Shadows

CAPÍTULO 33

El corazón me dio un vuelco ante la declaración pero no dije nada más. Aquello perforaba mis oídos notablemente.

Un demonio.

Seth era un demonio.

Todo aquello a lo que siempre había temido, de lo que había escapado de mi hogar, el personaje temible e infame de las historias de mi madre...

Eran él.

—Selene, ¿te encuentras bien? —La mano de Nancy sobre mi hombro.

No podía responder. Me sentía extraña, doblegada por la sensación que recorría mi piel. Las sombras me lo habían enseñado muchas veces, me habían advertido cientos más y no pude conciliar una independencia de mis emociones por mantenerlo cerca.

Me expuse a tu peligro cientos de veces, sin saber qué eras o qué querías de mí, pensé.

Vriednoch.

Claro que reconocía ese nombre en mi memoria. La claridad con la que me convencía ahora acerca de las historias de mi madre me parecía innata. Descendiente directa de los Vriednoch de California, una devota familia cristiana que abandonó sus tierras buscando la salvación de sus almas impuras. Al menos, así lo veían ellos.

—Una de las hijas menores, cuya belleza sin igual atrajo al párroco y lo sedujo por diversión. Fue castigada por su santo Jehová con el fruto de su alta traición a la iglesia —me había explicado mi madre—. Su devoción al demonio profanador la llevó a su muerte meses más tarde después de dar a luz a unas hermosas gemelas que cargarían con su sangre directa, el pecado de su progenitor.

Todas esas historias me habían atemorizado con alucinaciones y la presencia constante de las sombras a mi alrededor. Me había sentido marcada, de alguna forma por ese pecado que me había sido conferido.

—Estamos condenadas, hija mía —decía siempre mi madre a los terrores nocturnos que sucumbían—, condenadas a la muerte por errores del pasado. En nuestra sangre corre el veneno que nos consumirá si somos atrapadas.

Cerré los ojos ante el doloroso recuerdo y maldije en mi interior que nunca la hubiese escuchado; y odiaba ese momento en que tenía que admitir que ella tenía razón. Pero a la vez no, es decir, yo sólo era una niña cuando todo eso comenzó. No habían tenido piedad conmigo.

Y si no actuaba rápido, dudaba que esos demonios la tuvieran ahora.

—Nancy tenemos que hallar la salida —corté con valentía, aunque en el interior el miedo hubiese entumecido los latidos de mi corazón—. Carajo, mi móvil.

Revisé el dorso de mis jeans y la chaqueta oscura que traía encima pero no lo encontré.

— ¿Lo tienes?

—Debe haberse caído cuando venía con Lisa. ¡Demonios! Tiene que haber algo más.

—Esa palabra me da escalofríos —se quejó Nancy, sosteniéndose con sus brazos—. Es que no vamos a salir. Dios mío, jamás volveré a ver a mamá ni a Lety... Si no hubiese sido por Viola jamás lo hubiese conocido —lloriqueó Nancy, ahogando sus lágrimas.

— ¿Viola Price te presentó a Léon?

—Viola fue quien armó un encuentro a escondidas de mi mamá con él. Después de esa noche, comencé a tener unas pesadillas espantosas con él y con...

Su llanto pudo más que ella y se ahogó en un jadeo involuntario.

— ¿Con quién, Nancy? —Inquirí, tocando su brazo—. ¿Con quién más soñabas?

—Con qué, más bien. Con mi muerte —tragó saliva—. Todo este tiempo estuvo mostrándome cómo iba a morir esta noche. Él... al final... me arrancará el corazón. Es mi culpa —sorbió su nariz—, porque yo se lo prometí. Lety tenía razón, no era un buen chico.

—Con un sacrificio —murmuré.

Comenzaba a comprender lo que ocurría, las historias que había oído de niña cobraban vida en esa alterada realidad; una en la que mi mamá había tenido razón y yo había sido una hija rebelde y prejuiciosa.

Y entonces recordé mi conversación con Lisa esa mañana. Si ella realmente era un demonio ―uno de aquellos que drenaban la vida de los mortales―, entonces debía saber lo que era Seth. Pero había mentido convenciéndome que era un ángel. No tenía sentido que lo hiciera, y de hecho, no tenía sentido que me hubiese dado ningún tipo de información acerca de nada.

Pero lo hizo, y prefirió mentirme sobre la verdadera identidad de Seth para que sospechara de algo que sabría que no le temería.

No tenía sentido.

—Selene —Nancy llamó cuando unas entidades sombrías vestidas con túnicas negras se acercaron a un grupo, guiándolos fuera de las celdas—, ya no hay vuelta atrás.

Nancy tomó mi mano con un fuerte apego. Recordé en las últimas semanas que habían transcurrido, en los acercamientos constantes de Seth perfectamente premeditados y los comentarios y muestras de temor por parte de mis compañeros ante aquella acción.

Ella me había acusado de estar enredada con los suicidios de los jóvenes del Ventura, me había demostrado tanto temor, tanta repulsión a mi compañía. Y en esos momentos sus dedos inquietos se entrelazaban con los míos en un contacto de apoyo moral más que de protección.

Me dije a mí misma que no podía darme por vencida en esos momentos, no después de lo lejos que había llegado al intentar develar el misterio tras el bosque. Claro que descubrir que lo invadían realmente monstruos alados que se dedicaban a la caza de humanos y vivían de la esencia vital de los mismos, convertían la situación un poco más trascendente de lo que hubiese esperado.

Pero Seth llevaba razón en algo, rendirse no estaba entre mis planes. No al menos hasta que viese a Ari sana y salva.

Jadeé ante la intensa luz que osciló sobre mis ojos al momento en que salíamos de aquel sótano-calabozo oscuro. Tuve que parpadear varias veces antes de acostumbrarme a la nueva luz casi cegadora y pude visualizar con pánico como eran liberadas las presas frente a la expectación de nuestro público.




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