Al cabo de unas horas, un estruendo ensordecedor se escuchó en la parte alta de aquella cabaña. Marcella ni Bruce se encontraban vigilándola, tiempo oportuno para escapar. En ese momento se oyeron gritos desgarradores que provenían de la siguiente planta, fuertes pisadas y voces desconocidas llamaron la atención de la chica. La humedad provocaba que pequeñas partículas de moho cayeran sobre su cabeza, era asqueroso, además de pequeños insectos que caminaban hacia algún punto de la habitación resultando extraño, acaso este subterráneo tenía otra salida?
Tomo una pequeña tijera que se encontraba a un costado. Que irónico –pensó- Dejan sus armas a mi alcance, será fácil escapar de aquí –dijo la muchacha mientras intentaba cortar la cuerda a la que estaba atada-
Al deshacerse de las ataduras, las deslizo sobre si y las tiro a un lado de la habitación. Tomo su navaja que estaba en un pequeño frasco junto a otros utensilios quirúrgicos.
La chica tomo su arma, observo las otras con detenimiento y pensó- Llevarme una de estas armas no causaría daño? No es así?- dijo mientras tomaba todo lo que contenía el frasco, lo guardo en su pequeño bolsillo y se dirigió a la puerta-
Unos pasos la mantuvieron alerta, alguien se acercaba. Si la encontraban robando alguna de sus preciadas armas, no tendría perdón. Estas personas tenían un quirófano en su sótano, repisas con órganos de animales y demás especies que no había visto en su vida. Pequeños cuadros con restos de insectos, cuerpos de animales eran expuestos como trofeos, listos con los nombres de sus próximos dueños, era abrumador.
La joven decidió esconderse detrás de una máquina de soda. Además de estar locamente apasionados por la cacería adoraban las sodas. Lo que faltaba -menciono la joven-
Unos hombres vestidos de negro acompañados de dos linternas entraron al sótano. Tomaron todo lo que había de valor y se marcharon.- Quienes son ellos?- susurro la joven- Miro a su alrededor y no había signos de peligro, tomo sus nuevas armas y salió del sótano.
Lo que encontró fue desgarrador, los cuerpos de Marcella y Bruce se encontraban tendidos en el piso. Había ocurrido una masacre. La joven examino cada uno de los cuerpos, tenían heridas de un arma corto punzante, quien había cometido este asesinato sin duda tenia sed de venganza. Examino la caja registradora, sin embargo el dinero ya había lo habían sustraído. Todo esto tenía un propósito, la masacre, el dinero, las pertenencias y joyas de la mujer, todo esto era un ajuste de cuentas.
Al salir de aquel nefasto lugar, se llevó una gran sorpresa, su camioneta ya no estaba. –La muchacha maldijo a quien lo había hecho, estaba harta de todo esto-
Tomo sus cosas y se marchó de aquel tétrico pueblo. La noche se estaba haciendo presente, la batería de su teléfono estaba casi agotada, su estómago rugía y el insoportable dolor de cabeza que tenía tras el golpe que le habían propinado la tenía de muy mal humor.
Al caminar casi tres kilómetros llego a una gasolinera. Era como encontrar agua en el desierto, la caminata la tenía exhausta. Entro al pequeño establecimiento, examino cada percha y tomo una caja de galletas y una soda que se encontraba en un pequeño refrigerador.
Se acercó a la cajera y le tendió un billete. Está la observo confusa, tomo el billete y le entrego su cambio. Lía tenía un aspecto no muy agradable a comparación de la cajera. Su cabello estaba desarreglado, su rostro sucio y su vestido ni se diga.
Lía tomo su cambio y sonrió a la cajera. Agarro sus cosas, pero algo en aquella joven llamo su atención. La chica estaba completamente horrorizada, su piel se tornó pálida como si hubiese visto un fantasma. Señalo el pequeño cartel que estaba a un lado de la cabina de llamadas. En este se podía apreciar una imagen de Lía junto a su madre, este daba a entender su búsqueda. Un encabezado con letras rojas alertaba su búsqueda: Se busca peligrosa criminal.
Lía se acercó lentamente a la cabina, tomo el papel y lo destruyo, desechándolo en un pequeño bote de basura que se encontraba junto a ella. La cajera estaba atónita, tomo el teléfono y marco a la comisaria. La pequeña asesina se acercó a ella y le quito el teléfono, cortando así la llamada.
Las manos de la pobre cajera no dejaban de temblar, tenía la apariencia de un pequeño animalito indefenso huyendo de su cazador. La muchacha esbozo una sonrisa y se marchó del lugar, no antes sin causar un desastre. La joven había tomado un pequeño encendedor de cigarrillos, se apartó considerablemente del lugar para no salir lastimada. Tomo su pequeña arma y la lanzo al establecimiento. Una explosión se escuchó a lo lejos, los animales del lugar huían despavoridos, esto llamo la atención de los carros que transitaban por aquella carretera, deteniéndose a fotografiar la escena. Todo se encontraba envuelto en llamas, consumándose por completo. No podía dejar rastro de ella, las cámaras habían grabado su presencia, su mejor opción era deshacerse de toda prueba.