28 de Isug de 2626
Ahora que los pueblos vecinos se enteraron del regalo que hizo Lihra a nuestro Rey, las cosas han cambiado mucho. Varios Reyes han enviado a sus mensajeros proponiendo alianzas con Sevenadur, ya nadie quiere ser nuestro enemigo. Aún nuestros enemigos de siempre, los de Scuria, quieren ser aliados nuestros. El Rey Maen dice que aceptará la alianza diplomáticamente, aunque tiene sus reservas. Arkelt, Sodeap y yo tampoco confiamos mucho en ellos. Sólo Sihpu y unos cuantos de mis hombres parecen optimistas con esa alianza.
Aún desde reinos lejanos han llegado emisarios de paz. El Rey Diap de Dipoi esta pensando en viajar a Sevenadur. Dipoi es un reino muy pacífico que se encuentra muy al norte, a seis días de viaje a caballo. Tan lejos ha llegado la fama de las espadas que son conocidas por todo Enez.
También la gente que habita esos pueblos ha llegado con la esperanza de conocer las espadas. Obviamente no es posible, pero la gente se siente segura en Sevenadur. Esto ha hecho que nuestro pueblo prospere, pues los visitantes necesitan alojamiento, alimento y diversiones. Hasta hace poco, la paga por estos servicios era el intercambio de mercancías, pero desde el año pasado el Rey Maen ordenó la creación de los dinares, unos pequeños pedazos de níquel para intercambiarlos por lo que uno desee. Parece que ha sido una gran idea, más aún ahora que ha aumentado el flujo de visitantes. Los reyes de otros pueblos se han enterado y varios de ellos adoptarán la idea y crearán sus propios dinares.
Claro que todos quisieran conocer las espadas, pero ya se ha corrido el rumor del hechizo de Arkelt que impide que nadie que no sea el Rey pueda tocar siquiera las espadas. Si alguien llegara a hacerlo, moriría de inmediato. Muchos no sabemos si eso sea cierto o no, pero dado el castigo, también somos muchos los que preferimos no averiguarlo.
Esto hace que nuestro trabajo de resguardo de las espadas sea muy tranquilo, pero estamos alertas por si algún incrédulo decide aventurarse a tomar alguna de las espadas.