Severýn Nalyvaiko

10.1 Intentos de alcanzar la paz: pasos desesperados

En el salón real, la luz de las antorchas parecía subrayar el fuego de su propio campamento, pero aquí la llama estaba encerrada en candelabros dorados, domesticada y obediente. Se encontraba frente a Segismundo III, rey de la Mancomunidad Polaco-Lituana, y cada paso hacia el trono se sentía como un movimiento contra la corriente de un poderoso río. El aire estaba impregnado del aroma de la cera y de caros perfumes, pero debajo se ocultaba un sabor a miedo e incertidumbre.

Nalyvaiko intentaba todo lo que sabía sobre el arte de la negociación. Hablaba sobre la historia compartida, sobre las amenazas de enemigos comunes, sobre los beneficios de la paz para ambas partes. Sus palabras, medidas y meditadas, caían sobre el silencio pétreo del salón como piedras arrojadas al agua. Veía cómo los ojos de los consejeros reales se movían, buscando puntos débiles en sus argumentos, como chacales esperando un error de la presa.

La diplomacia se reveló como un campo de batalla donde las armas no eran sables, sino palabras; no la fuerza, sino la astucia. Cada propuesta de Nalyvaiko era respondida con una contrapropuesta; cada concesión exigía aún más. Ofrecía cesar los ataques a cambio de autonomía para los cosacos, pero a cambio escuchaba demandas de desarme completo y reconocimiento del poder absoluto de la corona. El compromiso se sentía como un hielo delgado que crujía bajo sus pies, y cada movimiento podía ser el último.

La lucha interna de Nalyvaiko era tan intensa como la externa. Recordaba los rostros de sus cosacos, su fe en él, su anhelo de libertad. ¿Tenía derecho a intercambiar sus ideales por una paz incierta? ¿Sería un acto de traición ante aquellos que habían dado su vida por la causa común? Estas preguntas resonaban en su mente incluso mientras sus labios pronunciaban palabras llenas de prudencia y sensatez política.

El rey lo observaba atentamente, casi sin parpadear. Su rostro era una máscara de piedra que no revelaba emociones ni intenciones. Nalyvaiko comprendía que no jugaba solo contra el monarca, sino contra todo un sistema de poder, donde cada gesto tenía un significado oculto y cada palabra podía interpretarse de múltiples maneras. Sentía cómo el peso de la decisión recaía sobre sus hombros como un manto cosido con plomo.

El sol, a través de la ventana, comenzaba a inclinarse hacia el ocaso, proyectando largas sombras sobre las paredes decoradas del salón. Esas sombras le parecían a Nalyvaiko símbolos de sus propias dudas y temores, que crecían con cada momento perdido. Sabía que el tiempo jugaba en su contra, que cada instante sin acuerdo acercaba una nueva batalla, nuevas víctimas. La desesperación de sus pasos residía precisamente en esa conciencia, en entender que la razón y el corazón a veces iban en direcciones opuestas.

La última propuesta que presentó fue la concesión más dolorosa. Propuso reconocer la supremacía del rey en política exterior a cambio de la libertad interna de la comunidad cosaca. Era como entregar la espada, quedándose solo con la vaina. Esperó la respuesta, sintiendo cómo el sudor frío se formaba en su espalda bajo el pesado manto de terciopelo. El silencio en la sala se volvió más denso, pesado, cargado de la espera de lo inevitable.



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En el texto hay: ukraine, cossacs

Editado: 15.10.2025

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