Situado en una atractiva zona del centro de Madrid, destaca tanto por su amplitud como por su decoración impecable.
Al entrar, uno se encuentra con un amplio salón. Los muebles de color blanco lacado contrastan con las paredes de un suave tono crema. El salón cuenta con un gran sofá frente a un televisor de última generación. Un estante repleto de libros de ingeniería y sexología refleja las profesiones de la pareja y su amor por la lectura.
Unas puertas de cristal dan paso a una terraza espaciosa, donde se puede disfrutar de una vista impresionante del bullicioso centro de Madrid. Esta zona al aire libre está adornada con plantas y un par de tumbonas, creando un ambiente tranquilo y relajante.
El apartamento dispone de dos baños modernos, uno de ellos equipado con un lujoso hidromasaje. Las dos habitaciones son amplias y luminosas, con la habitación principal destacando por su acogedora atmósfera. Los muebles de madera lacada en blanco le otorgan un aire sofisticado y contemporáneo.
El cuarto de ejercicio es compacto pero funcional, con una bicicleta estática y espacio suficiente para practicar ejercicios, reflejando la importancia que Emma y Daniel dan a su salud y bienestar físico.
Finalmente, el despacho compartido, donde Daniel y Emma dedican horas a su trabajo y proyectos personales. Un escritorio grande permite a la pareja trabajar juntos, rodeados de estanterías repletas de libros y documentos. La habitación está cuidadosamente iluminada para evitar la fatiga ocular, proporcionando un espacio de trabajo eficiente y cómodo. En general, el apartamento es un reflejo de la vida equilibrada y sofisticada que lleva la pareja.
Ese día la sala de estar se ha transformado en un caos ordenado de ropa, artículos de aseo y documentos. Daniel revisa meticulosamente cada detalle, mientras Emma, sentada en el sofá, observa y ocasionalmente añade algún artículo olvidado.
—No olvides esto, Daniel –dice Emma, sosteniendo su colonia favorita. Daniel sonríe y la incluye en su equipaje. Aunque sólo estará fuera durante 15 días, cada pequeño artículo personal es importante.
A medida que la maleta se llena, la realidad de su separación se hace cada vez más tangible. No son más que dos semanas, pero serán las más largas que han estado separados desde que se casaron.
Emma se levanta del sofá y se acerca a Daniel, abrazándolo por detrás y apoyando la cabeza en su hombro. Después de un rato, Emma se aleja y sonríe a Daniel.
—Vas a hacer un trabajo increíble, Daniel. Estoy muy orgullosa de ti –Daniel mira a su esposa, agradeciendo sus palabras y se siente afortunado de tenerla a su lado.
—Te extrañaré, Emma –admite–. Pero te prometo que estaré de vuelta antes de que te des cuenta.
—¿Qué te apetece cenar? –pregunta Emma a Daniel.
—Con tanto ajetreo no tengo casi hambre, lo que tú quieras –contesta Daniel.
—Podemos preparar algo para picar en la terraza, hace una noche maravillosa –responde Emma.
Mientras Daniel se ocupa de sacar unas cervezas de la nevera, Emma va a cambiarse a su habitación. Cuando regresa lleva una camisa ligera que deja entrever su figura. Bajo la blusa, se puede apreciar un tanga negro que añade un toque sexy a su atuendo.
Al verla, Daniel con una sonrisa juguetona, no puede evitar hacer comentarios sobre lo atractiva que está. Emma, por su parte, le responde que siempre está pensando en lo mismo. Sin embargo, no puede evitar sonreír al ver el efecto que ha causado en su marido.
—Te voy a sacar una foto –le dice Daniel, desbloqueando su móvil y apuntando la cámara hacia ella. Emma protesta.
—Déjalo ya, vamos a cenar.
—Súbete un poco la camisa –dice Daniel haciendo caso omiso del comentario de Emma.
Después de tomar varias fotos, Daniel se las muestra.
—Vale Daniel, para ya y bórralas anda, a ver si las va a ver alguien. Sobre todo, esta última, es muy atrevida.
Daniel asiente y borra las fotos de su móvil.
Esa noche, bajo las sábanas, la pareja habla sobre el viaje del día siguiente. Mientras conversan, Daniel desliza suavemente su mano por el cuerpo de Emma. Sin embargo, al notar que la intensidad de sus caricias aumenta, Emma le pide que la deje dormir.
—Estoy cansada –le dice suavemente.
En ese momento, Daniel le hace una pregunta a Emma.
—¿No te preguntan sobre el morbo en la consulta?
—Claro que lo hacen, pero ¿por qué esta pregunta? ¿Hay algo en particular que te gustaría hacer?
A lo que Daniel contesta con otra pregunta.
—¿Tú crees que eres morbosa?
—¿Y tú, Daniel, consideras que eres morboso?
—Pues yo diría que sí.
—¿Y qué es lo que más morbo te daría?
—Pues, por ejemplo, un intercambio de parejas, ¿nunca has pensado en ello?
Emma le mira fijamente con una mezcla de sorpresa y disgusto.
—Daniel, en muchas ocasiones, en el tema del sexo, me has sorprendido, pero esta vez te has pasado. Ni loca haría algo así, ¿lo harías tú? –Daniel no responde.