Capitulo 10

Los estruendos resonaban en todo el lugar, solo podía irse una vez que se quedara sin balas y con suerte había disparado tres veces. Odiaba con todo su ser practicar tiro, le ponía los nervios de punta. La pistola era bastante pesada y cada vez que disparaba, el arma le golpeaba el pecho y como era de esperarse, en ninguno de sus tiros la bala impactó en el blanco.

- ¡Vamos Douglas, sos la última que falta! – ladro Smitch, quien estaba a cargo de ellos.

Cerró los ojos y disparó hasta quedarse sin balas. Como era de esperarse, el blanco estaba inmaculado, sin ganas dejó la pistola y siguió a los demás. Odiaba estar ahí. Primero su padre la había separado de sus amigas y después la había obligado a entrenar. Todos los que estaban ahí eran Garlets, a excepción de unas pocas personas, y estaban obligados a entrenar con armas de fuego y de forma física. Sin mencionar, que ella era la única obligada a continuar con sus clases para obtener un don y de que era la única menor de dieciocho años.

Entrenar su búsqueda del don en ese lugar, era mil veces peor que en la escuela. Sus clases eran brutales y no tenían piedad, haciendo parecer sus antiguas clases una maravilla paradisiaca. Al principio tenía tres veces a la semana, pero para su suerte, Miguel intervino y pasó a tener entrenamiento una vez a la semana.

Lo único bueno que tenía aquel lugar, era que no estaba sola. Lo tenía a Miguel. Sabía que su mamá estaba a salvo y hablaba con ella casi todas las noches, pero no se le permitía estar allí y eso que Miguel había tratado de hacer todo lo posible. Su padre no la quería allí porque creía que sería una distracción para ella.

Lo peor de aquel lugar era Aiden, debido a su don se les ocurrió mandarlo allí con ellos. Cuando lo vio por primera vez, estaba segura de que había estado a punto de orinarse encima del miedo. Cathie se sentía paranoica, pero tenía razón al estarlo, cada vez que se volteaba, él estaba detrás de ella mirándola. Los primeros días no pudo dormir por miedo de que él entrara a su cuarto y la golpeara, pero al transcurrir los días, volvió a conciliar el sueño, pero cada vez que lo veía no paraba de temblar hasta que él se iba. Sin mencionar de que entrenaban juntos.

Recibían el mismo entrenamiento que ellos, pero él no molestaba a nadie. Incluso escucho a algunos decir que él era simpático y algo tímido, pero Cathie prefería ser precavida y evitarlo lo máximo posible.

Los días pasaban lentos al igual que las semanas y los meses, tan solo ella quería volver a casa y ver a sus amigos, pero lamentablemente eso no era posible.

La única buena noticia, llegó un mes después. Era una carta de Amara, no sabía cómo había logrado comunicarse con ella, pero Amara a través de una carta le informó de sus nuevas libertades. Así que, una vez a la semana, gracias a la ayuda de Miguel y Taylor, ellas podían seguir en contacto.

Debido a su posición, tenía una habitación solo para ella, pero se sentía sola, el tener amigas la había malacostumbrado. Hablaba con alguna de las chicas, pero al ser mayores, no mostraban mucho interés en hablar con ella, solo eran amables y cordiales, nada más. A la única que podía llamar una amiga, era Rene, ella era agradable pero de una forma extraña.

Como todas las tardes, emprendió su recorrido por toda la instalación. La había recorrido tantas veces hasta el punto que podría hacerlo sin mirar o en plena oscuridad sin tropezar con nada. Deambulo aburrida por horas, podía ir con Rene pero no tenía ganas de estar con ella, muy en el fondo sabía que no eran tan amigas. Solo eran amigas de conveniencia porque nadie quería hablar con ellas y por esa misma razón habían comenzado a pasar tiempo juntas.

El aburrimiento la llevó de vuelta a la sala de tiro, al no tener nada que hacer y estar completamente aburrida, decidió practicar. Tal vez tenía suerte y lograba mejorar, también se conformaba con perderle un poco de miedo.

Respiro hondo y trató de relajarse, tal vez, al estar sola lograba concentrarse, pero no hubo caso. Era pésima, no importaba las formas diferentes que había intentado o le había recomendado, siempre fallaba. Llegó a la conclusión de que ella era el problema y no la pistola.

Se dio por vencida y decidió dejarlo e ir a acostarse a la cama a mirar el techo. Se sentía frustrada, cansada y de mal humor, como solía sentirse a principio de año. Aunque aquel lugar no era como la escuela, de cierta manera se sentía igual, solo que ahora no solo era su falta de don, sino su falta de habilidades.

Su padre podía pedir que fueran más exigentes en la escuela, pero que lo fueran ya depende de la escuela, en ese lugar, él era el jefe. Así que si pedía que fueran más exigentes con ella, sus subordinados lo hacían y la única que pagaba las consecuencias era ella. A veces pensaba que si no fuera porque Miguel estaba con ella, a la primera oportunidad hubiera escapado. Cathie solo quería ser libre de ser quien era, pero seguía siendo una prisionera, forzada a convertirse en una persona que ella no quería ser.

Camino hasta la salida hasta que algo fuerte se interpuso en su camino y estuvo a punto de caerse, pero esa persona la agarró del brazo antes de que se encontrara con su viejo amigo, el piso, que al parecer la extrañaba demasiado y la quería junto a él.

- Perdón – exclamó una voz conocida. Aquella voz le produjo que un escalofrío le recorriera la columna vertebral.

- Está bie-bienn, no te pre..ocupes. - Aiden la sostenía con la mano, como si fuera una pluma, algo insignificante que podría romper con solo apretar el puño. El corazón comenzó a palpitar con más fuerza cuando vio que él no soltaba su agarre, se predispuso a gritar pidiendo ayuda, pero él la soltó.

- Lo siento, Cathie.

- Ya te dije que estoy bien, no fue na...

- No te estaba pidiendo perdón por esto...- la interrumpió – Te quería pedir disculpas por lo... de... emm... bueno... - respiro hondo- Lo siento, fui un idiota. Lo siento mucho- y una vez que hablo no paró- Quería disculparme antes pero tus amigas me miraban como si quisieran matarme y deshacerse de mi cuerpo.