Daniel se levanta temprano al día siguiente,
deseoso de comenzar su primer día de trabajo en
Monterrey. Se viste con un traje fresco y se dirige al
restaurante del hotel, donde se encuentra con un buffet de
desayuno lujosamente dispuesto.
Mientras disfruta de su café y los platos locales, ve a
Raúl entrar al restaurante. Su amigo se une a él en la
mesa, mirándolo con interés.
—¿Has descansado bien, Daniel? –pregunta Raúl,
tomando un sorbo de su café.
—Sí, dormí de maravilla. Este lugar es muy
confortable –responde Daniel.
Después de un desayuno relajante, Raúl y Daniel se dirigen
a las oficinas de la multinacional.
La reunión de presentación es relajada pero
productiva. Se establecen las pautas para la realización del
proyecto y su coordinación. Daniel se siente a gusto con su
nuevo equipo, altamente cualificado, especialmente al ver
su entusiasmo y su dedicación al proyecto.
Entre los miembros del equipo, una mujer en
particular llama la atención de Daniel. Rosalinda, una bella
mujer de treinta y siete años, es la ingeniera jefa en el
equipo. Tiene una personalidad fuerte y decidida, y una
sonrisa amable, cálida y acogedora.
Después de la reunión de presentación, Daniel se
acerca a Rosalinda. Quiere discutir detalles adicionales
sobre el proyecto y coordinar su colaboración para los
próximos meses.
—Rosalinda, ¿tienes un momento para conversar?
Me gustaría que me pusieras al día –pide Daniel.
La oficina de Rosalinda está bien organizada, con
planos de proyectos y notas adhesivas en las paredes.
Daniel se da cuenta de que a Rosalinda le gusta tener todo
en su lugar.
Mientras se sientan, Rosalinda le pregunta
amablemente sobre España y su familia. Daniel le habla de
Emma y su vida en Madrid, describe su hogar y la pasión
que siente por su trabajo.
—¿Y tú, Rosalinda? Cuéntame sobre ti –le dice
Daniel.
Rosalinda comienza a contarle detalles sobre su
vida. Le dice que está casada y tiene un hijo. Habla con
cariño de ellos, y Daniel puede ver el amor y el orgullo en
sus ojos.
Después, pasan a discutir los detalles del proyecto.
Rosalinda demuestra ser una colega competente y eficaz, y
Daniel está agradecido, siente que está en buenas manos,
emocionado por trabajar con ella y con el resto del equipo,
tiene la confianza de que podrán hacer un gran trabajo
juntos. Terminada la jornada, Daniel regresa al hotel,
satisfecho. Reflexiona sobre las oportunidades que se le
presentan en su carrera y se siente motivado.
Finalmente, se prepara para descansar, pero aún no
tiene sueño y decide bajar a la cafetería del hotel para
fumar un cigarrillo antes de dormir. Daniel entra y pide una
bebida. A pesar de ser tarde, el ambiente en la cafetería es
agradable y animado, lo cual le sorprende gratamente.
Encuentra un lugar cómodo para sentarse y observa
a las personas a su alrededor, notando que algunos
huéspedes también están disfrutando de la atmósfera
relajada a pesar de la hora.
La música suave de fondo y las luces tenues crean
un ambiente acogedor. Daniel puede sentir cómo el estrés
del día va disminuyendo mientras se sumerge en el
ambiente tranquilo de. Aprovecha el momento para
relajarse y desconectar.
Está a punto de subir a la habitación cuando una voz
femenina interrumpe sus pensamientos.
—¿Qué elegante vas? ¿Te hospedas en el hotel?
Daniel gira su cabeza y encuentra a una mujer
atractiva sentada a su lado en la barra. Su melena oscura
enmarca un rostro de rasgos finos, y sus ojos brillan con
curiosidad y simpatía.
—Sí, me hospedo aquí –responde Daniel
sorprendido–. Estoy en la ciudad por unos días debido a
asuntos de trabajo.
—¿Y de dónde eres? –pregunta la mujer con un
claro acento mexicano.
—Soy de España, vivo en Madrid –responde
Daniel–. Estoy aquí en Monterrey para supervisar un
importante proyecto de ingeniería.
—Mi nombre es Camila –dice la mujer, extendiendo
una mano hacia Daniel–. ¿Te importa si te invito a una
última copa?
Daniel acepta, agradeciendo su generosidad. Es una
noche cálida.
—México siempre me ha dado la bienvenida con los
brazos abiertos –responde Daniel, levantando su copa en
un gesto de brindis –Es un placer estar aquí.
Camila le cuenta que también está en Monterrey por
un tema laboral. Trabaja como directora comercial en una
empresa con sede en Ciudad de México y ha sido enviada
para asistir a una convención.
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Pasan la siguiente hora hablando de sus respectivos
trabajos y experiencias en el mundo corporativo.
Finalmente, Daniel mira el reloj y se da cuenta de
que se está haciendo tarde. Agradece a Camila la
agradable conversación y la última copa, deseándole lo
mejor para la convención.
Camila y Daniel se despiden en la cafetería, pero
casualmente ambos se dirigen hacia el mismo ascensor.
Mientras esperan su llegada, la conversación continúa
pasando sin esfuerzo de los negocios a temas más
personales.
—¿En qué piso te hospedas, Daniel? –pregunta
Camila.
—En el noveno –responde Daniel, señalando con su
dedo el botón del ascensor–. ¿Y tú?
—En el décimo –responde Camila–. Parece que
somos casi vecinos.
Ambos ríen ante la coincidencia. Cuando llega el
ascensor, entran juntos. Camila, después de unos
segundos de silencio, decide invitar a Daniel a su
habitación para una última copa.
—Daniel, ¿qué te parece si tomamos una última
copa en mi habitación? Me gustaría saber más sobre tu
proyecto y sobre tu país –sugiere Camila. Daniel duda un
momento.
—Camila, agradezco mucho tu invitación –dice
finalmente Daniel mirándola a los ojos–. Pero solo un rato,
mañana madrugo mucho y no quiero llegar tarde, es mi
segundo día de trabajo aquí.
—Por supuesto, Daniel. Una copa y a dormir.
Esa noche Daniel no se puede resistir al encanto y
belleza de Camila.