Shadaria

Capitulo 10 "Muralla de acero"

La base de GUN ya no era un centro de investigación; se había transformado en una fortaleza. El sonido de las botas de los soldados contra el suelo de metal y el eco de las órdenes del Capitán Wolters llenaban los pasillos. En la sala de mando, el Profesor Gerald, Ronald y Shadow se reunieron frente a un mapa holográfico de la región.

​—La traición de Leo ha dejado un agujero en nuestra seguridad —dijo Wolters, golpeando la mesa con firmeza—. Pero también nos ha dado un objetivo. Hemos rastreado su última conexión a una zona montañosa a 50 kilómetros de aquí. El Equipo Kass opera desde allí.

​Shadow, con los brazos cruzados y la mirada fija en el holograma, intervino con una voz que destilaba una frialdad peligrosa.

—No esperaremos a que ataquen. Yo puedo llegar allí en minutos.

​—No, Shadow —lo detuvo Gerald—. Es una trampa. Quieren sacarte de la base para dejar a Maria indefensa.

​El plan se decidió: Wolters y sus 40 hombres de élite blindarían el perímetro externo. Ronald supervisaría los escáneres térmicos para detectar infiltrados, mientras que Shadow se encargaría de la vigilancia interna y externa de forma constante. Sin embargo, esto implicaba un sacrificio que a Shadow le quemaba por dentro: para cumplir su deber, debía alejarse de Maria. Si pasaba el tiempo jugando o bailando con ella, bajaría la guardia. Decidió que, hasta que Leo fuera capturado, él sería una sombra solitaria en los tejados de la base.

​Mientras tanto, en UniCiencias, la atmósfera estaba a punto de estallar. Rosa, enfurecida por su fracaso anterior, había reunido a su propio grupo de seguidores para hacerle la vida imposible a Maria y Betty. Pero Betty ya no estaba sola.

​En el pasillo principal, Rosa intentó bloquearle el paso a Maria, pero dos chicas se interpusieron de inmediato. Eran Lily y Judy, las mejores amigas de Betty, quienes habían decidido unirse a la causa tras ver la valentía de Maria.

​—Hazte a un lado, Rosa —dijo Lily, una chica de mirada audaz y experta en informática.

—UniCiencias no es tu feudo personal —añadió Judy, conocida por su fuerza y su carácter directo.

​Rosa soltó una carcajada cínica. —¿Creen que por ser un grupo de cuatro van a detenerme? Mi padre tiene el control de los suministros de esta escuela. Puedo hacer que sus proyectos desaparezcan en un parpadeo.

​—Inténtalo —desafió Betty, colocándose al lado de Maria—. Ahora sabemos cómo juegas, Rosa. Y no te tenemos miedo.

​La "Guerra de las Ciencias" había comenzado. Durante las clases, Lily y Judy actuaron como escudos, vigilando que nadie saboteara los casilleros de Maria, mientras Betty y Maria compartían sus conocimientos. Por primera vez, Maria sentía que tenía un "ejército" de amigas protegiéndola en el mundo exterior.

​Esa tarde, tras terminar las clases, Maria invitó a Betty a la base. Gerald había dado permiso, pensando que tener a una amiga cerca ayudaría a Maria a sobrellevar la distancia de Shadow.

​Betty caminaba por los pasillos de GUN con los ojos muy abiertos. Todo era imponente, tecnológico y un poco aterrador.

—Es increíble que vivas aquí, Maria —susurró Betty mientras llegaban al sector habitacional.

​De repente, una figura descendió desde una de las vigas del techo con una agilidad inhumana, aterrizando sin hacer el menor ruido frente a ellas. Betty soltó un grito de sorpresa y retrocedió, tropezando.

​Era Shadow. Su pelaje negro brillaba bajo las luces fluorescentes y sus ojos rojos examinaron a Betty con una intensidad que parecía atravesar su alma.

​—Shadow, ¡me asustaste! —dijo Maria, aunque su rostro se iluminó al verlo—. Ella es mi amiga, Betty. Te hablé de ella.

​Shadow no se movió. Mantuvo su postura defensiva por unos segundos, analizando si Betty representaba una amenaza. Betty, temblando un poco, se puso de pie.

—H-hola... Shadow. Maria me dijo que eras... especial. Pero eres mucho más impresionante de lo que imaginé.

​Shadow relajó los hombros ligeramente, pero su expresión seguía siendo seria.

—Maria confía en ti —dijo Shadow con su voz profunda—. Eso es suficiente para mí. Pero ten cuidado, humana. Esta base ya no es segura.

​Betty quedó muda. La presencia de Shadow imponía un respeto que nunca había sentido por nadie. Entendió en ese momento por qué Rosa le tenía tanto miedo y por qué Maria se sentía tan segura a su lado.

​A pesar del breve encuentro, Shadow se preparó para salir de nuevo.

—¿No te quedarás a cenar con nosotras? —preguntó Maria con un rastro de tristeza en la voz.

​Shadow se detuvo en la puerta. Miró a Maria, deseando más que nada quedarse y escuchar sus historias sobre Lily y Judy, pero recordó el rostro del mercenario de Kass y la traición de Leo.

—No puedo, Maria. Wolters necesita que revise los conductos de ventilación del nivel inferior. No dormiré esta noche hasta estar seguro de que Leo no está escondido en las sombras.

​—Pero Shadow... —insistió Maria.

—Quédate con tu amiga —cortó él, aunque sus ojos suavizaron su tono—. Ella te mantendrá distraída. Yo haré mi trabajo.

​Shadow desapareció en un parpadeo de velocidad. Maria se quedó mirando el pasillo vacío. Betty le puso una mano en el hombro.

—Él te quiere mucho, Maria. Se nota en cómo te mira antes de irse. Se está sacrificando para que tú puedas dormir tranquila.

​Mientras Maria y Betty estudiaban en la habitación, una señal de interferencia cruzó todas las pantallas de la base. El Capitán Wolters llamó a Gerald a la sala de monitores. Shadow, sintiendo la perturbación eléctrica, llegó en un segundo.

​En la pantalla principal apareció el rostro del Profesor Leo. Se veía demacrado, pero sus ojos brillaban con una locura fría. Estaba en una habitación oscura, rodeado de tecnología del Equipo Kass.

​—Profesor Robotnik... Capitán Wolters... —dijo Leo con una sonrisa torcida—. Creen que sellar la base los salvará. Pero el Equipo Kass no necesita entrar por la puerta.




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