¿seria mi novia, señorita?

11

Ashlee

Por fin ya era viernes. En esta semana pasaron tantas cosas que sólo ansiaba -como no me pasaba hace mucho tiempo- ir a esa fiesta que organizaba Mason, mi compañero de trabajo, porque necesitaba distraerme de todo lo vivido esta semana.

No importaba si era bueno o malo, por el momento sólo podía aparecer alguien en mi cabeza y ese alguien no era nadie más que mi jefe que en sólo dos días vino a revolucionar mi mundo como no pensé nunca que lo haría. De sólo pensarlo sonreía. Sin duda, se había convertido en alguien importante para mí.

-Buenos días señorita Thompson -escuché de pronto. Me asusté de tal modo que el café que estaba tomando se derramó por completo en mi ropa. Y como era de esperar el café me quemó.

-Mierda ¡Esto quema! -dije casi gritando sin mirar a quien me habló y por ende me asustó.

-Perdona Ashlee, no quería asustarte. Sólo quería saludarte. -de inmediato reconocí aquella voz y levanté la mirada.

-¡Christopher Dios mío! Por favor no vuelvas a asustarme así. Ahora además de que mi piel se siente caliente y quemada por culpa del café, mi traje se ha arruinado.

-Tranquila cariño, yo te compensaré -dijo él tranquilo. Al parecer no se había dado cuenta porque no dijo nada.

Me dijo cariño. Mi conciencia saltaba de alegría tal cual una chiquilla cuando le regalaban su juguete favorito.

-¿Christopher?

-Dime Ashlee.

-¿Te diste cuenta de lo que me dijiste? -dije mientras levanto una ceja.

-Sí. Que te iba a pagar por tu ropa -dijo él como si nada.

-No, eso no. Lo otro.

-¿Qué otro? -preguntó mientras también alzó una ceja. Esa mirada me desafiaba a decirlo.

-Me da vergüenza, no me hagas decirlo -confesé a la vez que agaché la cabeza, sin mirarlo, pude notar que se rió, lo cual hizo que una pequeña sonrisa saliera de mi boca.

-Sé lo que dije Ashlee. A mi no me avergüenza. Te dije que yo quería demostrarte que podía hacerte feliz y que lo haría. Creo que tengo empezar desde ya, aunque sea con algo tan sencillo como decirte 'cariño'.

Nuevamente, este hombre me sorprendía. No fui capaz de decir nada. Era como que si Christopher supiera que decirme y yo quedaba muda ante todas sus muestras de cariño.

-Adoro sorprenderte.

-Se te hace costumbre -dije finalmente. Le di una sonrisa sincera pero nerviosa.

-Ven, vamos -agregó y me ofreció su mano para tomarla.

-¿A dónde? -pregunté dudosa.

-A comprarte un traje nuevo. Te dije que lo pagaría.

-No es necesario Christopher. Si me lo permites puedo ir a casa y cambiarme y volver enseguida.

-De ninguna manera -aplicó esa mirada de jefatura que indicaba que lo que él dijera sería lo que se haría y nada más. Tomé su mano sabiendo que no tendría otra opción.

-De acuerdo ¿dónde me llevarás?

-Tranquila. Creo que conozco un buen lugar.

Ya eran las diez de la mañana. Al final, el comprar un simple traje se convirtió -para Christopher-, en la perfecta excusa para tener "una cita" conmigo.

Al salir del ascensor nos dirigimos a su auto y nos subimos para ir a donde él dijera. Estuvimos unas dos horas eligiendo ropa. Según él, todo me quedaba fabuloso aunque yo sólo me conformaba con que comprara sólo uno.

Aún así, debo reconocer que se sentía especial salir con él. Era un hombre totalmente encantador que hace que no tengas ni un minuto de aburrimiento o tristeza. Era maravilloso. No podía creer que él quisiera tener algo conmigo, me hacía sentir especial como si no hubiera más para él; y de hecho, lo demostraba bastante bien al mostrarse indiferente ante los coqueteos de las mujeres que prácticamente se lo comían con la mirada. Christopher sólo me halagaba a mí y era simplemente grandioso ver como las otras mujeres morían de la envidia porque Chris sólo me miraba a mí.

Luego de comprar algunas cosas -la mayoría eran para mí, claro esta-, fuimos caminando a un pequeño parque cercano a charlar. Hablamos de varios temas, pero en ningún momento lo hicimos con referencia a un posible nosotros. De la vida, la familia, la empresa, me comentó del e-mail que le había mandado el señor Jacobson pero todavía no se habían reunido para ponerse de acuerdo acerca del famoso trato que debían realizar para concretar la sociedad en Europa.

Finalmente, ante la confianza que estábamos teniendo, le consulté si podía permitirme el tener el teléfono sin dejarlo en silencio por la situación de mi hermana, gracias al cielo no se hizo problema y me lo permitió. Él sabe que soy muy responsable así que tampoco es que aprovecharé y estaré todo el día pegada a mi celular hablando con mis amigas. Estaba muy feliz por eso.

Cuando ya eran cerca de la una de la tarde, salimos de aquel parque y nos acercamos a un restaurante cercano. El como siempre muy atento, seguimos pasando un rato bastante agradable. La comida estaba deliciosa. Finalmente cuando ya se nos había ido toda la mañana decidimos volver a trabajar. Yo me había cambiado el conjunto manchado por uno de los nuevos, así que la deuda estaba saldada -según Christopher-. Dejemos las bolsas de las compras en mi auto y subimos por el ascensor a nuestro piso.

Estaba inserta enviando un correo electrónico a Sophie por asuntos de contabilidad que Christopher me pedía cuando siento que el ascensor suena indicando que había llegado alguien. Detuve lo que estaba haciendo y vi que es Eric y esta vez venía acompañado de una bella joven pelirroja y entonces me di cuenta que ¡era la chica del bar!




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