Setenta y Tres Intentos

Capítulo 16: La Semilla de la Duda

Adria

La pregunta se instaló en mi mente como una semilla en tierra fértil. "¿Alguien conocido para mí?" La idea era tan vasta y a la vez tan específica que me mareaba. ¿Una compañera de la universidad? ¿Alguna amiga de Clara que yo frecuentaba? Cada rostro femenino que conocía pasaba por mi mente como un suspiro de culpa. ¿Habría estado yo tan ciega? ¿Habría estado esta mujer, esta afortunada y a la vez terrible mujer, justo delante de mis narices todo este tiempo?

Los días siguientes a la noche de la pizza fueron extraños. Adrián volvió a su normalidad tranquila, pero ahora cada uno de sus gestos, cada sonrisa, cada "confía en mí" estaba teñido de un nuevo significado. Lo observaba más de lo habitual, buscando en sus ojos un destello de ese amor secreto, una mirada fugaz que delatara a la destinataria de una devoción de cuatro años.

En la oficina, mi mente divagaba. Durante una reunión aburrida sobre normativas de seguridad, me encontré estudiando a Sofía, la recepcionista. ¿Sería ella? Era dulce, siempre tenía una palabra amable para Adrián cuando venía a buscarme. Pero no, él nunca pareció verla como más que eso, una chica agradable.

—Adria, ¿estás de acuerdo con el punto 7.B? —preguntó el jefe, sacándome de mi ensoñación.

—Eh… sí, claro —balbuceé, sin tener idea de qué era el punto 7.B.

Mi productividad se resintió. Incluso Leo notó mi distracción.

—Oye, ¿estás bien? —me preguntó mientras almorzábamos.— Pareces… ausente. ¿Problemas con el Nexo?

—No, no —mentí, moviendo la ensalada con el tenedor.—Solo… cosas.

"Cosas". Era la palabra perfecta para encapsular el torbellino en mi cabeza. ¿Y si era Clara? La idea me sacudió. ¡Clara! Era la persona que más cerca estaba de nosotros dos. Era brillante, hermosa en su manera severa, y lo conocía casi tan bien como yo. Pero no, imposible. Clara lo habría despachado con una mirada gélida y una frase cortante hace años. Además, ella lo habría sabido. Clara lo sabe todo.

Una tarde, decidí hacerle una visita a Clara en su bufete. Necesitaba desahogarme, needed ver si, con su mirada de abogada, podía ayudarme a descifrar el misterio.

—Es simple —dijo Clara, sin levantar la vista de los documentos que estaba revisando.—Pregúntaselo.

—¡No puedo! —protesté, desplomándome en la silla frente a su escritorio.—Se puso tan raro la última vez. Fue como… como si hubiera abierto una caja que no debía.

—O como si finalmente estuviera harto de que jugaras a ser ciega —murmuró ella, haciendo una anotación con su pluma de tinta roja.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, sintiéndome atacada.

Clara finalmente levantó la mirada. Sus ojos, sharp e inteligentes, me escudriñaron.
—Adria,cariño. Usa esa mente brillante que diseña edificios que desafían la gravedad. Conecta los puntos. ¿Quién es la persona constante en su vida? ¿Quién es la única que parece importarle lo suficiente como para cocinar, limpiar y arreglar sus desastres con una sonrisa? ¿Quién es la única que lo ha hecho feliz y miserable al mismo tiempo durante cuatro años?

Sus palabras cayeron como piedras. Yo me quedé mirándola, la boca ligeramente abierta. No… no podía ser. Ella no lo estaba diciendo, pero sus palabras apuntaban en una dirección tan clara, tan obvia, que me sentí estúpida por no haberlo visto antes.

—No —susurré, negando con la cabeza—. No estás diciendo…

—No estoy diciendo nada —cortó Clara, volviendo a sus documentos.— Solo estoy enumerando hechos. Tú saca tus propias conclusiones. Ahora, si me disculpas, tengo que encontrar la manera de defender a un hombre que asegura que su vecino le hipnotizó al gato para que se orinara en sus zapatillas.

Salí del bufete de Clara con la cabeza dando vueltas. "Conecta los puntos." Los puntos… Adrián siempre ahí. Adrián mirándome a veces con una intensidad que achacaba al cansancio. Adrián rechazando cualquier sugerencia de citas. Adrián diciendo "con verte a ti me basta".

Dios mío.

No era "alguien conocido para mí".

Era yo.

La revelación fue tan física que tuve que apoyarme contra la pared del edificio. El mundo se inclinó. ¿Yo? ¿Todo este tiempo? ¿Los cuatro años de amistad, los setenta y tres intentos fallidos, el dolor en sus ojos… era por mí?

La semilla de la duda no solo había germinado. Había explotado en una enredadera venenosa que se enroscaba alrededor de mi corazón, ahogándome. ¿Y si era verdad? ¿Y si la persona de la que Adrián estaba enamorado era yo? Y lo peor de todo… ¿qué significaba eso para mí?




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