Evan preocupado porque llegaría tarde a clases, iba al paso más rápido que podía, le parecía irónico qué justo ese día el bus lo dejaría. Claro ese no era problema del conductor. Él se había quedado hasta tarde, cosa que hizo que se levantará no tan temprano como para alcanzarlo, pero pudo hacer un regalo a su amada del perfume, un pequeño poema sin importancia, pensó él. Evan no tenia idea si abriría el sobre o incluso si le gustaría, sólo quería dar un paso, quería conocerla, y le pareció un gran idea empezarlo así. Con algo real, de corazón. Quería que supiera que él era real.
-Dos calles más, Evan, tu puedes.-dijo para si mismo.
Paró en seco al darse cuenta que había llegado, se sentía orgulloso por haber llegado 15 minutos antes de que la campanilla diera el ingreso a clases, así podría ver a su amada. Aunque Evan solo supiera 4 cosas sobre ella, ya le bastaba con ello para sentir que estaba enamorado.
1. Sabia que llegaba 1 hora antes de que empezarán las clases.
2. Le gustaba leer, siempre sostenía un libro donde quiera que estuviera.
3. La biblioteca parecía ser su lugar favorito.
4. Su perfume olía a lavanda.
Eran las únicas cosas que sabía Evan sobre ella. Por supuesto que lo primero que noto, fue su reconocible olor a lavanda, se podría sentir su precencia con tan solo entrar a la biblioteca. Quizá el sólo sentía ese aroma inundando sus fosas nasales cada vez que entraba a la biblioteca. Le parecía demasiado especial. No es que fuera un pervertido, simplemente había algo en ella qué desde la primera vez que la vio, hacia ya 5 meses, le llamaba tanto la atención. Sentía que brillaba. Le parecía hermosa y le daba esa vibra de que era muy interesante. Vaya, que le gustaba. Y su perfume, le parecía que le quedaba como anillo al dedo. Incluso si no tuviera olfato sabría que olía a perfume de lavanda. La hacía aun más atractiva.
Evan estaba a unas cuantas pisadas para entrar por las enormes puertas de cristal que daban hacía la biblioteca. Dio un fuerte suspiro y jalo la puerta para poder adentrarse a la biblioteca. Estaba tan nervioso, ¿por qué podía ponerle tan nervioso?
Dirigió la mirada hacia la última mesa. Sus risos color caramelo caían en sus hombros, y sus ojos cafés avellana tenían un brillo peculiar mientras miraba el libro abierto sobre su regazo, era ella. Qué bonita se veía tan adentrada en la historia.
Vestía un vestido de verano liso color crema. Su bolso color café estaba bajo su sobrero qué reposaba en la mesa. Sus dedos golpeteando ligeramente la parte trasera del libro era lo único que sonaba en la sala.
El tiempo y la mesa le parecían tan lejos a Evan. Los nervios se lo comían. Pero eran más las ganas de dejarle la carta. Qué realmente no decia una biblia entera claro. Era nada más que un poema, que había escrito antes ya, un día que había ido a la biblioteca y no la había encontrado. Sentía que si se lo daba, podía acercarse y entablar una conexión. Tenia tantas ganas de conocerla, que sentía que ya era hora.
Con cautela encamino unos pasos lentos hacia su mesa, la chica lo miro extrañado, claro, no tenia idea quien era, pero no dijo nada, Evan sólo deslizo de su mano el sobre color crema, le sonrió a medias y se fue sin decir ni una sola palabra.
La chica no dudo en tomarlo y abrirlo, le pareció curioso, nunca antes lo había visto. La leyó. La chica sintió qué se le lleno el corazón, le parecía tan dulce el detalle, nunca nadie había hecho algo así por ella, nunca antes le había pasado algo similar. Sintió qué sus corazón brillo. ¿Realmente alguien la noto y pensaba esas cosas de ella?
La chica el cual evan le había entregado el sobre, se aproximo hacia Evan, provocando que a éste le temblaran las piernas. Tomo asiento en frente y dijo.
-Me llamo, Marian, Marian torres.- le Sonrió, haciendo notar su hoyuelo.
Eso era lo único que le faltaba, saber su nombre.