PERDIDO
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; y se lo prometí.
Se lo prometí aún cuando no lograba comprender del todo lo que estaba sucediendo.
Se lo prometí aún sin saber con exactitud el significado de sus palabras.
Se lo prometí sin querer...
Se lo prometí por miedo.
Mi madre me abrazó, y mi padre se molestó.
Ella me besó, y él no me miró.
Caminé hasta el último vagón rodeado de gente que, extrañamente, se me hacía desconocida.
Rostros que no podía reconocer aún cuando había pasado años viéndolos.
¿Qué me sucedía?
¿Por qué me sentía tan perdido?
No era una sensación nueva. Ya me había pasado antes.
Era mi destino. Estar perdido. Era parte de mi vida.
Tragué y sentí un dolor en mi garganta, pero no me importó.
Tiré del cuello de mi camisa y subí al tren.
Mis compañeros de casa estaban allí. No me saludaron cuando me vieron. Aunque no lo esperaba tampoco.
Terminé sentado junto a ellos, diciendo palabras que no pensaba y demostrando emociones que no sentía.
Alguien golpeó mi brazo.
—Oh, disculpa —dijo la voz femenina.
Pero no la miré.
Mis ojos rodaron con fastidio y desvié mi atención al exterior.
No dije una sola palabra en todo el camino.