(serie Recuerdos) - Recuerdos de mi vida 1

LXVII

Salgo temprano del trabajo, ya que mañana es un día festivo, me detengo cuando  veo a Diocles parado con un ramo de lavandas blancas y una funda blanca- me quedo electrificada, hace tiempo que no veía unas.

-Que hermosas Lavandas- le señalo.

-Son para ti- claro, era obvio, las tomo y las huelo.

-Huelen a naturaleza- le guiño el ojo- gracias- que hace aquí Diocles. La  noche anterior tuvimos intimidad y me da un poco de vergüenza  ya que me levante temprano a correr, para evitar verle.

-Ahora necesito que te cambies, te pones la blusa y la falda larga que te compre, están en la funda que tomaste.- Le miro confusa – porque quiero llevarte a un lugar muy hermoso- siempre con sus sorpresas.

-Apuesto que no me lo dirás- me doy la vuelta y camino para entrar nuevamente e ir a los baños.

-¡Te espero aquí!- dice gritando para que lo escuche.

Camino alzándole la mano. Quiero decir como modo de asentir. Después de  quince  minutos  ya vestida con lo que me dio me miro en el espejo para ver que tal me queda. - Tiene buen gusto.

-Lamento por la demora- pido disculpa.

-No te preocupes, puedo esperar mucho más- tiene la mirada coqueta y eso me hace reír un poco.

-No seas tonto.

-Como que tonto, esa no es manera de tratarme – lo dice de buen humor, se acerca a mí y toma mi mano. – Además a cabo de recordar que tú saliste corriendo la anterior noche y me dejaste acostado en la cama, ¿cómo pudiste hacer eso?

-Lo siento, no queria pero tenía que hacer ejercicio- digo riéndome  avergonzada por la pequeña mentira.

-Me evitaste- chilla.

-¿Dónde me quieres llevar? sabes que odio las sorpresas, son feas – cambio de tema y agarro bien las flores de lavanda para que no se caigan.

-Es sorpresa y sé que las odias pero a mí me gusta hacerlas-caminamos y desaparecemos de mi lugar de trabajo. Ahora que lo pienso que le habrá echo a Henry por lo que me hizo.

-Comencemos una nueva historia- visualizo el lugar  y lo reconozco de inmediato es Atenas el Monasterio de  Meteora.

-¿Qué hacemos aquí? – veo el panorama y es genial. Veo que hay mucha gente subiendo la cuesta.

-Comencemos de nuevo, desde cero- Diocles se acerca y toma de nuevo mi mano para comenzar a caminar. Yo estoy maravillada por el paisaje, las montañas y este ardiente sol que me está matando. Lo único malo es que la falta larga me impide caminar bien.

-¿Qué hacemos aquí? – le pregunto de nuevo con desesperación de lo que quiera hacer.

-No me respondes, ¿Yy?- insiste.

-Me siento confundida porque no se por lo me lo pides un monasterio- admito sosteniendo bien las flores.

-Que tiene de malo que vengas como turista. Además vamos a vivir la experiencia- me jala. -Es bonito aquí- seguimos caminando y la cuesta es infinita.

Después de unos largos minutos al fin llegamos.

-Ya llegamos- grita como si no estuviera cansado Diocles-  tengo que pagar espérame aquí- se marcha por un rato y yo aprecio las enormes montañas verdes con un radiante cielo despejado. Debo admitir que este hombre conoce mis gustos. Una voz me desata de mis pensamientos profundos.

-Queria pedírtelo aquí, porque sé que te gusta apreciar las montañas y ver los cielos- le noto un poco nervioso, se ve lindo.

-Me conoces muy bien – le digo recordando mi pasado, la niña que creció mirando el cielo.

Me toma de la mano y siento que están calientes, después alzo mi mirada para visualizar su sonrisa. Ahora que lo tengo frente mío me hago una pregunta ¿debería estar nuevamente con él? después de todo lo que he vivido día, tarde y noche. Le quiero y mucho y me da miedo empezar algo que nunca comenzó. Si lo hago esta vez será un nuevo inicio, me guiare esta vez por mi corazón.

-Te amo mucho, y estar separados me ha hecho pensar que no puedo renunciar a ti, eso claro si no quieres estar conmigo lo entenderé- se lame los labios y deja de mirarme. Yo coloco mi mano izquierda sobre su barbuda mejilla.

-Diocles te perdono, quiero comenzar de nuevo, quiero conocerte mejor que ahora. Voy a estar a tu lado hasta el fin de mis tiempos.

-Me lo dices enserio Isabella- escuchar mi nombre Isabella me trae nostalgia.

-Quiero decirte que hace como un año y medio cambie mis nombres, lo que quiero decir es que puse a Grecia primero y después a Isabella. Solo queria que lo supieras.

-Asombroso, extrañas tu viejo nombre- sonríe y se acerca más a mí, ambos juntamos la puntilla de nuestras narices.

-Tú ayudaste a elegir el nombre, y queria tenerlo primero porque me gusta mucho y bueno Dane ayudo con el segundo.

-¿Como sabes eso?- no quiero decírselo. Pero recuerdo que Dane una vez me lo menciono y el Diocles bueno Alicet me lo dijo cuándo él estaba ausente.

-Solo lo sé.

-Supongo que no me lo dirás – me besa en los labios y siento que ahora todo será diferente.




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