La mañana en el laboratorio era inusualmente tranquila. Maria estaba sentada en su escritorio, rodeada de libros de física cuántica y diagramas complejos. Tenía que entregar un ensayo avanzado para la academia sobre la "Estabilidad de la Energía en Vacío", pero los cálculos no cuadraban.
Shadow, que ahora pasaba casi todo el día fuera de su cápsula, la observaba en silencio desde un rincón. Al ver a Maria frustrada, se acercó lentamente.
—Te falta una variable, Maria —dijo Shadow con su voz profunda, señalando una ecuación en el papel.
—¿Eh? ¿Cómo lo sabes, Shadow? —preguntó ella sorprendida.
—Mi cerebro fue diseñado para procesar datos a velocidades que los humanos no comprenden. Esa fórmula busca el equilibrio, pero estás ignorando la resistencia de la fricción del Caos.
Shadow tomó el lápiz con delicadeza y, en pocos segundos, resolvió el problema que a Maria le había tomado horas. No solo la ayudó con los cálculos, sino que empezó a explicarle conceptos que ni siquiera sus profesores mencionaban. Shadow se había convertido en el tutor más avanzado del mundo, y Maria lo miraba con una mezcla de orgullo y asombro.
—Gracias, Shadow. ¡Eres increíble! —dijo Maria, dándole un pequeño apretón en la mano.
En ese momento llego el autobús de la Academia. María se despidió de Shadow, prometiendo que al regreso jugarían un poco. Cuando el autobús partió, Shadow miro fijamente el autobús hasta que ya no lo pudo ver. Respiro profundo y volví a entrar a la base.
Al llegar a la academia Uniciencias, Maria se sentía nerviosa. Esperaba ver a Betty esperándola para molestarla, pero algo había cambiado.
En la entrada, Betty Whyte estaba sola, mirando hacia el suelo. Cuando vio a Maria, no hubo insultos. Betty se acercó lentamente, visiblemente arrepentida después de ver cómo Maria había crecido y triunfado a pesar de sus ataques.
—Maria... quería pedirte disculpas por todo —dijo Betty en voz baja—. Me porté como una tonta. Vi lo que hiciste en la base de GUN (los rumores vuelan) y... me di cuenta de que eres mejor persona de lo que yo intenté ser. ¿Podemos... empezar de nuevo?
Maria, con su corazón bondadoso, no dudó. —Claro que sí, Betty. Me encantaría que fuéramos amigas.
Betty confesó que su actitud se debía a la presión de sus padres por ser la mejor y al miedo que sentía al ver el talento natural de Maria.
—Me sentí pequeña a tu lado, y traté de que tú te sintieras igual —admitió Betty mientras caminaban hacia el edificio principal—. Pero después de verte en las noticias de la base, me di cuenta de que eres valiente. ¿Me perdonas?
Maria le sonrió de esa forma dulce que solo ella tenía. —Ya te perdoné, Betty. La ciencia es mejor cuando se comparte.
Durante el almuerzo, algo histórico ocurrió en la cafetería: Maria y Betty se sentaron juntas. Compartieron sus almuerzos y rieron recordando el desastre del café del primer día, pero esta vez con alegría. Betty le mostró su nuevo proyecto de química, y Maria, usando los consejos de Shadow, le dio unas ideas que dejaron a Betty con la boca abierta.
Más tarde, en la clase de Laboratorio Avanzado, el profesor las asignó como compañeras de mesa. Trabajaron en perfecta sincronía. Maria manejaba los cálculos y Betty los reactivos. Eran el equipo perfecto, y por primera vez, Maria sintió que Uniciencias no era un lugar de guerra, sino un hogar.
Sin embargo, la armonía se rompió cuando una sombra se proyectó sobre su mesa. Rosa, una chica de porte aristocrático y mirada fría como el hielo, se detuvo frente a ellas. Rosa no era una simple acosadora; era la hija del General jefe de suministros de GUN, y su arrogancia era superior a cualquier cosa que Maria hubiera visto.
—Vaya, la traidora y la "Niña del Espacio" se han vuelto mejores amigas —dijo Rosa, acariciando su collar de perlas—. Betty, qué bajo has caído. Y tú, Maria... no te acostumbres a las sonrisas. Mi padre dice que tu abuelo está jugando a ser Dios con ese erizo mutante. Disfruta de tu "compañero" mientras puedas, porque las armas están hechas para ser usadas, no para bailar.
Rosa se retiró con elegancia, dejando un rastro de veneno en sus palabras. Betty temblaba ligeramente, pero Maria apretó el lápiz con fuerza. Rosa no era como Betty; Rosa era calculadora y tenía poder real detrás de ella.
Mientras tanto, en la base de GUN, el silencio era ensordecedor para Shadow. Acostumbrado a la risa constante de Maria y a sus historias, el laboratorio se sentía frío y vacío.
Shadow caminaba por el pasillo, mirando la habitación de Maria. Se sentó en el sillón donde solían bailar y jugar. Shadow empezó a sentir un vacío en el pecho; la extrañaba. Miraba el reloj de la pared constantemente, contando los minutos para que el autobús escolar regresara.
El Profesor Gerald lo vio desde la distancia. Shadow no estaba entrenando, no estaba meditando; estaba simplemente esperando. Cada vez que un motor se escuchaba a lo lejos, las orejas de Shadow se movían con esperanza, solo para decepcionarse al ver que era un camión de suministros y no el autobús escolar.
Cuando el autobús finalmente frenó frente a la base, Shadow ya estaba en la puerta, con los brazos cruzados, tratando de mantener su imagen de seriedad, aunque su corazón latía con fuerza.
Maria bajó corriendo las escaleras del bus y, al verlo, su rostro se iluminó como si hubiera salido el sol por segunda vez en el día.
—¡Shadow! ¡No vas a creer todo lo que pasó! —gritó mientras corría hacia él.
Maria se lanzó a sus brazos. Shadow la recibió, cerrando los ojos por un instante y dejando escapar un suspiro de alivio que había estado conteniendo por horas.
—Te extrañé mucho —le susurró Maria al oído mientras entraban a la base.
—Yo... —Shadow hizo una pausa, mirando hacia otro lado para ocultar su media sonrisa—. Yo también noté tu ausencia.
El laboratorio estaba demasiado silencioso.
Mientras caminaban hacia el cuarto para que Maria le contara sobre su nueva amiga Betty y la amenaza de Rosa, Shadow hizo una promesa silenciosa.