Sherezade

parte 4

Todo era oscuridad, silencio, tenía sus ojos abiertos, muy abiertos y extendía sus manos tratando de atrapar la nada. Entonces el recuerdo laceraba nuevamente, corriendo por aquellos laberintos de arenas móviles, el sol como fuego azotándola, ella perdida, sin salida, sin retorno, sin camino. Las lágrimas quemaban sus ojos, aún dolían, eran como hirientes gotas de sal escurriéndose por sus lagrimales, formando caminos ácidos, sobre su rostro lastimado...ese rostro que tantas veces pudo contemplar sonriente en las fuentes cristalinas, frescas del palacio. Ahora, aquel laberinto que cada vez la encerraba más en una muerte en vida, en sus miedos convertidos en realidad...El sonido de los pasos la sobresaltó. Era terrible no poder ver, no poder saber quiénes estaban allí.

_ ¿Quién?... ¿Quién está ahí...?-dijo con su voz quebrada y adolorida.

Nadie contestó, eso la intranquilizo demasiado y comenzó a acurrucarse en su cama, pensó en gritar, pero tal vez sería lo último que hiciera. El aroma de ese perfume la confundió... _Yamileth..._la voz...esa voz.

_ ¿Quién?... ¿Quién!-grito asustada Yamileth-.Edra! Edra!-llamó desesperada a su criada.

_Calma princesa, calma aquí estoy-le tomó las manos y trató de tranquilizarla, los ojos sin vida de Yamileth se movían en todas direcciones, su respiración agitada, su cuerpo temblando.

_ ¡No!... No, escuché, escuché la voz, sentí el perfume, hay alguien aquí Edra… hay alguien aquí...

La criada revisó cada rincón, pidió a los guardias que hicieran lo mismo, solo así pudo tranquilizar a Yamileth. 

_Lo ve princesa, no hay nadie aquí, es posible que lo haya soñado Sra. descanse, le traeré un té.

_ ¡No!, ¡no! no te vayas… quédate aquí por favor-suplicó.

_Bien, bien tranquila, Sra., tranquila estoy aquí...

Edra la arropó y permaneció sosteniendo su mano, sintió una enorme tristeza, esa mujer no se merecía ese infierno.

Damian corría sin aire, con la opresión en el pecho, se sintió morir en aquel momento, tan cerca, tan cerca y no poder abrazarla .Llegó hasta las caballerizas y se desplomó sobre una montaña de heno. Ahogó su llanto entre sus manos, la locura era necesaria, era precisa, porque actuar "normal", ya era imposible, debía sacar de él todo ese dolor, todo ese fuego, de odio, de amor, de venganza...

Se sentó y colocó sus manos sobre las rodillas debía controlarse, tenía que entender que esa no era la manera de volver a verla, sería demasiado, debería entender, no ser egoísta, no pensar solo en él...debía esperar. Pero saberla tan cerca, sola, triste, lo derrumbaba, él hubiese dado su vida por aquella mujer...Pero ahora era una gran tormenta de arena, que cambiaba su dirección, a cada instante...

Elena la vio cabalgar como si la llevaran mil demonios, no había que ser muy sabio para darse cuenta que aquello no era más que la imperiosa necesidad de sacar rabias, dolores, frustraciones y ella que la conocía demasiado bien sabía que estaba parada en un mar de fuego. Taloneó a su caballo y galopó con más cordura, hasta aproximarse a ella, lo cual ya era un prodigio, pues Zeus era un relámpago.

_ ¡Hey!, oríllate descarriada-grito Elena sonriendo.

Sherezade detuvo el galope de Zeus que troto hasta la orilla del arroyo.

Desmontaron. Elena se acercó, permaneció de pie detrás de ella, sabía que debía darle su tiempo, desde niñas había sido así. Sherezade se sentó y arrolló sus piernas, escondiendo su cabeza entre ellas. Elena se sentó a su lado, mientras jugueteaba con algunas piedras que lanzaba al arroyo, le habló.

_ ¿Recuerdas?...fue todo un hallazgo de niñas, este lugar… “El Quitapenas”…si habremos llorado aquí…

_ ¿No sé qué me pasa Eli?...El me besó...no sé, estoy muy confundida.

Elena la abrazó atrayéndola hacia ella.

-Ay mi pequeña rebelde...cuándo vas a rendirte, cuándo vas a dejar que ese corazón se libere…el que un hijo de su madre, te haya dañado, no significa que todos lo harán...anímate, solo intentándolo podrás saberlo.

_Saber ¿Qué?-dijo Sherezade apartándose- ¿Qué seré una más en la colección de un niño lindo?, ¿qué tiene a todas las mujeres que quiere a sus pies? No, no lo haré...

Elena la miró con tristeza...

_Entonces princesa, nunca sabrás que podría haber sido, hasta que no bajes las barreras, hasta que no te rindas ante una guerra sin sentido contigo misma, estarás perdiendo siempre...

Sherezade golpeó el suelo con rabia.

_ Él se ira, se ira pronto, no me importa...

Elena se puso de pie y arrojó la última piedra al arroyo diciendo antes de irse: _Créeme, te importa y mucho...

Sherezade escuchó los cascos del caballo alejándose, y un frio corrió por su columna…su amiga tenía razón.

 

 Bruno Marionni se perdió en los ojos de Sherezade, los cuales transmitieron mucha tristeza, ella había sentido ese sufrimiento de niña- mujer, de su primer amor, sentirse usada, burlada...engañada. Bruno Marionni había sido ese príncipe con las que todas las mujeres idealizamos, se nos meten por los ojos, por las palabras dichas en el preciso momento, pero sobre todo por esas miradas, esos ojos que parecen descifrar cada detalle de tu ser y Sherezade había creído él, en esas palabras dichas a orillas del arroyo, de aquel primer beso robado con gusto a miel y hoy sabia tanto a hiel.

_Puedes decirme todo lo que quieras, puedes abofetearme, maldecirme, torturarme si quieres, pero me equivoque y te lo reconozco, me equivoque, fui un desgraciado, un egoísta y un pelele agrandado que se creyó el único hombre de la tierra.

_Yo no lo hubiese podido decir mejor-dijo Sherezade, mientras giraba sobre sus talones y se dirigía a paso rápido hacia las caballerizas. Bruno la siguió, tomó uno de sus brazos y la giró hacia él...demasiado cerca.

_Ya basta princesa, me merezco todo lo que quieras, pero no puedo vivir sin ti, no puedo verte y no tocarte, estar tan cerca y...-se juró no hacerlo, pero él no cumplía sus juramentos.



#47691 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, amistad

Editado: 18.02.2021

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