Seres Extraordinarios. El diario de Ceci. Inari Masga.

3. Comenzando con los retos.

Pasé una mala noche, tenía mucha ansiedad ante éste nuevo reto, es muy emocionante todo lo que implica, dejando a un lado los beneficios para mi familia, sin ser egoísta, ésta oferta me va a generar un gran aprendizaje y una experiencia inolvidable. 

Me levanté cerca de las cuatro de la mañana, no podía seguir dando vueltas en la cama, el beneficio de ser la primera y única hija, es tener mi propia habitación, una con todo incluido, mi papá la construyó cuando yo tenía diez años, y me lo dio como regalo de mis quince años, fue un cuarto completo, baño, muebles, azulejos y hasta cocina. Mi papá consideraba que al vivir en una ciudad donde las mujeres se comenzaban a embarazar desde los quince años, era mejor darme una casa dentro del cuarto por si yo decidía realizar mi vida con algún hombre, en lugar de organizar una fiesta. 

Me metí a bañar con la intención de despejar la mente y calmar los nervios, el agua caliente me aliviaba. Envuelta en toalla saqué toda mi ropa del armario, haciendo combinaciones, fui descartando los que no eran para la universidad, hasta que me quedé con tres vestuarios, uno casual, uno informal y uno formal.

Me probé los tres, me tomé fotos y mientras decidía preparé café; eran las seis de la mañana cuando terminé de maquillarme, terminé eligiendo un vestido blanco con los bordes negros y los tenis tipo converse negros.

Mi desayuno consistió en la taza de café, arroz hervido con pollo frito, y, el pan dulce.

Revisé mi mochila, llevaba todo lo que necesitaba para las clases del día de hoy, y la hoja de renuncia, pasaría primero al restaurante antes de tomar la clase de las ocho. Sin más, salí a tomar el bus, un recorrido de treinta minutos. 

- Cecilia, ¿te caíste de la cama? - sonreí ante el saludo de Minerva mientras abría el local, la gerente llegaba puntual a las seis con treinta, encendía las luces, los hornos, y las computadoras; en su oficina limpiaba los papeles del día anterior, tiraba las notas que ya había realizado y se sentaba a esperar a que cada empleado pasara a registrar su día - Señora Minerva, le vengo a entregar este oficio - llamé su atención acercando la hoja a su escritorio, ella lo toma y levanta una ceja - ¿renuncias? - torcí mi boca, asentí en silencio - ¿no te gusta el trabajo o es por el sueldo? - preguntó desilusionada, negué con la cabeza - no se trata de eso, señora, me han ofrecido un trabajo en mi área, seré niñera en otro país - expliqué tratando de ocultar mi alegría, ella suspiró - si es tu mejor opción, me alegro mucho por ti - se levantó a darme un abrazo - dame unos momentos en lo que preparo tu finiquito - regresó a su asiento y sacó mi expediente; a decir verdad, he trabajado aquí desde los quince años, mi papá insistió en la idea de volverme independiente, no sólo a mí, sino que todos tenemos la misma educación; cuando vi a la señora Minerva sacar un fajo de billetes, me acerqué a ayudar, en el papel de la renuncia sacó el cálculo de cuánto debía pagarme, me sorprendió ver que me entregaría diez mil en efectivo. 

Regresé a mi casa a buscar a Jorge y Emilio, aún estaban desayunando - ¡Qué bueno que los encuentro! - saludé con la respiración entre cortada, ellos me miraban con la boca llena - tomen - les entregué a cada uno dos mil pesos, ellos dejaron caer las cucharas y se levantaron a abrazarme - ¡eres la mejor hermana del mundo! - gritaron en coro, Mirna apareció con la frente fruncida haciendo muecas de que no se hiciera ruido, sonreímos apenados - en la noche me cuentan cómo les fue, ya voy tarde - susurré, les di un beso a cada uno y me fui corriendo a la parada del bus que me llevaba directo.

 

 

 

 

Al terminar las tres clases de la mañana, me dirigí a la oficina del asesor, él me entregó mi nuevo horario - a partir del lunes, tendrás dos horas diarias de francés, de esta manera tu estadía en la universidad será de ocho a cuatro - explicó señalando la columna de clases, asentí emocionada - y otra cosa... - levantó la mirada del papel a mis ojos, acomodó los lentes y sonrió con un toque de maldad - ¿Qué tal la tesis? - me quedé fría, ayer no avancé y por un día perdido se irían acumulando las correcciones, bajé la mirada - ayer lo tuve que pausar - respondí en un hilo de voz, él se atacó de risa, se recostó sobre el respaldo de la silla y se quitó los lentes para limpiarse los ojos - imaginé que dirías eso, no es común que alguien llegue a ofrecer ésta clase de oportunidades, y teniendo la carga que tienes, supuse que entrarías en shock, por hoy no te pediré tu avance, pero aprovecha el tiempo libre que tendrás hoy para acabar lo de ésta semana - sonreí aliviada. Me despedí y regresé a casa.

 

Después de comer con Mirna y los niños, me concentré a realizar mi tesis, no era algo complicado, es el plan de estudios con el que educamos a mis hermanos; los que tienen entre seis y once años los educa Esteban, él decidió estudiar la secundaria y la preparatoria abierta, con la intención de acabar antes, así que tanto él como yo, estamos por graduarnos, él estudia la normal, para ser maestro de primaria, y su tesis es la misma que la mía, sólo cambiamos el enfoque, yo desde lo pedagógico y él en la elaboración del plan de estudios. 

 

 

 

Mi alarma sonó, no me había percatado de que me dormí con los apuntes en la cama, algunos estaban regados en el suelo. Recogí y guardé, a penas llevo un día y ya me desfase de mi rutina... ¡Qué difícil es cambiar las rutinas!




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