-Entrega ocho…….¿no me estas escuchando Isabella?- me grita mi jefe pero me siento muy mal como para escucharle y ponerle atención.
-Lo siento – digo dejo de tocarme la espalda y me paro recta de lo jorobada que estaba.
Cojo el jugo de naranja y el postre de pudin de chocolate y camino para entregarlo.
-¿Algo más? – le pregunto amablemente al cliente.
-No, gracias- camino rápido y Eliot me dice.
-No te olvides de sacar la basura – maldita sea lo sé.
-Gracias por recordármelo – le doy una cara de cansada y enojada –ese fue mi último pedido me tengo que ir.
Camino hasta el cuarto oscuro y saco mi ropa que esta guardada en un armario no sin antes acercarme a echar seguro a la puerta para que nadie entre.
Cuando me saco completamente la blusa me miro en el espejo y me doy cuenta que me están saliendo pequeñas plumas de mi espalda, por eso era el maldito dolor. Alguien golpea la puerta y decido ponerme rápido mi saco de lana.
-Ya salgo – grito.
-No te olvides de la basura del baño también.
-Seeeee – digo un poco enojada, sé que tengo que sacar la basura, pero insistirme y repetírmelo a cada rato me molesta. Me cambio de pantalón y me pongo uno deportivo de color negro .También me pongo mis zapatos converse y decido atarme bien el cabello. Necesito salir rápido de aquí.
Cuando ya está sacada la basura decido tomar un taxi, me siento agotada y quiero acostarme. Justo pasa uno y lo hago parar. Le digo la dirección y el obedece, miro por la ventana el ardiente atardecer .Ya llegando al departamento en la entrada esta Diocles.
-¿Cómo así estas por aquí? – abro la puerta y el entra atrás mío.
-Mi padre mato a un ángel- me paro justo cuando voy a subir las escaleras.
-¡Diocles!, ¿tu padre mato a un ángel?, porque, como te enteraste de eso- maldición estoy sudando y el dolor en mi espalda aumenta.
-El… no sé lo que hizo – parece alterado, disgustado, con mucha rabia además de enojado como decepcionado–me acerco y decido abrazarlo, él también me devuelve el abrazo.
Mete su mano por mi espalda y va subiendo lentamente yo me aparto rápidamente.
-No – me pongo brusca.
-¿No qué? - me dice.
-No hagas eso – me enojo.
-Estas sudando Isabella, por eso lo hice quise sentir tu temperatura-lo miro extraña, ¿será que sabe?
-Yo – de un momento para otro comienzo a tener frío, que me está pasando, esto es feo. Me arrodillo en el piso y Diocles hace lo mismo rápidamente.
-¿Qué pasa?, ¿Estás enferma?, ¿Quieres que te cargue y te lleve a la cama?
-Si – digo sin aguantar más el dolor de espalda. Se levanta y yo hago lo mismo, se acerca a mí y me toma de las piernas y me carga.
Me aferro a él y decido contárselo.
-Mis alas están apareciendo.
-Es maravilloso, volverás a tener alas, volaras por los cielos y sentirás la frescura del viento.
-Ah de ser- digo castañeando mis dientes.
Veo que saca un juego de llaves y me doy cuenta que tiene una llave del departamento.
-¿Quién te dio las llaves?- le pregunto molesta.
-Le dije Alicet que me prestara su llave para sacar una copia- me vuelve a poner en el piso y abre la puerta de mi cuarto y guarda sus llaves. Yo entro cansada y adolorida.
-Estás loco de verdad – le digo caminando despacio para mi cuarto, supongo que también me está siguiendo. Me agarra el brazo derecho.
-No te puedes meter a la cama, sin antes bañarte.
Le regreso a ver con una mueca.
-No ves que me duele la espalda, quiero dormir.
-No sin antes bañarte, te hará bien y más si estas en transición de volver a tener tus alas.
-No molestes Diocles- digo bruscamente.
-Hazme caso – le miro nuevamente y su cara de preocupación me desespera así que aceptó a regañadientes.
-Está bien – camino para el baño y justo cuando voy a cerrar la puerta la retiene y entra.
-Si, ¿qué se le ofrece? – le miro curiosamente.
-Vine ayudarte a duchar- me mira de pies a cabeza.
-Que picaron, pero no gracias. Así que sal.
-Está bien esperare afuera – que fácil se rinde este hombre.
-No, vete no más – cierro la puerta y escucho que refunfuñe.
Ya desnuda me entro a la ducha y sale mucho vapor, el agua caliente cae sobre mí, me relajo enseguida. Restriego mi pierna y siento unas manos frías en mi espalda. Dios mío, me regreso a verlo y el enseguida me besa, yo hago lo mismo y me es imposible despegar mis labios de él.
Me arrincona contra la pared bruscamente olvidando que están saliendo plumas de ahí pero en un dos por tres el dolor en mi espalda mitiga, recorre sus manos por mi abdomen, piernas, lo empujo y me lanzo contra el para besarlo más fuerte, me doy cuenta que también está desnudo, los dos caemos en el suelo mojados, me siento encima de él y siento su erección. Le miro a los ojos y el me pregunta.
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Editado: 26.07.2021