Una sorpresa
1900
Thomas
Bajo del caballo y lo llevo al establo para darle su rutina y su merecida comida.
-Thomas, dejad eso yo me encargo – dice con voluntad y entusiasmo, Manolo se encarga de hacer todo el trabajo en esta mansión.
-Está bien solo por esta vez- dejo el látigo que cargaba conmigo y lo cuelgo en un clavo que aparece en la pared- él me regresa a ver confundido- pero yo niego con la cabeza.- No te imagines cosas, sería incapaz de pegar a Rom – señalo a caballo.
-No es eso Thomas, si no que olvide decirle que una joven le está esperando afuera.
-Cómo es eso posible, ¿como sabe que estoy aquí?, debió ir para donde vivo.-Cruzo mis brazos.- Ahora me iré así que me despido ya que no es bueno dejar esperando a una señorita.
-¿Ya se imagina quién es?- asiento y sonrió. Corro por el camino de piedras bien decorado.
-Ahí estas – dice de lejos.
-Elizabeth, amiga mía- me mira triste, sé que está enamorada de mí pero no puedo corresponderle cuando lo único que siento hacia ella es una amistad verdadera.
-¿Nos vamos? – pregunta feliz.
-Déjame salir – le devuelvo la sonrisa- y claro que vamos- le tomo de la mano y juntos corremos para ir al circo que vino a Manhattan llamado ‘‘Yellow Fantastic’’
Cuando llegamos, la veo cansada pero contenta se acerca para abrazarme y no se el porqué.
-Gracias por acompañarme- me suelta y entramos.
-¿Porque me abrazaste?- me regresa a ver con esos azules ojos intensos que me gustan de mi amiga.
-Porque estoy contenta, el circo está aquí y ya estamos a poco por ver lo fabuloso- no le creo nada, no será por alguien. Que oculta.
Le damos los boletos al que se está encargando de recoger y entramos al enorme y colorido ‘‘Yellow Fantastic’’, hay acróbatas moviéndose a lo alto de la carpa, es sorprendente.
-Ven, encontré donde podemos sentarnos- me dice jalándome a la vez. Cuando ya estamos sentados el espectáculo inicia, sale un señor vestido con una solapa roja y unos pantalones de satén del mismo color, mejor dicho está completamente vestido de rojo, hasta el gorro.
-Bienvenidos damas y caballeros – sonríe con desde. – Ven para acá Victoria- sale una mujer de un pastel falso.- Démosle la bienvenida a mi amada esposa Victoria- le veo claramente a los ojos y es más falsa. No está feliz y es muy joven para estar casada con un cincuentón. Que digo, aparente es muy bella su cabello negro y sus ojos azules le hacen parecer una sirena de esas que te comen con la mirada.
Después de una palabras, Victoria canta y así sigue sucesivamente con los demás personajes al realizar sus impactantes shows, lo que más me sorprendió es ver a un hombre con tres pies, científicamente puede ser una deformación. Elizabeth me agarra muy fuerte de la mano porque se asustó en ver a un hombre flaco y uno robusto pasar por un aro aproximadamente mediano.
-Fue impresionante Thomas, deberíamos venir por segunda vez- salimos del lugar.
-No pienso acompañarte, para la próxima tengo trabajo que hacer, además la fecha de publicación de mi libro se acerca.
-Ay no seas malo, no dejarías a una dama venir sola- me hace puchero.
-Ven con tus amigas estoy segura que será más divertido- me mira a los ojos pero después se desvía y mira atrás de mis hombros, me giro y visualizo a Victoria, dándome una mirada extraña, es como si demostrara curiosidad, es muy hipnotizante se podría decir.
-Ya vengo- camino haciéndome a un lado, y voy directo hacia ella, estoy muy seguro que Elizabeth se pregunta un montón de cosas.
-Tú- me aclaro la garganta- tú – vuelvo a repetir la palabra.
-Hola- me saluda, pero por su tono, noto que es francesa.- ¿Te conozco?- se cruza de brazos- miro su atuendo y carga un saco de lana seguramente realizado de la mejor fabrica, y sacado de un pobre animal.
-No, pero imagino que tú a mi ¿si?- Elizabeth ya está a mi lado fulminándole con una mirada de enojo. Desvía la mirada de mí y mira a mi amiga.
-Qué bueno que no nos conocemos- ahora me mira a mí, veo sus labios y luce resecos, le comienza a temblar el labio inferior.
-¿Y tú qué quieres?- le pregunta Elizabeth de la forma no tan cortes- le miro enojado por su comportamiento y a ella no le importa.
-¡Victoria!- escucho la gruesa voz de su dichoso acompañante- irradia miedo, como oscuros secretos.
-Ja, te dejo acabo de ver a mi madre, Thomas nos vemos – se va con la frente en alto y su sombrilla, que olvide que la traía.
-¿Porque me sigues viendo?- pregunto y escucho nuevamente que la llama por su nombre el hombre, que es un total arrogante.
-Ayúdame- dice en voz baja, pero el señor le atrapa y sonríe ante su presencia. Me examina y se la lleva disculpándose.
¡Que fue eso!