Seres Extraordinarios. El diario de Ceci. Inari Masga.

6. Conociendo a la nueva familia.

Después de desayunar, Emilio se metió a bañar; tanto mi padre como yo nos vestimos con ropa formal, Mirna nos preparó unas tazas de té en lo que el hombre nervioso salía de la regadera. - ¿Tú conoces a la familia de la novia? - le pregunté sin apartar la mirada de la taza - sí, don Ernesto es un hombre muy rígido, se molestó cuando Isabela se embarazó, de haber sabido que Emilio era el responsable, hubiera intercedido, quizás a él no le agrade que su hija viva entre muchos hombres, pero, si habla con don Cerino, quizás se sienta más cómodo sabiendo que Mirna es quien nos cuida - mi papá tenía una mirada turbada, y tenía razón, Isabela pasaba tiempo aquí con nosotros, es buena chica, su relación con mi hermano era la más envidiada, pues, su familia de ella eran cuatro hermanas, sin ningún varón, mientras nosotros somos su contra parte, era cómico ver a sus hermanas menores jalando a Brandon y a Adriel; suspiré con el recuerdo - ¿crees que pida que Emilio se mude con ellos? - era una posibilidad, Isabela es la mayor, tiene el derecho de reclamar la casa como herencia - espero que esté abierto a la negociación, porque eso lo debe decidir Emilio - me gusta que papá sea así de comprensivo, sucedió algo similar cuando me casé y Mariano llegó a vivir a mi cuarto.

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Emilio tocó el timbre de la casa, se veía nervioso, por mucho que lo ocultara, su labio inferior temblaba; llevaba un traje nuevo, color azul metálico, su camisa blanca y corbata roja, los zapatos bien lustrados y un ramo de rosas rojas.

Mi padre, por otra parte, llevaba una canasta de fruta con una botella de champán, y yo, una canasta de pan dulce.

Isabela abrió la puerta y al ver a Emilio se quedó boquiabierta, tardó varios segundos en reaccionar, sus ojos se llenaron de lágrimas y lo abrazó por el cuello con demasiada emoción - ¡Emilio! - gritó eufórica entre risas, nos vio y de inmediato tomó postura - buenas días, señor Valencia, Ceci - saludó apenada, tomó el ramo y jaló a mi hermano de la mano, su casa es inmensa, tres pisos con grandes ventanas; ingresamos a la residencia, tenían un coche bien cuidado a pesar del modelo, la madre de Isabela salía de la sala con una mirada de sorpresa, mi hermano se veía muy apuesto; don Ernesto se hallaba de pie junto al sillón con una botella grande de tequila, va a ser un día muy largo. 

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Después de las formalidades, Emilio logró aceptar la propuesta de vivir en casa de don Ernesto si accedía que mis hermanos Adriel y Brandon vivieran también con ellos, usó el argumento de que era su obligación apoyarnos dado a que yo me marchaba a Francia, al principio doña Rosa se emocionó por mí, y entre susurros convenció a su marido de aceptar a los chicos.

Isabela fue por la bebé y nos la presentó - mira, bebé, él es tu papá, él es tu abuelo y tu tía - inclinó al bebé en sus brazos como si él nos viera, sus ojitos permanecían cerrados, su boquita fruncida como si nos mandara un beso, estaba envuelto en una sabana delgada, su cabello era negro con unas ondas, iguales a las de Emilio. 

A pesar de nuestros miedos, el día transcurrió muy ameno, las botellas de alcohol se acabaron y el pan dulce se vació hasta la mitad.

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Por la noche nos encontramos en la sala, Esteban se enfureció con el acuerdo - ¿por qué te harás responsable de un bebé que no es tuyo? - preguntó tratando de contener la voz - piénsalo bien, hace un año que nos separamos y ahora hay un bebé, ¿no crees que hay una posibilidad de que sea mío? - recordó Emilio apretando los puños - ¿cómo vas a saber si lo es o no? ¡Dudo que ella sea una buena esposa! - alzó la voz - ¿cómo voy a saberlo? ¡Tú dime! ¿Cómo sabías que Mirna lo sería? - explotó - ¡Yo amo a mi esposa, por eso nos casamos, ella no es madre! - lo sujetó de la camisa blanca, terminando de arrugarse - ¿Insinúas que ella me fue infiel? ¿o a caso piensas que se acostó con cualquier persona para olvidarme? - susurró con la mandíbula apretada - ¡Te vas a arrepentir si algo malo le sucede a nuestros hermanos! Lo que suceda contigo y ella, no me interesa - amenazó, papá se levantó silenciosamente, los separó y tomó por los hombros a Esteban - Hijo, el padre soy yo, y yo estuve de acuerdo, por lo tanto, tu opinión no es de relevancia en éste asunto, hasta que yo falte podrás decidir por tus hermanos, Cecilia tiene ese derecho porque tu madre ya no está con nosotros - le reprendió, Emilio se sentó pesadamente en el sofá disponible, Mirna no había dicho nada, estaba asustada, si no me equivoco, es la primera vez que ve a su marido violento, generalmente Esteban es amoroso, pero tiene un carácter de infarto; me levanté y fui a la cocina a preparar té, los llevé en una charola para todos - Ceci, ¿tú qué opinas? - preguntó una vez que me senté, hice una mueca, subí la taza a mi nariz para ocultar mi reacción, el delicado sabor de la manzanilla hizo su entrada en conjunto al calor - mi deber es apoyar a mis hermanos en sus decisiones, yo te apoyé a ti sin darte mi opinión, Mirna es buena mujer y aquí está, sin embargo, Emilio se irá, sólo piénsalo un momento, yo me iré pronto, ¿tú podrás con todos? - lo miré con cierta autoridad y melancolía. Esteban se dejó caer y de pronto hubo un golpe sonoro, tal fue el peso al sillón que su cabeza rebotó con la pared, se quedó quieto, respirando con fuerza. 

Mirna tomó a su marido y se marcharon a su habitación. Los demás suspiramos con alivio - Emilio, sé feliz, por ti, por ella y por nosotros - le entregué mi taza y me fui. 




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