HADES
El oro es lo que me gusta. Mi reino está lleno de riquezas. Es por eso que cada empleado mío se presenta con obsequios que me encantan: cadenas, coronas, diamantes bañados en oro y joyas extraordinarias. Todo esto está oculto entre las cuevas de mi reino. Coloco una corona, y me observo en el espejo. ¡ Que apuesto y más con la espléndida vestimenta de un dios griego como yo!.
-Aquí traje las cerezas su majestad- me informa Antonie- alzo mis cejas por el montón, la mesa está repleta de comida, me siento y desde lejos veo mi reflejo- cojo una y me la meto a boca.
-Están dañadas Antonie- escupo. Me meto otra a la boca y la vuelvo a escupir- el agacha la cabeza apretando los dientes- ¡Mirame!- ordeno- están dañadas, cambialas- asiente y quita el plato de cerezas.
-Por cierto no ha visitado a su mascota- lo miro dubitativo pero me lo trago.
-No necesita que yo lo vaya a visitar, él sabe venir a mí- me levanto – además tiene que hacer su trabajo- Antonie niega y me cruzo de brazos- ¿Cómo que hoy estas un poco insoportable con tu actitud?- alza la vista rápido y balbucea.
-Yo…yoo…lo siento. Es que lo noto raro, mi señor. No es el mismo desde que…- lo miro profundamente y parece asustarse- la secuestro- dice en voz baja.
-Ve a traerme mis cerezas- vuelvo a ordenar y esta vez asiente obedeciendo.
Vuelvo a mirarme en el espejo hasta que un rayo refleja mi verdadera cara.
Horas después, encapuchado estoy en mi balsa, remándola con lentitud. Es negra y larga donde en el filo tiene una calavera, siempre a esta misma hora, doce de la tarde, sin reloj en este mundo y solo en mi imaginación, navego para ir en busca de las almas en pena, es mi obligación mantener un orden y equilibrio. Por que si se rompe estas dos normas, habrá caos. Un daño indestructible ocasionaría perdición para los mortales.
Cuando llego las almas se suben, observo la cara de cada uno, el peso que deben sentir. Deben estar muertos de pena. Todos suben y de nuevo remo de regreso para llevarles a su purgatorio sin salida.
Termino con mi trabajo y subo al mundo moral. Estoy parado frente a la casa que trae mi curiosidad desde que la vi por primera vez. Que hermosa es Francia, que hermosa su naturaleza.
Thomas Lowell, el hombre que se parece mucho a mi padre. Cuyo padre matamos hace muchos años y tuvo varias reencarnaciones. Pero este es alguien diferente; amoroso, cordial, es todo lo contrario al desgraciado. Tiene una familia en la que brinda toda su atención.
No me importa lo que diga Arcángel, y peor sus reglas, seguiré visitando a la persona que quiero. Me siento en la silla de madera mientras observo como su esposa comienza a tocar el piano. Mi mirada va más allá cuando visualizo a la pelirroja sonriendo con Tabari. Mmm curioso que este con alguien mayor y peor que ha sido malvadita cuando estuvo loca.
Separarlos va ser imposible pero puedo ocasionarles problemas. ¿Interferiré o no?
-¿Qué te advertí Hades?- sonrió con picardía y regreso a verlo. Alzo un hombro restándole importancia. -Parece que tu yo vamos a tener serios problemas- me cruzo de brazos.
-Silencio, no ves que están tocando el piano- mira por la ventana y niega enfadado- vete- gruñe y niego.
-Nunca.
Parece impaciente y se aleja.
-Si tanto quieres acercarte a él. Hagamos un trato- alzo una mano deteniéndome para que no hable- devuélveme a mi nieta y serás cercano a Thomas- achico mis ojos y sonrió disgustado esta vez.
-Me parece un gran trato pero no. La prefiero a ella que a él- se burla y se gira para ver las plantaciones de lavanda más allá en la oscuridad hay de uva que imagino que son recolectadas.
Uvas, como no lo había pensado, son más crujientes que las cerezas rojas. Arcángel vuelve a llamar mi atención cuando me da una mirada cansada.
-Quiero que entiendas algo- se acerca a mí y pone una mano en mi hombro- jamás voy a ser desleal a mi familia, nunca los traicionaría, porque fui un rey que hizo todo para estar cerca de ellos, tú lo sabes muy bien- se le salen las lágrimas- después de muchos siglos los tengo junto a mí y ahora tú me volviste a quitar una parte- se aleja- no puedo tener compasión Hades, no después de ver la última parte de ese futuro, el de mi nieta- se limpia los ojos- tú le traerás destrucción y esa destrucción será tu perdición como final- desaparece.
Se va, dejándome un vacío en mi frio pecho.
**
¨Yo te amaba, te adoraba cuando me viste en ese bosque, rompimos toda esa ley, aun lo recuerdas¨
Me revuelvo entre las sabanas, por el sueño que estoy teniendo, mi corazón palpita muy veloz y siento calambres en mis piernas que me es imposible mover los pies. Siento como las ramas me envuelven en la claridad de un bosque y una pelirroja me mira decepcionado.
-No vuelvas, no vuelvas, no vuelvas- grita desesperada y yo trato de respirar entre las ramas que van cubriendo por cada lado de mi cuerpo- no hay bosque- susurra entre mis taponados oídos – no lo hay- grita más fuerte mientras todo es oscuridad.
Despierto después del tormento. Me agito y tomo la campana para llamar a mi chiquillo empleado. Aparece en pijamas rojas llena de animales.
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secuestro y amor prohibido, dioses griegos y ángeles del cielo
Editado: 02.06.2025