La idea surgió como un destello de lucidez en medio del caos emocional que había sido mi semana. Estaba en el trabajo, intentando—por enésima vez—concentrarme en los detalles de la iluminación para la biblioteca flotante, cuando mi mente volvió a divagar hacia Adrián, hacia la grieta invisible que se había abierto entre nosotros, hacia la tensión incómoda con Clara. No podía seguir así. No podía permitir que mi torpeza e insensibilidad arruinaran las dos cosas más importantes de mi vida.
Necesitábamos un cambio de escenario. Un espacio neutral, lejos de la ciudad, de los talleres, de los bufetes y de los fantasmas de malentendidos pasados. Un lugar donde el único plan fuera respirar aire puro y, con suerte, reconstruir los puentes que yo misma había debilitado.
Abrí mi phone con determinación. No iba a darles opción a decir que no. Creé un grupo rápido con Clara y Adrián. Lo llamé: «OPERACIÓN: OXÍGENO Y RECONCILIACIÓN (O MUERTE POR MOSQUITOS)».
Yo (en el grupo): ALERTA DE EMERGENCIA AMISTOSA. Necesitamos intervención wilderness. He reservado una cabaña en ‘Pine Creek Camping’ para este fin de semana. Dos habitaciones, una con literas (Clara, no pongas esa cara, prometo no roncar DEMASIADO fuerte) y un porche con hamaca. Hay un lago, senderos, y PROHIBIDO hablar de trabajo, clientes exigentes o barniz que no seca. ¿Quién se apunta? ES UNA ORDEN.
Envié el mensaje y contuve la respiracia, mirando la pantalla con ansiedad. ¿Funcionaría? ¿O mi intento de forzar la reconciliación solo empeoraría las cosas?
La respuesta de Clara llegó primero, rápida y seca, como siempre.
Clara: ¿‘Pine Creek’? ¿El sitio ese donde dicen que los mapaches abren las neveras? Adria, si esto es otro de tus planes para “relajarnos” que termina con alguien comiendo bayas venenosas, juro que te demandaré por negligencia emocional.
Una sonrisa se escapó de mis labios. Su sarcasmo era un buen signo. Significaba que estaba engagée.
Yo: ¡Los mapaches son parte del encanto natural! Y firmaré un contrato de no-recolección-de-bayas-sospechosas. ¿Vas a venir o no?
Clara: …Vale. Pero si un mapache me roba el serum de vitamina C, te cargo el costo a tu cuenta. Y exijo la cama de arriba.
Alivio. Medio camino recorrido. Ahora faltaba él. Los minutos pasaron y su chat permaneció en silencio. La ansiedad volvió a apretarme el estómago. ¿Estaría tan enfadado que ni siquiera quería pasar un fin de semana conmigo? ¿Había calculado mal?
Finalmente, los tres puntos de que estaba escribiendo aparecieron. Luego desaparecieron. Volvieron a aparecer. Mi corazón latía con fuerza. Estaba deliberando. Eso era malo. Adrián nunca deliberaba. Decía que sí o que no con tranquilidad.
Adrián: No sé, Adria. Tengo ese encargo de la cornisa… y no sé si es buena idea.
Mi corazón se hundió. No era buena idea. ¿Por qué? ¿Porque yo estaría allí? ¿Porque no podía soportar pasar tanto tiempo conmigo?
Yo: POR FAVOR. Lo del encargo puede esperar. Y lo de la “no buena idea” suena a excusa de hombre que le tiene miedo a los marshmallows quemados. ¡Vamos! ¡Te prometo que no habrá juegos de besos! ¡Ni pressure! ¡Solo aire puro, comida quemada sobre una fogata y los sonidos relajantes de Clara quejándose de la naturaleza!
Hubo otra pausa larga. Imaginé su expresión, seria, considerando los pros y los contras, sopesando su incomodidad contra mi súplica.
Adrián: ¿Hay ducha de agua caliente?
Una chispa de esperanza. ¡Estaba negociando!
Yo: ¡Y BAÑERA DE HIDROMASAJE! Bueno, no. Pero la ducha funciona. Y llevo yo el café. El bueno. Y bacon para el desayuno.
Clara (interviniendo): Si promete bacon, yo me encargo de que vaya. Adrián, no seas aguafiestas. Si no vas, me tocará aguantar a ella sola y su optimismo ecológico las 48 horas. ¿Quieres esa carga en tu conciencia?
Adrián: …
Adrián: Vale.
Adrián: Pero elijo la litera de abajo.
La explosión de alivio que sentí fue tan intensa que casi derramo el café sobre el teclado. ¡Había dicho que sí!
Yo: ¡SÍ! ¡LO LOGRE! ¡OPERACIÓN OXÍGENO EN MARCHA! Envío los detalles por correo. ¡Llevad botas y espíritu aventurero! (Y repelente de mosquitos. Clara, lo digo por ti, que eres imán de insectos).
Clara: … Adrián:…
Apagué el phone y me recosté en la silla, una sonrisa tonta y genuina en la cara por primera vez en días. Lo había logrado. Tenía una misión: un fin de semana perfecto. Nada de dramas, nada de conversaciones incómodas, solo nosotros tres, como siempre. Volveríamos a nuestra dinámica. Borraría el malestar de la fiesta y la tensión del taller. Lo arreglaría con pura fuerza de voluntad y paisaje pintoresco.
Me pasé el resto del día distraída, pero esta vez con una energía positiva. Hice listas mentalmente: ¿la tienda de campaña por si Clara quería dormir bajo las estrellas (o huir de mis ronquidos)?, ¿el kit de primeros auxilios (imprescindible conmigo de por medio)?, ¿el mejor café en grano?, ¿el bacon que a Adrián le gustaba?
Al salir de la oficina, el mundo parecía más brillante. Incluso el smog de la ciudad tenía un prometedor tinte de aventura. Fui a una tienda de deportes y gasté una pequeña fortuna en repelente de mosquitos de fuerza industrial (para Clara), una linterna frontal de última generación (para Adrián, porque siempre era el más práctico) y un nuevo cuaderno de bocetos para mí, por si el paisaje inspiraba.
Llegué a casa y empecé a hacer mi maleta con un entusiasmo que no sentía desde… no lo sabía. Desde hace tiempo. Vacié mi armario en el suelo, creando un nuevo caos, pero esta vez uno productivo, uno con un propósito.
Mientras doblaba—más o menos—una sudadera, mi mirada cayó en la foto de la graduación otra vez. Los tres, sonriendo, unidos. Eso es lo que íbamos a recuperar. Esa facilidad. Esa complicidad.
Mi phone vibró. Un mensaje en el grupo, de Adrián.
Adrián: He visto que pronostican lluvia el sábado por la tarde. Llevaré la lona impermeable grande, por si acaso.