Seres

Capitulo 2

Salió de clase con un nudo en la garganta y con ganas de vomitar. Gina había estado tan desesperada que había metido la mano en el fuego para tratar de controlarlo y terminó con la mano llena de ampollas, enrojecida y en muy malas condiciones. Estaba llorando y gritando de rabia y frustración, conocía muy bien esos sentimientos, pero nunca había cruzado esa línea de poner su vida en riesgo con tal de conseguir un don. Las chances que tenían de conseguir un don en clase eran casi nulas, solo un diez por ciento de los Garlets conseguía su don en clases, el otro sesenta por ciento en situaciones drásticas y el otro porcentaje, bueno, nunca lo lograba.

No podía quitarse los gritos de Gina de la mente, sin mencionar que la profesora no había hecho nada para evitarlo. Si se detenía lo suficiente para analizar sus clases y lo que sus profesores estaban dispuestos a dejar pasar con tal de que cualquier consiguiera un don es su clase, era más que siniestro, y aun así esa palabra se quedaba corta.

Para los demás alumnos eran invisibles, de los pocos que se habían acercado a hablar con ella, al enterarse que era una Garlet sin don, simplemente se alejaban como si no estuviera allí. Eran todos unos hipócritas, aunque no se atrevía a decírselos en la cara. Prefería pasar desapercibida a ser el punto de burlas.

Sus pasos eran muy pequeños, quería retrasar todo lo posible su ingreso al laboratorio y ser lo suficientemente valiente como para salir de ese lugar y pedirles a sus padres asistir a una escuela normal, pero no se atrevía a enfrentarse al general ni a su mirada de desilusión. Su padre no había perdido la esperanza pero ella ya estaba cansada y una vida tranquila en una escuela normal le agradaba, pero esa no era vida para la hija de un general y menos ser parte del porcentaje que no lo logra.

Estaba llegando tarde a su clase, así que respiró hondo y aceleró su paso hasta caminar a una velocidad normal. Tenía que ser optimista, cada clase que asistía debía ser un logro personal y todo lo aprendido lo usaría en su beneficio. Casi no quedaba nadie en el pasillo y no quería llegar tan tarde, apretó cada vez el paso hasta que alguien se puso frente ella haciendo que chocara.

- Lo siento, es que est....

- Vaya, vaya, vaya... qué sorpresa siempre pensé que los que no tienen don no deberían ser llamados Garlets ya que no tienen uno y que deberían quedarse en su lugar, pero claro, ni siquiera sabes cuál es ese lugar, ¿no?

Mierda, mierda, mierda. Dos chicos más aparecieron y todos eran, no solo mayores en edad, sino también en tamaño. Se mordió los labios y se obligó a callarse hasta tener una respuesta que no le trajera problemas, la mirada del chico platinado cada vez era más intensa, lo que quería decir que guardar silencio no era una opción. Tal vez, si le decía que tenía razón y se iba, la dejarían en paz y solo la insultarían.

- ¿Qué pasa, te quedaste sin palabras? No te preocupes, estoy seguro de que esto será inolvidable para mí, al menos.

Comenzó a retroceder hasta que uno de los chicos la agarró de los brazos y la inmovilizó para que se quedara frente al chico platinado. El ladeo la cabeza hacia un costado y cuando estuvo a punto de gritar pidiendo ayuda sintió que algo le oprimía la garganta. Trató de abrir la boca y respirar, pero era inútil, el aire no ingresaba en sus pulmones, su cuerpo cada vez se sentía más pesado y millones de destellos brillaban ante sus ojos. La opresión de su garganta desapareció y cuando al fin pudo volver a respirar, el chico que la tenía sujetada de los brazos la soltó y cayó rendida al piso.

Por un momento, pensó que eso sería todo, que la dejarían allí inconsciente y se irían, pero estaba muy equivocada, ese era solo el comienzo. El suelo se volvió como agua a su alrededor, sujetando sus manos y pies, y volvió a solidificarse dejándola atrapada en el piso sin poder levantarse. Comenzó a temblar y las lágrimas se apoderaron de sus ojos, estaba en shock y tan asustada que no podía abrir la boca para pedir ayuda. Escuchó pasos acercándose, levantó la mirada y le dio un vuelco al corazón, cerró los ojos con fuerza, preparándose para el impacto de la patada que se dirigía directamente a su rostro.

Estaba aturdida y muerta de miedo, lloro sin control. Su rostro latía de una manera atroz y su cabello se le pegaba el rostro gracias a las lágrimas, mocos y sangre. Presa del pánico, rugió de dolor cuando algo le atravesó el pecho, como si le hubieran clavado una espada allí mismo, sus oídos pitaban y su cabeza estallaba de un dolor agudo e insoportable. Se moría y ellos se estaban divirtiendo.

No era que amaba hacer eso, aunque en un inicio parecía una buena idea vengarse de aquellos que los había molestado, eso los había hecho amigos, los mejores amigos pero ya habían comenzado a cruzar un límite y no sabía cómo enfrentarse a ellos ni cómo alejarse de sus mejores amigos. Así que allí estaban, ellos tres torturando a una pobre chica sin razón alguna, pero para alguien como Alex, ser un Garlet era una razón muy buena para aquello. La chica se retorcía en el piso mientras que Alex disfrutaba de aquello, no tenía ninguna duda y luego estaba el alter ego de Jared, era increíble como él podía convertirse cuando Alex estaba cerca o lejos y sin duda, le caía mejor Jared cuando estaba lejos de Alex. La amistad que una vez los había salvado, ahora lo asfixiaba y angustiaba, no sabia que hacer, a su vez quería alejarse de ellos pero no podía.

- Muéstrale quienes mandan aquí- fueron las palabras de aliento que le dio Alex, al parecer era su turno.

Se acercó a la chica que estaba desplomada en el piso temblando y sollozando, la agarró de su remera y con un simple movimiento la levantó, liberándola del suelo. La chica era tan liviana como una pluma, la mirada de Alex le quemaba la nuca así que con violencia la estampo contra la pared, la tenía sujeta a la altura de sus ojos y se quedó asombrado. No podía negar que la chica tenía unos bonitos ojos de color miel, era una lástima que estuvieran rojos de tanto llorar y tuvieran esa expresión de sufrimiento y dolor en su mirada, quizás esa mirada provocó que la soltara. La chica se desplomó a sus pies y el deseo no haberla soltado del modo que lo hizo; pero al menos la había soltado y eso era algo.




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