¿ Serías mi Sapo?

CAPÍTULO VI

Pasados unos días, continúo con las mismas rutinas −levantarme, salir, llegar al trabajo, escribir−, y vuelta a empezar, sin variación alguna, bueno, aunque si a variación se le puede llamar que a principios de esta semana me llegó un mensaje de Sam, relatando su −obvia− reconciliación con Tom o que Nany siguió saliendo con Paúl y que esta no volvió a hacer mención alguna de mi madre, cosa que agradezco.

Pero, hipotéticamente hablamos de las vidas de alguien más y no de la mía, así que no, ni una sola.

Si, lo sé, mi vida es más aburrida que la de una ostra, aunque creo que compararla con la mía, es una obvia ofensa al molusco, pero bueno, así me he acostumbrado, y creo que todos lo hacemos, es decir, todos adoptamos series de rutinas, distintas entre nosotros, pero iguales en el pasar de lo días, haciendo que la vida se sienta pesada, transitándola en “Modo Avión” y luego de pasados 50 años, reaccionamos y nos damos cuenta que es muy tarde, que nos hubiese gustado hacer tantas cosas, pero por culpa de arraigarnos a una monotonía en extremo clandestina, no hacemos, y lo único interesante que nos ha pasado es, comprar una casa ¡Hey, qué divertido!

A muchos nos gustaría excluirnos de ese grupo, pero, la verdad, nadie está exento de esto, todos estamos destinados a ello, y lo más gracioso es que, si todos los días viviéramos una película de acción, también nos aburriría, «Ja, qué inconformes somos» ya que, está científicamente comprobado, que lo que nos cansa no es la experiencia sino la rutina.

Sin embargo, para algunos, es inconcebible e inimaginable, la idea de alterar sus rutinas, ya que estas aportan seguridad, y al ser alteradas, los dejan en un camino lleno de ansiedad, porque quitan una “relativa estabilidad” creyendo que todo va a ir a peor, cosa que puede, o no, ser así; ya que la vida es una situación más de azar que de destino.

Lo único divertido que me pasa, es producto de mi misma torpeza, y debido a esta razón pareciera que tuviese un letrero gigante que me apunta por encima de mi cabeza que dice “PAYASO, para más contrataciones llama al 0800 risa y te atenderemos a la brevedad posible”  

Ahora, al terminar un largo día de trabajo me dirijo a una cafetería donde he quedado con Sam, para, según ella, pasar un “Tiempo de Amigas”.

¡¿Ven?! Está loca.

Y para colmo, me la paso quejando de lo cansado que es hacer ejercicio, pero aquí me tienen, caminando hasta allá, pero la verdad, es que no me queda de otra, ya que el autobús pasa dentro de veinte minutos y dinero para el taxi, no tengo, así que «patitas pa’ qué las quiero»

Bueno, espero que al llegar allá ya tenga el cuerpo de Miss Universe, porque si no, me voy a sentir muy decepcionada.

Al divisar el café, apresuro el paso hasta llegar frente a la puerta del establecimiento, la abro y me quedo parada ahí tratando de encontrar a mi amiga, cosa que no se me dificulta por dos cosas, primero, el cabello de Sam es súper llamativo lo que hace imposible pasarla desapercibida; y segundo, agita su mano de una manera en la que me preocupa que se le desprenda en cualquier momento.

Así que, camino hasta la mesa que escogió, no sin antes abrazarla a lo que ella corresponde eufórica, moviéndose de un lado a otro como muñeco de aire, y posteriormente sentarme.

−Te extrañé −dice ella.

−Pero si nos vimos el sábado.

−Eso es demasiado tiempo −habla ofendida−. ¿Sabes que el mundo se puede acabar en un minuto? Ahora ¿imaginas lo que puede pasar en −mira su reloj−… 86 horas y contando?

Si, Sam tiene una rara obsesión con los números desde que la conozco, es decir, desde siempre; lo que la llevó a estudiar Pedagogía Matemática, llevando su obcecación a otro nivel.

−Si, sí. Deja el drama, Sam −me río negando.

−Bueno −se encoge de hombros−. Pero después no digas que no te lo advertí.

En ese momento un chico se dirige a nosotras para tomarnos la orden, y al verlo creo que voy a empezar a frecuentar más seguido este lugar, pero, sólo por el café ¿Okey?

Si, ajá.

−¿Qué desean tomar?

A ti.

Mi amiga, al ver que entré en una especie de trance, me salva de una posible situación vergonzosa.

−¿Qué nos recomiendas? −pregunta mirando el menú que nos ofreció el chico.

−A mi parecer el Café Helado es una buena opción −aconseja él, mientras sonríe.

¡Oh, qué lindos dientes!

−Bueno, entonces dos de esos.

El chico asiente mientras anota en una pequeña libretita, luego se da la vuelta para dirigirse a otra mesa, no sin antes dirigirme una mirada junto con una sonrisa incómoda.

¡Bueno, si no quieres que te mire, entonces no seas tan lindo!

En eso escucho la carcajada que se lanza mi amiga, atrayendo mi atención hacia ella, extrañada por su actitud.

−¿Qué?

−Le acabas de gritar al chico “Bueno, si no quieres que te mire, entonces no seas tan lindo”



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En el texto hay: humor, amor, torpezaextrema

Editado: 31.10.2020

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