¿ Serías mi Sapo?

CAPÍTULO V

Quisiera decir que mi manera de actuar después de que esas palabras salieran de la boca de mi abuela fue bastante diplomática y madura, pero, lamentablemente, suelo ser más impulsiva de lo que espero y lo único que hago es levantarme de la cama, salir de la habitación y azotar la puerta detrás de mí; dejando a mi abuela, llamándome.

Entro a mi habitación y me tiro bocabajo en mi cama, tratando de relajar un poco la tensión que siento bullir en mi interior, sin embargo, Nany no piensa lo mismo y entra como torbellino en ella.

−Crisálida, vamos a hablar de tu madre −hace una pausa− Y no me interesa si quieres o no.

−¿De qué vamos a hablar, abuela?  ¿de cómo es que mi mamá fornica como conejo? O aún mejor ¿cómo es que se piensa casar por quinta vez? −suelto, cansada y ella sólo se queda en silencio, sin saber cómo abordar la situación sin que yo explote.

−Debes entenderla, Saly.

−Lo intento. Créeme que lo intento.

−Llamó para decirme que quiere hablar contigo −habla esta vez con arrebato, caminando para sentarse a mi lado y abrazarme por los hombros.

−Pues si quiere hablar conmigo que lo haga ella misma y que no te utilice a ti para hacer algo que le corresponde como “madre” −digo al tiempo que me despego de su toque y me levanto de la cama, luego giro para poder mirarla− Y por favor Nany, no te sigas prestando para ser intermediaria, ya que si ella quisiera, de verdad, establecer un contacto conmigo, lo hubiese hecho tiempo atrás, y no después de 9 años.

Luego de decir eso, doy la vuelta para empezar a caminar fuera de la habitación, pero mi acción se ve interrumpida por su voz.

−Sólo… Dale una oportunidad, Saly −Es lo último que dice, y sin más yo sigo caminando para agarrar mi bolsa, salir del departamento y así tomar un rumbo incierto, ya que siento una presión en el pecho, la cual no quiero descargar con Nany, ni con nadie que no lleve por nombre “Julia” y que sea mi madre.

Salgo del edificio caminando por la acera, mientras pienso en mi madre, pero prontamente cambio el rumbo de mis pensamientos orientándolos hacia un espacio en blanco que hay en mi mente, lo que hace que me detenga en medio de la acera y me cuestione ¿Adónde voy?  Y ¿Qué era lo que iba a hacer?  Preguntas, sin ninguna respuesta lo que hace que me quede en un limbo.

Así que, como hago en varias oportunidades, retrocedo sobre mis pasos y veo a mi alrededor, tratando de recordar ¿Por qué rayos salí del edificio?  viendo todo como si me hubiese perdido, lo evoco.

Por lo tanto, orientándome hacia el centro de la ciudad, me entretengo viendo a través de las baldeas vidrieras de las tiendas, a las personas que se distraen del ajetreo semanal, es entonces cuando después de caminar largo tiempo, llego a mi punto de destino y entro a mi tienda favorita, de ropa femenina.

Allí me encuentro con Loretto, el dueño de la establecimiento y asesor de modas, quien a pesar de que no le convence mucho como me visto, es uno de los pocos que me apoyan, así que por eso, este sitio es uno de los predilectos a la hora de distraerme y algunas veces hasta comprar, ya que, aunque tengo un “buen” sueldo, no me convence el gastarlo en ropa innecesaria; suelo ser bastante tacaña y muchas veces hasta sin proponérmelo.

−¡Queridísima! −me recibe con los brazos extendidos a lo que yo me acerco y lo abrazo.

−¿Cómo estás?

−Pues mejor que tú, espero −mira mi rostro demacrado con tristeza− Cuéntame, en qué te ayudo mi Crisy-Crisy.

−Primero, deja de verme así −le apunto y el asiente, apenado− Segundo, sólo vine a poner a sufrir mis ojos, en vista de que no tengo nada qué hacer… −se ríe y me mira, y en su mirada puedo notar un deje de curiosidad e inmediatamente sé a qué se debe, por Jhon, pero lo pondré a sufrir un rato y esperaré a que él sea quien pregunte.

−Bueno, sígueme.

Y así lo hago, cuando llegamos frente a un mostrador donde cuelgan prendas que hacen que me cuestione con fuerza el hecho si debería o no comprarlas, se escucha el timbre de la puerta anunciando un nuevo cliente haciendo que instintivamente alce mi vista y me tope con una persona que no espera encontrarme más y aún menos en este lugar.

El Chico Foca.

Automáticamente me escondo detrás de Loretto, pero al ser este tan delgado me es imposible, así que opto por meterme dentro de un armario donde se exhiben unos abrigos, logrando un camuflaje perfecto −según yo− causando que mi asesor abra confundido hacia lados opuestos los abrigos que me tapan dejándome a la vista y nerviosa los vuelvo a tomar cubriéndome.

−No preguntes, sólo ayúdame −suplico en un susurro.

−Bueno, pero me debes una −amenaza desde fuera.

Al escuchar los pasos de Loretto alejarse, me relajo y realizo un plan, el cual consiste en quedarme aquí hasta que El Chico Foca decida irse. Fácil ¿no?

−Buenas Tardes. Bienvenido −suelta coqueto, Loretto.

−Buenas Tardes −contesta el hombre que vio mi ropa interior, haciendo que mi corazón se acelere por los nervios de ser descubierta.

−¿En qué lo puedo ayudar? −pregunta, lo que hace que me bulla la curiosidad y me acerque un poco hacia el borde del armario para escuchar mejor.



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En el texto hay: humor, amor, torpezaextrema

Editado: 31.10.2020

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