Seres Extraordinarios. El diario de Ceci. Inari Masga.

12. Boda

Emilio va y viene, son las seis de la mañana, me despertó desde las cinco, vino a levantarme y a asegurarse de que me sentara a desayunar, incluso me trajo la comida, un cóctel de frutas, un yogur, jugo de naranja, pan francés y un café de una cafetería "con clase", se había empeñado a mostrar su gratitud conmigo por lo mucho que le he apoyado; no me quejo, es adorable ver su emoción, al ser más joven que Esteban, convivió un poco menos con mamá, eso hace que sea más atento conmigo que Esteban cuando se casó. 

Al terminar de desayunar, tiré todo en el bote de basura, eran desechables, luego cogí los tratamientos para la piel y los llevé al baño, me duché rápidamente y dejé que las cremas hicieran su trabajo. 

Al rededor de las ocho, ya me encontraba perfectamente arreglada; maquillada, peinada y vestida con un largo vestido color verde agua con un cinturón en color coral, la falda llegaba al suelo como una cola, y el busto eran dos tiras cruzadas desde el vientre hasta los hombros; en verano el sol era radiante.

Llamaron a la puerta, Mirna me esperaba un poco impaciente - buenos días, Ceci, veo que ya estás lista - sonríe de lado, asiento, tomo mi bolso y las llaves - ¿ya llegó el auto? - le pregunto mientras voy cerrando - sí, Esteban y Emilio ya se subieron con los cuatro más pequeños - exclamó, parpadee varias veces - van seis, ¿Dónde están los otros cinco? - pregunté extrañada - están terminando de vestirse, Jorge está con dos, y tu padre con los otros - se encogió de hombros mientras caminábamos en dirección a la casa, ingresé al cuarto y no pude evitar sonreír, mi padre ayudaba a atar la corbata a Brandon mientras Antonio ataba el suyo; Jorge ayudaba a Adriel y Felix pintaba sus zapatos. 

Todos nos dirigimos al salón de la boda, como la familia del novio, nos correspondía llegar temprano para coordinar los detalles - recuerden que es la boda de Emilio, deben ayudar a colocar las cosas pendientes; Emilio, ¿te dijo tu suegro qué es lo que falta? - la autoridad de mi padre nunca se ha cuestionado, a pesar de ser un pan de Dios - si, falta colocar las mesas del banquete y la mesa de postres - explicó jugando con las manos - ¿ya llegó la comida? - continuó mi padre - no, llega dentro de dos horas, a las 12 - respondió mi hermano. 

 

Una vez que llegamos al lugar,  Emilio, Esteban y Mirna se quedaron con los cuatro niños más pequeños, de ahí los mayores fueron ayudar a jalar las mesas que se colocarían en el fondo del salón; se encontraba el dueño del salón dirigiendo el adorno del este, era un lugar bastante amplio, alrededor de unas 500 personas considero que podrían entrar propiamente en sus mesas; sin embargo, nuestros invitados serían un poco menos de la mitad, la mayor parte del salón será para bailar, las mesas del banquete y las áreas de juegos, dado a que la mayoría de invitados tiene a sus propios hijos; incluso se consideró contratar a un grupo de payasitos, mimos y pintacaritas para mantenerlos ocupados mientras los adultos nos divertimos.

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La misa está por comenzar, me siento muy emocionada al ver los últimos detalles; mi padre acomoda y limpia el saco de mi hermano, le da unas mentas y le reza la bendición; no quiero llorar, pero me pongo muy sentimental con las bodas.

Se ha pedido que los niños que irán a vivir con Emilio e Isabela, sean pajes acompañando a las hermanas de ella, es muy tierno observar que ambos están colorados mientras las niñas los llenan de atenciones, le acomodan una y otra vez el cabello, las corbatas, y se aseguran de que sujeten bien sus canastas con pétalos de rosas; Gabriel también se vio involucrado en la ceremonia, él llevará las alianzas a los novios y yo tengo que cuidar de él mientras comenzamos, al pobrecito lo he hecho caminar el recorrido con un juguete para que practique en cómo entregar las sortijas a Emilio, es tan tierno. 

Doña Rosa se veía hermosa, con su vestido beige con detalles bordados en café - ¿Cómo estás, querida? - saludó, sonreí - conmovida con los preparativos - respondo tratando de disimular la emoción, ella se percata y me da un abrazo - tienes el corazón de una madre, querida - asiento mientras seco con una servilleta las lágrimas rebeldes, sonrío - a penas es la segunda boda de mis hermanos, aún me faltan muchas más y no sé si asista a todas - aclaré - oh, querida, primero Dios, aquí estarás con todos ellos - me volvió a abrazar, suspiré controlando mis nervios - ¿Cómo está la novia? ¿Ya está lista? - cambié de tema, ella amplió su sonrisa - sí, ya, está lista, sólo es mi marido que no controla la emoción - se ríe, asentí, mi padre se puso en ese estado cuando me casé, tomó mucho en esa ocasión y me llevó al altar en pleno llanto; me ruboricé con el recuerdo - ¿en qué piensas, querida? - su mirada mostraba curiosidad - en mi boda, papá se emborrachó y me entregó en un mar de lágrimas - sonreí y volví a secar las lágrimas rebeldes, ella amplió los ojos ante la sorpresa - no sabía que tu padre tomara, ese día que fueron rechazó varias veces la botella que mi esposo le ofreció - concentramos la mirada al pasillo derecho, ya venía la novia - en realidad, mi madre le prohibió tomar a partir de ese día, así que, continúa cumpliendo su promesa - finalicé y llamé a mis hermanos; Brandon y Adriel entregaron las canastas a las niñas y salieron corriendo a ayudar a la novia con su vestido.

Con ademanes avisé a Emilio y a la orquesta que ya se aproximaba, mientras doña Rosa iba a recoger a su nieta de los brazos de su marido.

La marcha nupcial comenzó y todos los invitados fijaron la mirada en las pequeñas que regaban pétalos por ambos lados, seguidas por la novia tomada del brazo de su padre, don Ernesto; desde la entrada de la iglesia vi cómo Emilio se esforzaba en ocultar sus lágrimas, pero varias de ellas se le escaparon, causando un brillo peculiar al rededor de sus mejillas; el vestido de Isabela era estilo princesa, con mucho vuelo, y, su velo era largo con perlas en todo el contorno, mis hermanos sujetaban delicadamente el borde de la cola para evitar que se ensuciara o se rompiera.




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