ERROR
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; acepté.
Porque aunque quisiera negarlo, me gusta estar junto a ella.
—¿Has venido solo?
—No estoy solo, estoy contigo.
—Oh, no lo noté, lo siento —se burló, y su sonrisa hizo que pequeños hoyuelos hundieran sus mejillas—. Hablando en serio, siempre estás solo.
—Me gusta mi soledad.
—La soledad no es divertida.
—Pero da paz.
—Por un momento, claro, ¿y luego?
No lo pensé.
Quizá estoy lo suficientemente acostumbrado al sentimiento como para no aburrirme de él, o no extrañar nada de lo que conlleva una vida sociable.
—No lo sé.
—Yo tampoco. Creo que temo estar sola por lo que jamás he experimentado la soledad como tal.
—¿Le temes a la soledad?
Ella suspiró— Es tonto lo sé, sobre todo para ti.
La puerta del baño de las Tres Escobas se abrió, y fijé mi mirada instintivamente en Katie Bell, quien salía del baño con un paquete entre sus manos.
Bien, al menos había salido como lo planee.
—¿Qué es lo que ves?
Parpadeé— ¿Ah?
—¿Te gusta la chica Bell?
—¿Qué? No.
—¡La mirabas embobado!
—Kaia...
—Mierda, te gusta una Gryffindor. Esto será como un banquete para los chismosos de la escuela.
—No me gusta Bell —le dije en voz baja.
—Esta bien, no te preocupes. Guardaré tu secreto.
Maldición, quería callarla.
—¿Por qué no me dices algo más de ti? —hablé, tratando de desviar el tema.
Kaia entrecerró sus ojos, pensativa— ¿Como qué?
—No lo sé. ¿Por qué jamás te había visto?
—Bueno, eso no puedo responderlo porque eres tú quien no me notó.
—Yo tampoco puedo responderlo porque... no entiendo como es que no te noté.
La conversación se vio interrumpida cuando nuestras cervezas de mantequilla llegaron, y Kaia tomó la suya como si jamás en la vida hubiera probado una.
Sus ojos brillaban mientras daba el primer sorbo, y sus labios se vieron manchados por la espuma blanca en la parte superior de la jarra.
Quise extender mi mano y deslizar mi dedo por sus labios.
No lo hice.
Esto era un error.
Conocerla estaba siendo un error. Blaise tenía razón.
Y yo apenas lo entendía.