Shadows

CAPÍTULO 35

Aunque apenas estaba procesándolo todo, aquello no me imponía un miedo mayor al de perder a Ari. Aún con la adrenalina de hallarme entre demonios posesivos, acechándome ―cosa a la que estaba acostumbrada desde pequeña―, el hecho de que hacía apenas una hora había dejado de cargar con el apellido judío que me había otorgado mi rabino, para convertirme en una Vriednoch de la cristiandad antigua; y sobre todo las diferentes emociones que me invadían constantemente al descubrir que existían muchos más entes oscuros de los que yo conocía ―y que sin duda eran endemoniadamente más atractivos que las sombras―, no conciliaba ocupar suficiente espacio de mis preocupaciones como para saltarme el rescate de mi amiga.

El bosque estaba oscuro, completamente desolado y con la noche del otoño más gélido que hubiese presenciado. Las copas de los árboles se mecían condescendientes con el aire espeso y daban un aspecto atemorizante a mi alrededor.

La presencia agresiva y demandante de Landon y Seth me inspiraba desconfianza. Observarlos debatirse sobre un punto muerto en su conversación lo hacía más ilógico que cualquier cosa.

Aunque intentase esforzarme por comprender de lo que hablaban, tenía asumido que necesitaría más tiempo del que disponía. Y el tiempo apremiaba.

Retrocedí un par de pasos hacia la espesura del bosque y me volví hacia ellos verificando que no habían notado mi distancia. Satisfecha continué con la acción hasta que estuve lo suficientemente lejos de ellos como para empezar a correr.

Una vez más estaba entre las sombras del bosque, jadeante de respiración y sin un rumbo fijo que pudiese mantener bajo la luz de la luna.

Había perdido mi mochila, la linterna y el móvil. No tenía instrucciones sobre el camino de regreso y se me agotaba el tiempo.

Me detuve a medio camino, perdida entre los árboles, los diferentes caminos que se abrían a los lados y las malezas que enredaban mis piernas de una forma extraña y perturbadora.

No sabía a dónde ir.

Ariadna aún seguía siendo prisionera de Lisa y yo realmente desconocía el paradero. ¿Qué debía hacer? Volver no era opción viable, sobre todo porque se esperaba una reunión del Consejo de Infratierra para decidir qué hacer conmigo.

No necesitaba ser licenciada en demonología para saber que me asesinarían por matar a uno de los suyos.

Tomé una bocanada de aire y cerré los ojos esperando que, nuevamente, las sombras acudieran a mi salvación como lo habían hecho antes, guiándome hacia la cueva.

Teniendo en cuenta la explicación de Landon con respecto a las sombras, si es que tenía razón; descubrí que no tenía sentido que me hubiesen guiado hasta la cueva. Después de todo, si me protegían, me habrían evitado ese lugar.

Ahora sabía que estaba equivocado.

Cuando abrí los ojos nuevamente, una sombra apareció en mi radar acaparando mi atención. Pero no era lo que había esperado realmente.

Di un paso hacia adelante y el aire de mis pulmones se soltó de golpe ante un jadeo de sorpresa y miedo.

— ¿Axel?

Su cuerpo solariego, con hebras de cabello rubio cayendo sobre su frente y ojos tan brillantes y acaramelados como el oro, emergió de la noche.

Llevaba una chaqueta oscura para protegerse del frío y unos jeans desgastados en las rodillas.

—Es difícil para ti respetar la más mínima orden, ¿no?

Retrocedí. Maldita sea es que no me sentía segura con nada en esos momentos.

— ¿Estabas detrás de todo esto? —Mi desilusión fue inmediata.

—Claro que no, roja —dio un paso hacia mí y extendió por mis hombros su chaqueta oscura. Una camisa cernida a su pecho resguardaba debajo—, y me molesta que siempre termines desconfiando de todo lo que a mí se refiere.

Axel me tomó por los hombros, observándome con exasperación y dejó escapar un extenso suspiro.

»Estaba preocupado, ¿estás bien?

Jadeé con un encuentro de diferentes emociones que no pude contener. Sentía que chocaba contra una pared continuamente, como los complicados controles de los juegos de video en los que el avatar se queda atascado.

—Lo estoy pero...

¿Axel estaría también detrás de todo eso?

Tomé una tranquilizadora distancia y me permití observarlo con atención. Cada centímetro de piel bronceada de Axel, brillaba con elocuencia ante el reflejo de la luna. Y yo no podía comprender cómo lucía tan bien su piel en medio de la oscuridad. Estaba segura que mi cabello era un desordenado nido de pájaros y mi rostro estaba sucio y húmedo por las lágrimas.

— ¿Cómo sabías que estaría aquí?

—No fue difícil, sabiendo que te gusta meterte en líos bastante grandes, roja. Y este lo parece suficiente.

—Tú... eres uno... de ellos, ¿verdad?

Axel se mantuvo en su sitio.

— ¿Uno de ellos? —Axel echó un vistazo a su alrededor antes de volver a buscarme—. ¿Igual a quiénes?

—Igual que Lisa y... Seth. Tú eres como ellos.

—No —avanzó el paso que yo había retrocedido y esbozó una mueca de aflicción— y me hubiese gustado explicarte todo desde el principio pero tú no confiabas en mí aún.

— ¿Me dirás todo ahora?

—No lo sé, roja, ¿tú confías en mí ahora? ¿O es que ya no tienes más malas decisiones que tomar? Te lo advertí, y muchas veces. Pero las cosas siempre estuvieron en mi contra.

—Lisa... es que ella...

—Lo sé. Y no fue tu culpa pero... ¡demonios! ¿Es que era tan difícil dar un voto de confianza? —Se acercó lo suficiente para acariciar mi mejilla y resoplar con frustración—. Siempre intenté que vieras en mí lo que realmente había.




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