(serie Recuerdos) - Recuerdos de mi vida 1

XX

Grecia

Cuando estoy en el hogar de ángeles me voy corriendo hacia mi habitación, como detesto Artemis, hijo de la grandísima mierda.

-¿Qué paso?, ¿En dónde estabas?

-Por ahí.

-Espero que no te hayas metido en problemas mi ángel – hay ‘‘mi ángel’’ adoro cuando me dice así.

-No Diocles. Y tú ¿qué haces o en dónde estabas?

-Por ahí – se acerca a mí y me da una caja de madera.

-¿Qué es esto?-le pregunto curiosa.

-Ábrelo- odio los regalos sorpresa, abro la caja y miro un enorme collar de pétalos de lirio bañados en oro, junto con una diadema también bañada en oro, me sorprendo tanto que regreso a ver a Diocles enseguida.

-¡Sorpresa! , es para ti.

-¿Cómo?, ¿de...donde sacaste esto? – espero que su padre no le hable aunque sea un ser superior.

-Yo lo hice para ti –parece nervioso.

-¿Por qué?, creo que es mucho, es suficiente con que me quieras o estés conmigo.

-Es que me enamore de ti, estoy loco por ti Grecia quiero que lo entiendas y yo te amo, el amor existe en mí y esto lo hice para dártelo a ti.

-Oh- me tapo la boca con mi mano seguramente estoy roja de la alegría de sus palabras.

-Gracias Diocles, mi angelito –se acerca a mí y me coge de los brazos y baja hasta mis manos para tomar la caja. Veo como la deja encima de un velador de madera y por un instante me pongo nerviosa, mis manos me sudan ¡hay no! que no pase lo que creo que va a pasar o sí. Si quiero que pase, que indecisa que soy.

Se vuelve hacia mí. –No va pasar nada, no pienses en eso que cruza por tu cabecita,  que yo no te voy a obligar a nada que no quieras– si queria y sonrió.

-Me da miedo, no sé cómo expresarme ante esa situación – me doy cuenta que mis manos están templando, Diocles las toma y se las pone en sus mejillas.

-No tiembles, si eso pasa entre nosotros algún día yo voy a cuidar de que no sea una experiencia fea para ti. Ahora qué tal si vamos a caminar –asiento y agradezco por sus palabras.

**

Estoy ordenando los pergaminos, hay muchos Diocles me confió esta tarea ya que tengo esta habilidad para hacerlo. Hay personas que no merecen vivir, hay otras que si, así que ni modo me va tocar elegir. Me levanto de mi asiento y desaparezco para aparecer en la civilización. Estoy invisible y nadie me puede ver, así que camino buscando a la persona que leí en el pergamino. Cuando me encuentro en el lugar en el que vive esa persona me doy cuenta que es un palacio y que no está en Grecia si no en Gran Bretaña.

-¿Qué haces tú aquí?–mis ojos se ponen como platos por las palabras de esa persona. Me doy la vuelta y me encuentro con una mujer rubia, de ojos claros y para rematar azules aunque tiene un poco de verde, esta con una toga blanca al igual que sus alas.

-¿Quién eres tú?- le regreso la pregunta.

-Soy Iris, un ángel de la guarda.

-¿A quién cuidas?

-A un niño humano- dice obvia.

-Vengo a ver a una persona que está a punto de morir aquí- me pongo firme y señalo al palacio.

-¡En serio! ha de ser el padre del niño, me di cuenta porque ha estado enfermo y bueno tú sabes los ángeles de la guarda no podemos interferir.

-¿Me llevas adentro, con él? – señalo con mi dedo pulgar.

-¡Claro! –ambas entramos al palacio, es muy grande y las entradas están rodeadas con antorchas para que ilumine el oscuro lugar.

-Buscare a la persona que vi en el pergamino- Iris asiente.

-Ten cuidado, haz que no te vean- me dice.

-No me van a ver.

Me guiña el ojo y sonríe.

Cuando estoy por los corredores, me siento más perdida hay muchas puertas, me pregunto dónde puede estar ese hombre egoísta, busco y busco después veo a unas personas hablando al parecer son soldados dando instrucciones. Cuando llego al final del pasillo hay una puerta muy grande seguro ha de ser esa, así que me acerco para entrar en ella y traspaso la puerta como un fantasma. Un hombre está acostado en la cama agonizando de dolor y una persona lanzándole palabrotas de ojala te mueras –la humanidad es tan mala – me digo a mi misma. Me acerco a ellos y me siento al filo de la suave y gruesa cama, observo la escena.

-Ojala te mueras, viejo de pacotilla. Al final nunca te amé; yo soy la que te envenenaba cada día, para que te mueras, eres egoísta, avaro contigo mismo y para variar humillas a las personas, no mereces vivir.

-Pensé que me ama...bas – dice el hombre de mayor edad que está agonizando, y con una piel pálida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.