DULCE
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; había muchas cosas que quería decirle.
—Solo pienso que a veces creo que no te conozco.
Ella sonrió— Ya coincidimos en algo, chico del tren.
Odio que me llame así. Pero también me gusta.
Nunca nadie me había dado un apodo o nombre que me definiera. Siempre fui Draco, el hijo de Lucius, o Malfoy, el heredero de la familia.
Nadie me notaba a mí.
Hasta que llegó ella.
—¿Te gustan los pasteles de calabaza? —me preguntó.
Fruncí el ceño— No como dulces.
Kaia ahogó una risa— ¿Qué? Eso no es posible, ¿quién no come dulces?
—Yo.
—Muy gracioso.
La vi comer sus golosinas que había adquirido en Honeydukes, y me sentí a mi mismo sonreír mientras sus labios se manchaban de un color oscuro y sus mejillas se llenaban.
Por un momento quise besarla.
Tan solo para saber si también sabía a durazno.