10 años después
Ciudad de Jhakart.
El suelo se sentía ligero, los gritos en ovaciones lejanos, pero mi cuerpo protestaba gritándome de manera silenciosa que debía detenerme y rendirme ante el oponente frente a mí, rendirme a sus insultos que habían comenzado en primera aquel enfrentamiento y que no detendría aun cuando mi cuerpo quisiera detenerse.
Esquive un ataque de poder que tenía toda la intención de enviarme al suelo pero enseguida fui alcanzada ´por una onda de sonido que hizo que me tambaleara hacia atrás y así mi oponente aprovechar para ganar terreno en frente de mí.
Agudice mis sentidos y controle mi respiración tratando de calmar mi agitado corazón logrando esquivar una patada que iba a mi cabeza y dándome un hueco por el que ataque a la pierna de mi oponente y así recuperar un momento para poder concentrarme mejor.
Los latidos de mi corazón eran frenéticos, un sonido leve y ensordecedor que opacaba a el exterior con solo un retumbar y opacando mi visión en leves puntos negros como nieve en invierno.
Mi piel ardía, quemaba, era como estar a fuego vivo frente a una hoguera donde mis manos eran sumergidas en sus llamas y el calor abrumaba a cada terminación de mi cuerpo.
Estaba haciendo algo mal, me había dejado llevar por las palabras de mi compañero que termine por descontrolarme y no ver el juego detrás de todo eso. Era obvio que todos en la academia querían humillarme ante las peleas que les había logrado ganar en combates de cuerpo a cuerpo durante las clases de los últimos seis lunas negras.
Pero no iba a permitir que unas cuantas palabras lograran derribar todo el esfuerzo que había hecho durante el tiempo que estuve entrenando. Y por eso no me detuve en golpear a la persona frente a mí, debía ganar, ser más fuerte y ganar el respeto que necesitaba para cumplir con lo que deseaba. No importaba que el cuerpo doliera en cada movimiento, que mi respiración se acelerara más a cada segundo, o que los espectadores en abucheos me gritaran que me rindiera.
Si caía, debía levantarme, una y otra vez y así saber en un futuro que pude y sin ayuda de nadie superé el obstáculo.
Así qué cuando caía con un golpe, me levantaba firme para golpear más fuerte, aún cuando el dolor en mi cuerpo me gritaba quedarme en el suelo y mi vista se nublaba ante un nuevo golpe; mi cabeza y mi corazón me gritaban pensamientos de que no debía perder, no debía rendirme, porque si lo hacía no podría levantarme después a enmendar mi gran error, ya que sería demasiado tarde.
Por esa razón mis nudillos ardieron cuando el último golpe conectó en mi contrincante y este cayó al suelo inconsciente.
Jadee fuertemente y tosí varias veces para poder recuperar mi aliento cuando al fin comprendí lo que había hecho y me advirtieron no hacer.
No te descontroles, debes aprender a no dejar salir tu instinto asesino.
Las palabras de mi maestra hacían eco en mi cabeza y cerré mis ojos para no dejar salir mis lágrimas. Ignore los abucheos que se escucharon en todo el salón y salí corriendo sin mirar a nadie, no quería que nadie mirara el desastre que era.
Me descontrole en la batalla, me había dejado llevar por las palabras crueles de mi compañero que no vi las consecuencias y además de que esto significaba una terrible reprimenda.
Camine entre desiertos pasillos, escuchando el sonido de mis pasos retumbar entre las paredes y haciendo que me sintiera aprisionada en un lugar al que sé que no encajaba.
Muchas veces mis pensamientos se iban a las cosas que quería, esas que parecían lejanas y cercanas al mismo tiempo, que sentía que podía tocarlas con los dedos, pero que se alejaban tan rápido que parecían nunca haber estado allí y todo había sido parte de mi imaginación.
Estar en esta academia me hacia cuestionarme muchas cosas, muchas de las cuales no lograba ni encontrarle respuesta.
Este ultimo año había sido muy difícil, las burlas por lo que yo creía correcto y el hecho de no apoyar a un gobernante que se imponía ante todas las personas cómo si nosotros le perteneciéramos, lo cual no era así.
Quería hacer justicia, quería cambiar las injusticias que cometía nuestro rey, quería poder cambiar los pensamientos de las personas para que no juzguen a aquellos que no eran iguales a ellos, quería poder vivir en un mundo donde las personas puedan tener su opinión sin que lo ejecutaran sin siquiera preguntar, y es por eso que en ningún momento mis pensamientos se desviaron al hecho que todo en esta monarquía estaba muy mal; los Reyes, los Consejeros, los Netas, los Guardianes, los Right, los Eings; incluso podría decir que los Dioses estaban mal.
—¡Alia, espera! —se escucho el eco de la voz de mi hermano retumbar entre el desierto pasillo.
Me detuve y mire su figura acercarse apresurado a mí, mientras sus pisadas marcaban un ritmo caótico que hacía eco entre las paredes y callaba por primera vez los latidos de mi corazón que no sabía que aun se encontraban martirizando mi pecho.
Lo sentí abrazarme fuertemente sin importarle los hematomas que tenía en gran parte de mi cuerpo, y me levantó por los aires ovacionando felicidades con grandes carcajadas que me hicieron sentir un inexplicable calor en mi pecho.
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Editado: 30.07.2023