Severýn Nalyvaiko

6.3 La decisión que cambia el curso de la historia

En la sala de piedra reinaba un silencio que se podía sentir incluso en los rincones más desiertos. La pesadez de aquel silencio era palpable, como si todas las armaduras reunidas juntas comprimieran el aire con su masa. Nalyvaiko permanecía inmóvil, sintiendo cada latido de su corazón como un eco en el abismo donde se ha lanzado una piedra. La llama de la antorcha proyectaba sombras cambiantes sobre el rostro del rey polaco, que intentaba ocultar su inquietud tras una máscara de calma. En ese instante, entre dos respiraciones, entre dos latidos, se decidía el destino de miles de personas cuyos ojos estaban puestos en él con esperanza y temor.

La mano de Nalyvaiko, que sostenía la espada, no tembló, pero su alma era un mar tormentoso. Recordaba los rostros de sus camaradas caídos en las batallas por la libertad, sus risas y últimas miradas llenas de fe en él. Veía ante sí un futuro donde el espíritu cosaco o se apagaría bajo el yugo de la esclavitud, o florecería como un campo primaveral tras la lluvia. El rey ofrecía paz, pero aquella paz estaba llena de cadenas, un compromiso que implicaría traicionar todos los ideales por los cuales habían derramado sangre. Era una elección entre vivir en servidumbre o morir en libertad, entre un descanso temporal y una lucha eterna.

Respirando profundamente el aire impregnado de cera y piedra, Nalyvaiko sintió cómo la última duda lo abandonaba. Levantó la cabeza y su mirada se encontró con la del rey, segura y llena de una fuerza inquebrantable. Las palabras que pronunció no sonaron como una súplica, sino como una decisión firme, forjada en el fuego del sufrimiento y templada en la sangre de las batallas. Rechazó la oferta de paz, que habría significado la derrota de su pueblo, y declaró su desacuerdo con cualquier condición que limitara la libertad de los cosacos.

El rey dio un paso atrás; su rostro se deformó por la sorpresa y la ira. En el aire flotaba una amenaza, como una tormenta antes de la erupción de un volcán. Pero para Nalyvaiko fue un momento de profunda calma; aceptó su destino y comprendió que su decisión se convertía en la chispa de una rebelión en los corazones de las futuras generaciones.

Cuando la guardia lo condujo fuera del salón del tribunal, Nalyvaiko no se volvió. Llevaba consigo la imagen de las estepas de su tierra natal, los recuerdos de sus camaradas de batalla y la fe inquebrantable en el futuro de su pueblo.



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En el texto hay: ukraine, cossacs

Editado: 15.10.2025

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