.
.
"Maharrata"
.
.
.
"Maharrata"
.
.
.
"Maharrata"
.
.
.
Los altavoces del aeropuerto pronunciaban su sobrenombre, nadie de su familia conocía ese secreto, nadie conocía su identidad, por lo que su joven corazón comenzó a temer cuando oyó su sobrenombre en aquel lugar.
.
.
.
"Maharrata, ¿Ya olvidaste tu error?"
.
.
.
¿Error?, pensó la joven, ella había cumplido con la misión, robó la estatua de Ganesha y la había llevado ante los ojos de todos; incluso había presenciado las conversaciones de traición contra ella; ocultó su molestar y se mantuvo cerca de su madre, imitando la postura de la mayoría de jóvenes.