Es desmoralizante el hecho, de ese momento en el que crees que algo es seguro y que pasará de esa manera, pero que, por obra y gracia de una Paloma Divina, pasa algo completamente distinto a lo que planeabas, dejándote en un limbo, cuestionándote hasta tu existencia y tu habilidad inexistente de predicción.
Pasa en esos momentos como cuando crees que le pegarás una nota alta a ese examen por el que estudiaste tanto y que, en realidad hasta repruebas, o cuando crees que el sentimiento es mutuo, pero, la verdad es que él único ilusionado eres tú.
Justo ese sentimiento es el que siento en este momento, debido a que tenía la plena convicción de que al otro lado de la línea respondería la fastidiosa voz de la operadora con su natural “Deje su mensaje, después del tono”. Pero mi desconcierto es abrupto, porque detrás me contesta un hombre, cuya voz es desconocida para mí.
–¿Hola? –Pregunta, inseguro.
–Hola –Contesto, extrañada– ¿Quién eres?
Sam me mira interrogante y yo me encojo de hombros dándole el claro mensaje que yo tampoco entiendo lo que pasa.
–Mi nombre es Jacob –se presenta– ¿Eres amiga de la dueña de este teléfono? –Y esto me da la idea de sacarle información al sujeto misterioso, por lo que le sigo la cuerda.
–Si, ¿acaso lo has robado? –Inquiero molesta, interpretando mi papel, lo que ocasiona que Sam me mire extraña y yo me levante del sofá para dirigirme al balcón y evitar preguntas.
–No, no… Yo no… - Tartamudea sin saber qué decir y yo me muerdo el labio, evitando esbozar una sonrisa.
–Eres un pésimo ladrón, Jacob.
–¿Por qué? –Escudriña.
–Entonces ¿admites que robaste el teléfono? –Río– Aún peor –Niego divertida, aun sabiendo que no me puede ver.
–No, yo no he robado nada –Ruge, molesto.
–Está bien, está bien –acepto– Me llamo Crys y soy la dueña del teléfono –Digo, para evitarle malos ratos al pobre Jacob.
–¿Por qué me hiciste pensar que eras tu amiga? –Inquiere algo colérico.
–No lo sé, ¿diversión? – Acepto y luego me arrepiento – Lo lamento, Jacob.
–No hay problema –Ahora él ríe– De verdad me asustaste, pensé que me acusarías de robar el teléfono.
–Aún podría hacerlo –Digo, seria, a lo que él suspira– Porque no me has dicho cómo es que lo tienes.
–Antes, me gustaría que me dijeras por qué tardaste tanto en llamar –Pregunta, curioso. A lo que yo me encojo avergonzada.
–No creo que estés en condición de negociar nada, Jacob –Suelto nerviosa, esperando que no se dé cuenta. Pero, sorprendentemente, lo hace.
–No, no lo estoy –admite– Pero tengo curiosidad. –Suspira– Está bien. No me digas, yo adivinaré –Dice y me sorprendo por la confianza que tiene.
–A ver, genio. Ilústrame.
–Ibas por la calle distraída y te topaste con un payaso que hacía mal su trabajo, quisiste reportarlo e intentaste buscar el teléfono, al no encontrarlo fuiste a casa de tú amiga que queda al otro lado de la ciudad para poder llamar y saber quién tiene a tu preciado tesoro –Río, pero no porque haya sido gracioso, sino por la semejante estupidez que acaba de decir– ¿Me equivoco?
–Por mucho –Vuelvo a reír– ¿Un payaso que hacía mal su trabajo? ¿Era It o qué? –Pregunto apoyada en la baranda del balcón, viendo cómo pasan los carros, algunos rápidos, y otros se toman su tiempo, es hipnotizante, hasta adictivo.
–Bueno, ilumíname ¡Oh, Sabia! –Pide sarcásticamente
–Sólo… –comienzo– No me di cuenta que no lo tenía hasta hace un rato –Amito pasando mi mano libre por el barandal.
–Eres despistada ¿no? –Suena más a afirmación que a pregunta en sí.
–¿Tanto se nota? –Sonrío– Ahora es tu turno.
–Si, muchísimo –Murmura y por su tono puedo deducir que sonríe– Bueno, tengo tu teléfono porque al salir de la tienda, tropezamos y se te cayó sin darte cuenta. Cuando lo recogí, para devolvértelo, ya no estabas– Al terminar de hablar, recuerdo el momento en el que tropecé, y si, efectivamente no me detuve a ver si algo se había caído, así que decido creer en sus palabras.
–¿Por qué no me seguiste? –Averiguo ya que la duda se presenta.
–Te seguí, pero te perdí –admite– Caminas muy rápido, Crys –Es la primera vez que dice mi nombre desde que comenzamos con esta extraña plática y se siente extraño escucharlo– Pareciera que tuvieras metido un cohete en el… –Se detiene abruptamente, como dándose cuenta de lo que dirá.
–¿En él qué, Jacob? –Pregunto divertida y él también ríe.
En eso, una voz de una mujer se cuela por la corneta del celular, preguntándole qué querrá de comer y él contestando que lo que ella quiera, y luego la de una niña se filtra también, por lo que yo me remuevo incómoda y, para evitar que el momento se torne embarazoso, intento dar fin a la conversación.
–Bueno, Jacob –Digo de pronto– Necesito mi teléfono, así que me preguntaba, si mañana me lo puedes devolver –Digo, más fría de lo que esperaba.
–Claro –acepta– Pásame tú dirección y te lo llevo hasta allá –Sugiere.