Shadows

CAPÍTULO 20

El velorio de Mark Thompson, el chico que había dado su suicidio público saltando desde el último piso de las gradas del estadio, fue un momento de dolor y pena.

Gran parte de los estudiantes estaban alrededor del cajón, velando por él y llorando en desconsuelo por la mortificante última escena con vida de éste.

Las imágenes de su suicidio habían aparecido en internet; en el preciso instante que daba el salto hacia el vacío. Pero las sombras, los entes maquiavélicos, la neblina embadurnando sus remotas facciones no aparecían en ellas. Yo sabía que habían estado, acompañándolo en el salto, y estaba consciente también de que yo misma las había enviado hacia él al rozarlo apenas.

Ariadna se había tomado un momento para consolar a Logan, y acariciaba con cariño la espalda masculina mientras él la rodeaba desde la cintura. Ella parecía realmente interesada en él; y sabía que debía apoyarla en eso. Pero mi mente no se hallaba despejada nunca y siempre que estábamos juntas y hablábamos, era de algún suicidio o de él. Y peleábamos. Mucho. No podía evitarlo.

Una sensación de escalofríos me recorrió el cuerpo y me imaginé a las sombras acercándose. Pero no fue así; Axel se sentó junto a mi en la sala y acarició mi espalda baja en una mueca.

— ¿Cómo estás?

La imagen de Axel aferrando el cuerpo de Viola no abandonaban mis pensamientos.

—No sé qué decir.

—Lo entiendo, Logan me dijo que eran cercanos.

—Sí —resopló—, era un chico extraño pero siempre estaba en nuestras fiestas después del partido apoyándonos a todos. Nunca faltó a un juego.

Pensé en decirle que lo había visto antes, pensé en hablar acerca de Viola y la relación que tenía con él; pero me sentí extrañamente intimidada. ¿Dónde había llevado a Viola en contra de su voluntad? ¿Por qué la interrogaba, de todos modos? ¿La habría lastimado?

— ¿Te fuiste temprano del partido? —Desperté de mi reflexión. Axel continuó—: En un momento ya no te vi.

—Fui a los baños... y encontré a Viola.

El rostro de Axel se mostró impasible.

—Ella supuso un problema para ti, ¿no es así?

— ¿Por qué lo dices?

Axel se encogió de hombros.

—He oído que no eres su persona favorita en estos momentos. Es una narcisista, no le agrada la competencia y creo que supone que tú lo eres para ella.

—No tendría motivos. De cualquier forma, no hubo ningún incidente en el corredor, sólo la crucé.

— ¿Estaba sola? ¿Qué hacía sola en el corredor cuando todos estaban en las gradas?

—No estaba sola —mordí mi labio, suponiendo que habría consecuencias, pero realmente quería saber qué había sucedido―, estaba con Mark.

Axel tampoco pareció sorprendido esa vez, como si realmente lo hallara normal o, simplemente, ya lo supiera de buena fuente.

—Ella siempre parece estar en la última escena de todas las víctimas pero nunca es culpable de nada, es muy típico de ella.

— ¿Víctimas?

—Víctima del suicidio, roja —Axel acarició mi hombro con gentileza y confianza antes de que su móvil sonara―. Tengo que contestar.

Asentí y él esbozó una cálida sonrisa antes de deslizar sus dedos por mi muñeca y entrelazarlos con los míos., enviando pequeñas raciones de electricidad a devorar mis sistemas. Sus roces eran demandantes, lo sabía por cómo él se comportaba frente a mí, sabía lo que hacía. Y detestaba que supiera cómo me sentía.

Pero no podía controlarme con él, tanto por mi condición como por él. Respiré hondamente y me acerqué a Ariadna por un interés mucho mayor.

— ¿Sabes si está Seth aquí? —Ella negó con la cabeza—. Préstame tu coche.

— ¿A dónde vas?

—Voy a seguirlo.

Ariadna me extendió las llaves y se despidió unos segundos de Logan. Sólo unos segundos por mí. Vaya, que me sentía importante en esos momentos.

—Cuídate. Si tienes problemas, sólo llama. Iré con Logan de inmediato.

Pero era obvio que no lo abandonaría para ir a buscarme si tenía problemas. Lo que me recordó de advertirle:

―Ari, ni una palabra a Logan, ¿lo entiendes? No quiero que Axel lo sepa.

Ella asintió y no me convenció en lo absoluto; pero no tenía tiempo que perder. Atravesé la sala de estudiantes compungidos y busqué el coche de Ari.

La noche se extendía a lo largo de la costa y magullaba con oscuridad los extremos menos iluminados de la avenida. El velo iridiscente de estrellas apenas se vislumbraba bajo una tumultuosa cumulonimbos que amenazaba con descargar toda su ira sobre San Buenaventura.

Una brisa helada acariciaba mi cabello arrebatadoramente mientras entraba a la calidez del coche. Rogaba porque Axel aún no se hubiese ido, y me alegré al divisarlo aparcado unos coches más atrás.

Aguardé en silencio fijando la vista en el retrovisor, reflexionando acerca de la voz de Seth que había oído en mis pensamientos esa mañana. Tan nítida, tan natural y caótica causando estragos en mi interior. Habría querido confrontarlo de no ser por la compañía de Axel, y por el temor al ridículo al que me imaginaba con Seth.

¿Realmente lo había oído hablar en mi cabeza? ¿Cómo podía ser posible? Pero si veía a las sombras revolviéndose entre los humanos como entes oscuros e invisibles, tal vez podía también, leer los pensamientos de las personas.

Pero Seth parecía muy convencido de lo que sucedía, tal vez sólo con él podía hacerlo. Entonces, ¿quién era él?

¿Por qué me sucedía a mí? ¿Qué había de diferente en mí del resto de las chicas?




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