Tengo diecinueve años, tengo derecho a elegir.
— Mi decisión está tomada.
La menor había montado una postura firme, había llegado toda sudorosa y desprolija apenas se había enterado. Su mirada demostraba indignación puesto que no tenía las intenciones de irse tras una negativa.
Todo había iniciado en la mañana, la adolescente siguió su horario normal de entrenamiento y educación. El día en la institución se encontraba con un incesante calor y como de costumbre el tema de su vida era pasar sin llamar la atención... Sobre todo en los horarios libres.
Lo había dejado muy en claro desde ese día, no quería nada y tampoco esperaba nada. Más tarde entendió, que por algo era un líder ese hombre y se maldijo por haber creído que sería lo mejor.
Blaze no tenía hijos, mucho menos una esposa. Un hombre solitario que sólo tenía unos cuantos familiares lejanos y para nada relacionables.
La ostentosa mansión que había pisado por primera vez le sorprendió aún más que cuando lo había acompañado a su lugar de trabajo, pero aún así se había negado a garras el querer vivir con él.
No por miedo, ni por rencores en su propia mente sabía por experiencia que no la pasaría bien en las tierras de su padre biológico. Era algo normal, algo que nunca cambiaría. Sabía y creía ser perseguida por algún mal augurio o una clase de maldición extraña desde que su madre falleció.
Siempre, le era normal encontrarse en problemas y sobre todo ser bastante extraña por la oscuridad e incluso sabía que sería totalmente excluida por su apariencia.
Un lugar lleno de ideas de pureza y claridad era discrepante en su cabello negro e incluso en sus ojos. Sobre todo sus propios ojos.
Solo el tiempo le dio a entender todo lo relacionado a su mala suerte.
Pero eso era lo de menos al entender sus habilidades y ver que los genes de su padre quizás no fueron —en ironía— lo suficientemente fuertes como para entregarle una fuerza igual.
Débil frente a sus supuestos iguales y tonta ante los saberes de su clan.
Todo eso le había costado durante los siete años que residió desde su máximo error. Aunque nunca se retracto de ver a quien le entregó a medias un lugar donde estar.
Lilit quería a Blaze, aunque no le dijera padre o lo tratase formalmente siempre. Pensar en él era como debatirse entre que era lo bueno y lo malo.
Un hombre solitario, de bastantes sirvientes y gente que dependía de su persona y decisiones. Rara vez andaba por sus propios alrededores y la comunicación era más escasa que sus oportunidades de libertad.
Su forma de pensar quizás era bastante básica y llena de teorías sobre el por qué y cómo. Todo lo cuestionable se veía ante la dificultad de habla y sobre todo por el hecho de que era un tema para nada recurrente.
Los primero años los pasó en la propia mansión antigua y llena de rosales, sus escasos saberes frente a una cultura eran pesimistas y dejó mucho que desear.
El trabajo de muchas cosas a mejorar recayó en el propio líder, ella nunca lo supo o quizás si pero el propio hombre había sacrificado bastantes meses en acelerar su educación.
Le era un dolor de cabeza pensar en todo y criar algo que nunca supo que existía. Un hijo no era un perro y tampoco eran igual de baratos que un cachorro.
Al menos ya era grande se planteó, podía lidiar con una niña de catorce años que al menos sabía pensar. Cambio algunas cosas de su agenda por ello y se dio la triste y vergonzosa tarea de hablar con alguna que otra matrona conocida.
No era el mejor en soportar niños, sabía que tampoco tenía la debida paciencia y delicadeza. Se lo pensó muchas veces en si era mejor darla a las criadas para así no tener tantas molestias.
En una noche mientras se había pasado de copas había vuelto a releer una carta de hace años.
Juraba que tenía la respuesta en aquellas letras de hace mucho tiempo...
Una mujer de cabello como la noche y ojos tan fuera de lugar que cayó recóndito en su exótica apariencia. Su mirada altiva y aquella actitud tan delicada lo había cautivado en aquellos tiempos en donde solo era un chico idiota.
Su historia carente de realidad se terminó en la propia fuga y nunca se imagino que no terminaría allí.
"Se parece mucho"
Fue esa misma oración que pensó apenas conoció a la hija de Iliana. Su mirada exceptica llamó a la molestia cuando vio aquella desagradable y para nada buena primera impresión.
Recordando una y otra vez bastantes preguntas más solo cayo en que solo era una niña sin hogar causándole una extraña sensación de pena, enojo y un intento de amabilidad extraña.
¿Como explicar a una pre adolescente que ahora sería su primogénita frente a un clan entero?
Al menos ya no tendría que lidiar con el tema de tener hijos o casarse... Por que ya tenía uno.
Pero quizás no era afortunado saber que la naturaleza de su gran clan no coexistían demasiado en el sistema de su hija.