Shadows

PRÓLOGO

 

 

 

 

 

 

California, año 1896

 

Estaba corriendo bajo la extensa oscuridad de la noche; el corazón latía desbocado bajo su pecho y agitaba ferozmente su respiración. No se permitía voltear hacia atrás porque no tenía dudas de que venía a por ella. Había oído su llamado, el grito de guerra esparcirse en lo recovecos de su mente y había comenzado a correr.

A su alrededor los matorrales se enredaban en sus piernas y rasgaban sin piedad fragmentos de piel ya lastimada. Pero no se atrevería a detenerse.

Oyó sus pasos a la lejanía en perfecta claridad, seguida de su voz, suave y seductora; advirtiéndole que la encontraría, que realmente no había lugar dónde esconderse y ella lo sabía. Pero quería hacer el intento.

Aquel monstruo había acabado con la vida de su madre y se alzaba victorioso contra ella reclamando carne joven como la suya.

Estaba asustada, su cuerpo temblaba con violencia y su mente divagaba en vanos intentos de concentración. Debía apartarlo de sus pensamientos, meditar acerca de su salvación y creer que alguien divino bajaría en su rescate.

—Nadie vendrá a salvarte —su voz lasciva la detuvo en seco. Las piernas le temblaban—. Serás mía, Meredith...

Se tropezó con una rama y cayó de rodillas empapada en lágrimas. Aunque no podía verlo era capaz de sentirlo sobre ella; entrando y saliendo de su mente, confundiéndola y atormentándola.

Intentó levantarse pero las ramas del suelo se volvían enredaderas trepando por sus piernas, inmovilizándolas lado a lado. Intentó gritar, pedir ayuda pero sus cuerdas estaban atontadas en interior.

Frente a ella, los árboles comenzaron a moverse amenazadores, meciéndose a un ritmo del viento poco común.

—Meredith... —Pronunció su nombre en tono seductor y ella pudo sentirlo cerca. Su olor indescriptiblemente atrayente, los ojos más oscuros y profundos que hubiese escudriñado, la lascivia de sus palabras; todo regresaba a su mente—. Aquí estás.

—Por favor —imploró ella entre lágrimas y pánico. Su reacción en nada se parecía a la que había tenido de él, días antes.

— ¿Por favor? —Rió él, materializándose frente a ella. La oscuridad emancipaba su cuerpo entre las sombras—. Sí, Meredith, implora por tu salvación.

Levitaba hacia ella como una amenaza representativa de todos sus miedos.

— ¿Qué quieres de mí?

Relamió sus labios y dulcificó su mirada. Tenía un poder sobre ella para atormentarla seductoramente aún en las situaciones más escalofriantes.

—Estoy muriendo, Mer y tú eres la única que puede salvarme —se inclinó hacia ella y el brillo de sus ojos oscuros la dominó por completo mientras él acariciaba su mejilla—. No dejarías que muera, ¿verdad? —El lazo que unía sus miradas era indescriptible, sosegado, íntimo y letal. Él acercó sus labios a los de ella y con su aliento golpeó los femeninos en un agobiante jadeo. Meredith se estremeció—. Te necesito, Mer... Sólo te deseo a ti...

Meredith inconsciente ya de sus actos, no pudo evitar la bestialidad con que el cuerpo masculino se echaba sobre ella en medio de la noche. Sus brazos la dominaron con impaciencia, rasgando sus prendas y apoderándose de sus sentidos en el acto.

En un par de movimientos rápidos él se había deshecho de cualquier impedimento y estaba alojado dentro de ella con locuaz habilidad. No pudo sentirlo latir dentro suyo, ni sus voraces movimientos dominándola sobre las hojas del bosque oscurecido; hasta que le devolvió sus pensamientos.

Y entonces lo vio.

Una figura espectral; su piel enrojecida quemaba como la llama del fuego sobre su piel virgen, ardiendo también dentro de ella. Sus ojos habían cambiado a un verde opiáceo, malévolo como las serpientes y encaraba todos sus miedos en aquella residencia.

La fuerza que ejercía sobre ella era bestial, sobrehumana; ella era incapaz de luchar contra eso. En grandes estocadas ardientes en su interior, notó como su vida —de alguna forma— se drenaba de su cuerpo. Las energías cesaban, las respiraciones se pausaban, los ojos le pesaban enormemente y el pánico de minutos antes desaparecía casi en lo absoluto.

Lo último que Meredith pudo percibir de su entorno antes de cerrar los ojos, fueron los enormes, espectrales pero seductores ojos de serpiente sonriendo sobre ella.

 




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