Desde muy niña encontré mi vocación, soy la hija mayor y única mujer de doce hermanos, mi madre falleció en el último parto, tendría yo unos veinte años, estaba por terminar mi licenciatura en pedagogía, sabía más o menos lo que necesitaba para cuidar de mis hermanos, más la gran diferencia que había entre carácter y carácter, de uno a otro, me generaba mucho estrés, planeaba seguir estudiando y trabajando cuando ingresé a la universidad, sin embargo, el hermano que sigue después de mí decidió casarse, con tan sólo dieciocho años; su mujer era un año mayor que él y sabía nuestra historia, ella se enfocó a cuidar de nuestros hermanos mientras mi padre, Esteban y yo seguíamos trabajando.
Mirna era una mujer muy fuerte, a pesar de ser menor que yo, me demostró que el amor era inmerecido, algo que se otorgaba por placer, por gracia, e incluso, por misericordia. Ella leía constantemente un viejo libro religioso, ella alegaba que no era religión, sino una guía de vida, un manual que te permitía entender lecciones antes de pasar por experiencias desagradables, ella decía que si ponías a prueba los proverbios entre seguirlos e ignorarlos, tendrían resultados diferentes, de alguna manera sus explicaciones terminaban mezcladas con clases de psicología, lo cual me ayudaba a aplicar en mis estudios.
Un día, en mi último semestre, conocí a una pareja, el asesor me llamó a su oficina, creí por un momento que se debía a mis constantes faltas, dado al horario del trabajo; me sorprendió mucho cuando me presentó a la señora Veatriz y al señor Eduardo, ella era mexicana y él parisino.
- Cecilia, ellos son una pareja de empresarios, son esposos, y están solicitando a una pedagoga, les he recomendado que te conozcan a ti, sé que trabajas y estudias, y aún así, tienes el segundo lugar en rendimiento académico - explicó el asesor, moviendo sus lentes sobre la nariz, su rostro mostraba un exceso cansancio, quizás estrés, ¿quiénes son éstas personas?
Suspiré con un poco de alivio, no me había percatado de la tensión que mis hombros sostenían, moví mi cuello tratando de relajar mi postura, sonreí apenada - mucho gusto, ¿en qué les puedo servir? - coloqué mis manos sobre ambas rodillas, tratando de parecer formal; el señor Eduardo sonrió y besó la cabeza de su esposa, quién estaba recargada en su hombro, intentó ocultar un susurro - mi esposo y yo queremos una niñera, pero no queremos a cualquier persona, nosotros tenemos negocios internacionales, por lo tanto, queremos a alguien que domine el español, el francés y el inglés, además de ello, planeamos ofrecer un estilo de vida donde además de cuidar a nuestros hijos se vuelva parte de la familia, básicamente queremos contratar a una hija mayor - la señora Veatriz sonrió al final, parecía divertida con la última parte, ¿contratar a una hija mayor? Es similar a la adopción, ¿no?
Los miré con sorpresa y curiosidad, ladee mi cabeza a la izquierda, tratando de comprender sus palabras, están pidiendo tres idiomas, yo sólo domino dos, me falta uno, traté de sonreír, pero fue más una mueca - yo no sé francés - admití con humildad, el señor volvió a susurrar en el oído de su esposa, ella apretó los labios, ocultando una risa - tendrás tiempo para aprender, si eso deseas, te enlistaré los beneficios de nuestra oferta, tengo un mes de embarazo, y a ti te faltan dos meses para graduarte, si aceptas nuestra oferta podrás dejar tu otro empleo y matricular las clases de francés, el sueldo mensual que te ofrecemos es de diez mil pesos mexicanos, con la intención de apoyar a tu familia y tus estudios; una vez que te hayas graduado, tomarás cursos de atención médica, con ello podrás cuidarme en el último trimestre de mi embarazo, para entonces te irías a vivir con nosotros en Francia, y podrás perfeccionar el idioma - la señora Veatriz hablaba de manera pausada, su respiración estaba un poco agitada, ¿tendrá algún problema de salud? Hice un gran esfuerzo en mantener la postura cuando mencionó la paga, es el doble de lo que gano en el restaurante, con ello podría pagar los uniformes de los gemelos que ingresan a la secundaria.
El asesor se aclaró la garganta, llamando mi atención, él acomodó su corbata - Ceci, es preciso que respondas, si aceptas, la universidad acomodaría las clases de francés dentro de tu actual horario - sus palabras eran suaves, causándome una gran impresión que no pude esconder, la boca se me cayó, parpadee varias veces para tratar de discernir si esto era un sueño, era demasiado increíble para ser real.
Acentí de manera intuitiva, seguía atónita con la oferta y las facilidades que me ofrecían, aún no me he graduado y ya tengo trabajo en mi área.
El asesor pasó unas hojas que leí sin ocultar el asombro que seguía acumulándose en mi rostro, era un contrato donde estipulaba que mi familia y yo contaríamos con seguro social, beca académica y el sueldo que anteriormente mencionaron. También había un apartado donde estipulaba la responsabilidad y beneficios que la universidad adquiría con dicho contrato, al parecer serían parte de una empresa francesa, más como aliados que como subnegocio.
Firmé en donde visualizaba mi nombre, las firmas de ellos ya estaban marcadas.
Me dieron varias indicaciones para mantener el contacto y me fui con una copia del contrato.
Llegué a casa con la mente en las nubes, no sabía cómo reaccionar, simplemente fluí con la corriente...
Mi padre dormía sentado en el sillón, con la televisión encendida.