Verano del 2030
Mis ojos azules miran el espejo en el momento que los abro, hace un calor del infierno. Abro la nevera para beberme un refresco de naranja. Minutos después me agarro mi cabello blanco, no tan apretado tratando de ocultar mis orejas. Soy Oneday, si como un día, un día al año. Mi abuelo me puso ese nombre, una vez le pregunte porque y me dijo que la vida consiste en vivir cada día y es algo muy especial en hacerlo, también porque una vez al año Santa entrega regalos a los niños de todo el mundo. Loco, ¿No?. Mis padres murieron cuando yo era pequeña hace muchísimos años, mi padre se enamoró de una humana y decidió que él quería envejecer con ella pero la vida no fue así para ellos. Siempre hay un enemigo, y en este caso es el propio mortal siendo ejecutados por ellos. Siendo así que mi abuelo el Sr. Black y la abuela me criaron, me alimentaron, me dieron un hogar y me ayudaron a manejar mi magia, convirtiendome en una elfa que fabrica juguetes. Y es así que tengo la tienda de juguetes que herede. Siempre la decoro con adornos navideños, la ocasión lo amerita y necesito clientela para tener dinero.
-Oneday- tocan la puerta y me llama a gritos la señora de la renta.
-Le prometo que le pagare mañana- abro la puerta. Olvide decirlo, gaste todo mi dinero en un celular nuevo. El día que fui a ver las nuevas entregas de las bolas de cristal, se me cayó y se partió en dos la pantalla. Dejo de funcionar.
La miro muy detalladamente a los ojos.
-Niña ya vas dos veces que me dices eso, esta es la última vez que te perdono solo porque eres tú- asiento feliz.
Salgo y cierro la puerta. Tomo un taxi para dirigirme a mi tienda. Cuando llego enciendo las luces y me digo.
-Esto tiene que quedar espectacular para navidad- dejo mis cosas en el colgadero y busco la escoba para barrer.
El sonido de la campana de la entrada me hace girar pero no hay nadie. Olvide decir que no tengo amigos desde hace mucho tiempo y temo considerarme asocial. Pero mejor así, ya que siempre estuve sola y aunque tenga muchos años de vida, se una sola cosa. No confió en la gente.
Vuelvo a mis responsabilidades y limpio el armario, los juguetitos de madera hasta los caballos de cristal y todo lo que me rodea.
Cuando termino salgo de la tienda para comprarme un helado, y alguien toca mi hombro me giro con una sonrisa y aparece una cara conocida.
-Mira a quien tenemos aquí- sonríe resplandeciente y se pone delante de mí.
-Yo debería preguntarte lo mismo, no deberías estar en D.C. Mejor dicho hace mucho tiempo ya debiste ir. ¿No sabes las evidencias que hay de ti?
-Es algo que no le concierne señor Thomas- chupo mi helado mientras observo las canas que tiene. Vaya sí que ha envejecido en estos años.
-Mira, de verdad no puedo estar tranquilo hasta que estés en D.C y mires las evidencias que hay de ti. Washington te necesita- me volteo a verlo burlándome.
-Pero yo no, amo mi vida y la tienda que tengo aquí. Y a la gente desconocida que me rodea- muevo las manos. Y no sé porque lo digo.
-¿Esta vida que llevas no te parece aburrida?-pregunta y se mete las manos a los bolsillos.
-Déjame recordarte que todo este tiempo estuve sola, y quiero que sepas que soy mayor que tú y me debes respeto- se ríe irónicamente.
-Ni loco, si pareces una chica de veinticinco años- me acabo el helado y cruzo los brazos con el palito en la mano. -Francis te manda saludos desde Francia- lo miro y me pongo a pensar en ello y han sido buenos conmigo. Desde que lo conocí siento como si fuera la primera vez que tengo amigos que se preocupan por mí. Pero no. No es así.
-Gracias, ¿Viniste a New York para llevarle un regalo adelantado de navidad?
-No, es porque tengo una reunión en la empresa. La editorial me necesita en este momento. ¿Te gustaria pasar acción de gracias con nosotros en Francia?, puedo pagar tu pasaje- niego con la cabeza.
-Ya veremos.
Se alista para irse. Su empresa queda muy cerca de mi trabajo y es algo en lo que no me había dado cuenta.
-Oneday- me dice con una sonrisa de tristeza hacia mí, eso me hace enojar un poco, acaso tiene pena por mi porque estoy sola. Rayos no es así.
-See- digo un poco fría.
-El señor Black quiso lo mejor para ti y creo que harías algo grande. Y aunque estés castigada aquí pagando en el mundo mortal deberías aprovechar esta experiencia, Santa se pondría feliz de ver que hiciste algo bueno- me guiña el ojo y se va antes de que yo hable.
Bajo mis brazos y siento un vacío dentro de mí. Admito que extraño mucho a mi abuelo y a Santa, yo era una de sus mejores elfas, estaría ahí haciendo juguetes si no fuera porque me puse rebelde, si no fuera porque quise pasar tiempo desde 1900 con mi abuelo, quería disfrutar divertirme, quería vivir, él me lo permitió pero que cambio…desde 1995 pasaron mucho años y Santa nunca me llamo de nuevo para hacer juguetes porque también cambio él.
Entro de nuevo a mi tienda y abro la laptop. Veo imágenes de Washington directamente de la Casa Blanca y del presidente que parece un engreído. Busco nuevamente la carta que guarde en una alcancía con tapita y la abro. La carta sigue envejeciendo y yo no.
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Editado: 10.11.2024